OCHO

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Yoongi despertó con una leve resaca. El consejo de aquel rubio para evitar tener una cruda destructiva realmente había surtido efecto.

No se molestó en levantarse al ver que el sol ni siquiera hacía lucha por salir. Se aseguró de ver la hora en su móvil y se permitió quedarse unos minutos más en la cama, recordando y pensando sobre aquel chico que había conocido la noche anterior.

Sonrió al recordar la plática superficial y las anécdotas de aquel rubio. Bebieron y hablaron de sus vidas, de sus gustos y de sus metas en la vida. Yoongi se encargó de inventarse una vida lo suficientemente normal pero no cayendo en lo aburrido. Debía mantener el interés de parte del chico; era su arma.

Tomó una pequeña libreta del cajón del mueble al lado de su cama. Se tomó unos segundos para pensar con claridad, no podía tener errores.

 *Yoongi a secas (como siempre, con todos)

 *Soltero, sin familia y con un pasado doloroso que no quiero recordar

*Dueño de una empresa (decidir luego que tipo de empresa)

 

Elaboraría una lista de las características del personaje que tenía que aparentar ser frente a aquel chico. No podía tener errores si quería salir airoso en aquel elaborado plan que le había llegado como viento de huracán la noche anterior.

Estaba decidido a vengar la muerte de su padre, y no había nada mejor que darle a Park Hyung-Bae donde pensaba, más le dolía.

—John, te veo en el estudio en una hora. Tenemos un plan por poner en marcha —colgó la llamada y fue directo a la ducha.

Estaba empezando ya una nueva etapa después de dos años de ardua investigación. Una etapa que Yoongi pensaba que le daría la calma que tanto estaba buscando.

Pero la venganza no siempre da calma.

[…]

Una taza de café negro y un bolígrafo con sus iniciales en dorado, regalo de su padre, mantenían ocupadas sus manos. El café era necesario para que su sistema trabajara con normalidad, mientras el bolígrafo era para terminar la lista de características que tenía pendiente.

—Buenos días, señor —John entró sin tomarse la delicadeza de tocar la puerta antes. Era tal el nivel de confianza que se daba esas libertades—. ¿En qué puedo ayudarle?

Yoongi observó el líquido oscuro en su taza, girando al ritmo del movimiento de su mano; como si fuera una copa de vino tinto. Un suspiro salió desde lo más profundo de su pecho y se sintió extasiado por empezar a cobrar cuentas pendientes.

Sacó la carpeta amarilla que antes le había dado el mismo John. Buscó en las fotos hasta que dio con la que necesitaba y la puso sobre la madera del escritorio, dejando un golpe seco al golpear la foto con la palma de su mano.

—Park Jimin —dijo Yoongi—. El nene de Park Hyung-Bae.

—No entiendo, jefe —un confundido John se rascó la nuca.

—Vamos a llegar a Park Hyung-Bae a través de su hijo —la sonrisa de satisfacción en el pelinegro solo anunciaba un malévolo plan en proceso—. El destino es tan generoso que me puso al hijo de ese gusano justo frente a mis narices anoche, en el bar de Hoseok.

—¿Y cuál es el plan? ¿Un secuestro? ¿Un asesinato?

Yoongi lo analizó. La forma rápida de cobrar sus cuentas pendientes con ese maldito agente era dándole un tiro en la frente. Pero él quería que ese hombre sufriera, que sintiera lo amargo de la vida cuando pierdes a alguien tan importante, a quien le da el sentido y rumbo a tu existencia. Porque eso era Min Kang-dae para él, era la definición de familia, porque era lo único que tenía, lo que le quedaba y por lo que él quería ser la mejor versión de si mismo; para que su padre viera que era posible tener una buena vida sin correr riesgos, sin estar en la delgada línea de la vida y la muerte.

Pero ya no estaba.

El recuerdo de su padre ahora era lo que le obligaba a mantener a flote una organización criminal en la que no importaba nada más que el bienestar propio y de los negocios. No existía ya el Yoongi soñador que en las artes plásticas y la pintura veía una agradable forma de vida. En cambio estaba ese nuevo Yoongi que asesinaba si era necesario, que torturaba si la ocasión lo ameritaba y que luchaba día con día contra los sentimientos de culpa que a veces lo atacaban por las noches. Porque no era ese el estilo de vida que él deseaba hace dos años, pero tuvo que tomar las riendas de una vida que no le tocaba gracias a Park Hyung-Bae.

Y ahora Jimin iba a ser su boleto de canje hacia esa venganza que llevaba dos años planeando.

—Park Hyung-Bae me arrebató a mi padre… ahora es su turno de perder algo también, ¿no lo crees?

John asintió, orgulloso de su gran creación.

Yoongi era un tipo fuerte, de eso nadie tenía duda, pero John había sido clave en su pronta adaptación a esa nueva vida. Todo lo que Yoongi sabía sobre el manejo de la organización lo aprendió de manos de John. Su padre era el líder de una red de narcotráfico con un largo camino ya recorrido, era un líder nato con un olfato de oro si de negocios se trataba. La misión de Yoongi era seguir por ese camino y demostrar a los hombres de su padre que era digno de tomar el control.

Y con la ayuda de John, lo estaba logrando.

Dos años después de la tragedia el nombre de Min Yoongi era reconocido en el bajo mundo. Era un tipo respetado y temido por muchos; no daba segundas oportunidades y más de uno había sido testigo de eso. Pero todo aquel que lograba ver su rostro a la perfección, terminaba tres metros bajo tierra; ese era el precio.

La forma en la que se transformaba si de la organización de su padre se trataba, era abrumadora en un principio. Nadie pensaría que debajo de aquella tranquila personalidad que se la vivía entre los libros de arte contemporáneo existía una mente retorcida capaz de sentir placer ante el dolor ajeno. O quizá todo eso era producto del odio, rencor y rabia acumulada a raíz de su pérdida.

Era un misterio… uno que solo Yoongi podía explicar.

O quizá ni él lo entendía del todo.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora