CUARENTA Y SIETE

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Jimin recordaba estar acostado junto a su novio en su departamento. Abrió los ojos y reconoció su recámara, todo estaba en su lugar y pensó que hace tiempo su espacio no lucía con tanta pulcritud. No recordaba como es que había llegado a su hogar pero seguramente su novio lo había llevado. Era tan encantador que sentía que podía morir de amor solo con pensar en esos pequeños detalles que siempre tenía con él.

Se levantó de la cama y fue hacia la puerta. Su padre debía seguir en casa porque al parecer aún no salía el sol, así que podía prepararle algo para que desayunara antes de irse a la corporación.

—No abre —dijo al ver que la puerta de su recámara no abría.

De pronto empezó a escuchar voces detrás de la puerta. Al principio no pudo descifrar lo que decían, pero cuando las voces se transformaron en agudos gritos de horror supo que algo malo estaba pasando detrás de la puerta, en su hogar.

—¡Papá! —llamó con el corazón latiendo a mil por hora—. ¡Papá, abre la puerta! ¡Déjame salir!

El llanto cesó y fue suplido por la dulce y melodiosa voz de una mujer.

Ven, Jimin… ayuda a tu madre.

El corazón del rubio se detuvo por segundos cuando logró identificar esa voz que hace tanto tiempo no escuchaba más que en sus dolorosos recuerdos. Era su madre la que hablaba detrás de esa puerta.

Una patada fue suficiente para que la puerta cediera por fin. Cuando la figura rectangular de madera cayó al suelo lo recibió una densa capa de polvo. Temeroso de lo desconocido dio un paso al frente y cuando el polvo se disipó pudo ver la carretera. Giró su cuerpo buscando la puerta recién caída y el interior de su recámara pero fue en vano; detrás de él solo había hierba que se mecía al ritmo del viento caliente que llegaba por su espalda.

—¿Qué es esto? —murmuró perdido. Giraba en su sitio buscando una explicación que sabía que no existía—. ¡¿Papá, dónde estás?!

Su ritmo cardíaco fue en aumento. Sus manos sudaban y sentía un vacío inexplicable en el estómago. Un olor extraño llamó su atención y caminó unos pasos hasta que observó un tumulto de gente a unos metros rodeando algo que Jimin no alcanzaba a ver. Temeroso de lo que podía encontrar fue avanzando poco a poco, con pasos sigilosos entre las personas que parecían no prestar atención a su presencia ahí.

—¿Dónde estoy? —susurró con miedo.

Avanzó algunos pasos más pudiendo ver por fin una persona derrumbada en el caliente asfalto. El viento que mecía sus cabellos rubios le quemaba la piel y aún peor, el miedo quemaba su interior. Se acercó hasta el cuerpo y su rostro perdió color cuando vio la figura de su padre con un agujero en la frente. Quiso gritar, quiso correr y tomar el cuerpo de su padre en sus brazos pero en su pérdida de control, su persona entera quedó paralizada con la vista clavada sobre el inerte cuerpo frente a él.

—¿Papá? —el susurro le desgarró la garganta. Sentía que le quemaba, que le ardía el cuerpo entero.

De pronto el eco de una poderosa detonación llegó hasta su oído, desde atrás, de una distancia corta porque incluso sentía el olor de la pólvora de cerca. La sensación de una bola de fuego incrustándose en su interior le llenó de pánico. Llevó la mano hacia donde el dolor nacía y el pánico se hizo aún mayor cuando sintió la tibieza en la piel, cuando sintió el caliente líquido recorrer su abdomen bajo.

—Sangre —susurró en una débil voz. Levantó la vista y todo a su alrededor se desvaneció. La carretera, el cuerpo de su padre y el viento caliente se desvanecieron como por arte de magia.

Un par de manos llegaron desde atrás para cubrirle la boca. Manoteaba por alcanzar oxígeno pero el agarre de ese extraño era tan fuerte que simplemente no podía hacer nada, solo soltar mudas quejas que el otro no escuchaba.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora