La escena era grotesca.
Cualquiera que estuviera frente a un paisaje como ese terminaría echando hasta el desayuno de tres días atrás.
La calle era resguardada por decenas de uniformados de varias instituciones policiales, además de forenses y algunos curiosos que se acercaban ante el alboroto.
A lo lejos se observa como una camioneta negra frena de forma brusca. Los cristales negros imposibilitan el poder observar hacia el interior del auto y, por ende, saber quién viene dentro. Pero solo es cuestión de segundos para ver como del interior baja un joven de no más de veinticinco años. Se abre paso por la avenida entre el montón de extremidades esparcidas por el pavimento. El olor a quemado abunda, y golpea bruscamente el olfato del tipo, que por inercia se cubre la nariz con ambas manos mientras corre despavorido en busca de la única respuesta que está buscando con desesperación.
El sol quema con rabia, como si en lugar de viento se sintieran ráfagas de lumbre quemando todo a su paso. Esa sensación abruma a ese joven desde que le notificaron lo que estaba ocurriendo, y no dudó en salir a toda velocidad a verificar si era real, si se habían atrevido a arrebatarle lo único valioso que tenía en la vida.
Llega corriendo bajo la atenta mirada de todos alrededor, pisando los casquillos que adornan con pesar la calle, siendo la prueba de las varias vidas que se arrebataron ese día.
Pasó su trayecto entre cuerpos mutilados de lo más normal; como si fuera una escena de su día a día.
Y quizá si lo era.
Al llegar a la zona donde ese cuerpo reposa las autoridades y los forenses lo detienen, empezando una guerra de forcejeo en donde él tiene clara desventaja, claro, hasta que llega un grupo en su auxilio.
-¡Tengo que verlo! -grita entre amargo llanto-, y ustedes no me lo van a impedir -vuelve a intentar zafarse pero no lo logra.
-No tiene caso que lo haga -dice el forense que estaba recogiendo evidencias hasta hace segundos que se vio interrumpido-. No puede hacerse nada por él.
El cuerpo armado llega hasta él y obligan a los médicos y policías a darle el pase hasta ese cuerpo que reposa sobre el pavimento. Sin dudar lo hace y la realidad lo golpea de forma amarga, haciendo crecer un nudo en su garganta y encendiendo una llama de odio y deseo de venganza en lo más recóndito de su alma, si es que la había.
Observa lo que tanto temía: su cuerpo aloja varias decenas de proyectiles. Algunos salieron de su cuerpo y otros tantos quedaron incrustados en su piel, como un recordatorio de que en esta vida todos pagamos por las malas decisiones.
Observa con dolor como la prenda blanca que vestía quedó completamente teñida de rojo, evidenciando la saña con la que lo atacaron.
Su padre era el principal objetivo.
Toma su rostro entre sus manos y sube su cuerpo sobre sus piernas para abrazarlo una última vez. Ahí, en medio de todo el caos que deja una persecución de horas le llora a su padre; al único ser importante que le quedaba en la tierra, y por el que está asumiendo un estilo de vida que repudiaba hasta ese momento.
Con el cuerpo de su padre sobre su regazo jura cobrar venganza.
Jura buscar a quien le arrebató la vida a su padre.
Tiene cien balas especiales.
Cien balas para un único destinatario.
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Cien Balas (Yoonmin)
FanfictionJimin quiere curar a Yoongi. Yoongi quiere curarse a sí mismo a través de la venganza. «Tengo cien balas especiales para un único destinatario» *Historia 100% original nacida en medio del caos que provoca el bloqueo de escritor. ¡Disfruta!