VEINTIOCHO

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¿Dónde estaba? No tenía idea.

¿Qué estaba haciendo? Eso sí lo sabía, y estaba plenamente cuerdo en esos momentos a pesar de haber bebido.

No puso atención en las calles que recorrieron para llegar al lugar -aparentemente costoso- en el que se metió minutos antes, de hecho eso no era importante. Lo que si, es que deseaba olvidar el drama de su vida y nada mejor que hacerlo en los brazos de Yoongi; ese amigo que le hacía elevar su temperatura corporal con solo unos roces de lengua.

Lo más lejos que llegaron fue al sofá de la estancia, donde Yoongi dejó caer su cuerpo sosteniendo el de Jimin para hacerlo caer encima suyo. El rubio se mecía al mismo tiempo en que atacaba sus labios y el mayor no hacía nada más que disfrutar del delicioso contacto que el otro le brindaba.

—Vamos a la habitación —Jimin asintió y sintió como Yoongi lo levantaba sin mucho esfuerzo realmente.

Entraron a la habitación que estaba al fondo del pasillo y el menor no pudo evitar admirar la decoración de ésta; las paredes eran en un cálido tono beige; había un mueble de madera que tenía encima figuras de acción que Jimin suponía eran de colección, pero lo que más llamó su atención fue el hecho de ver dos lienzos de pintura en un rincón. Lienzos en blanco y listos para usarse.

—¿Pintas? —le preguntó. El agarre del mayor se aflojó y lo dejó en el piso. Pudo notar un aura de incomodidad en el aire, pero Yoongi inmediatamente lo besó de nuevo y le hizo olvidarse de todo.

Jimin en medio del beso pensó que quizá con esa pregunta le incomodó un poco, y es que estaba hurgando en asuntos personales, asuntos que no le incumbían en lo absoluto. De eso se trata una relación como la que él lleva con Yoongi; simple sexo sin ataduras.

Caminaron hacia la cama aún envueltos en lo candente del beso. Yoongi se sentó al borde del colchón dejando a Jimin subirse encima de su regazo de nuevo, adorando la forma en la que se movía de una forma experta. Sus alientos calientes mezclándose y el sonido de sus labios predominaba en aquella habitación y Jimin sentía que podía morir ahí mismo sin poner resistencia alguna.

Cuando Jimin regresó a su casa no se sorprendió de encontrar la figura de su padre en el sofá. La escena fue como esas de las películas donde el padre gruñón enciende la lámpara justo cuando el hijo rebelde pone un pie dentro, asustándole y provocándole casi un paro cardíaco instantáneo. Pero Jimin recordó el motivo de su enojo y no hizo nada más que caminar hacia su recámara bajo la adolorida mirada de su padre que quizá quería explicarle algunas cosas, pero por alguna razón solo guardo silencio hasta que el menor estaba por doblar el pasillo hacia su cuarto.

—Estaba preocupado —le dijo lo suficientemente alto para que su hijo le oyera—, pero supongo que eso no es relevante para ti ahora, así que dejaré pasar esto por ésta vez porque sé que estás furioso. Pero aún con toda la rabia encima, no puedes solo irte así a la calle sabiendo ahora lo que significa tener a esos perros encima de nuevo.

Jimin le escuchó sin voltear el rostro; estoico y con la mirada gacha. Estaba muy enojado por la forma en que su padre llevaba el rumbo de las cosas, pero si lo pensaba bien, el hombre tenía razón. Quizá había actuado de una forma poco madura y arriesgada teniendo en cuenta lo que significa tener a quién quiera que sea buscando venganza sabiéndote el punto débil de la persona en cuestión.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora