CUARENTA Y OCHO

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Sentir las manos de Jimin rodeando su cuello en un intento de supervivencia fue lo más extraño que Yoongi había experimentado en su vida. De hecho nadie, nunca le había puesto una mano encima. Antes recibía una lluvia de balas. Y sentir como el oxígeno se iba escaseando en sus pulmones fue aterrador, pero peor fue ver la expresión de su novio.

—Estas despierto.

Min sintió las manos de su novio sobre su espalda. Él estaba sentado con el cuerpo de su novio detrás, dormido, mientras él pensaba un poco en lo que había pasado ese mismo día más temprano. La escena fue algo triste, una que él había vivido cientos de veces tiempo atrás pero que por alguna razón, desde que Jimin rondaba su cabeza, ya no se repetía.

—Hola, mi vida —se giró y atrapó los labios de Jimin en un tierno beso—. ¿Descansaste?

Jimin asintió y se abrazó al torso de su pareja. El pelinegro correspondió el abrazo dejándose envolver por el sentimiento que brotaba de su pecho y lo recorría entero.

—Es tarde —continuó el mayor—, deberíamos hablarle a tu padre para ver qué opina sobre quedarte a dormir aquí, ¿quieres?

El rubio le mostró una linda sonrisa y sacó su teléfono de inmediato, tecleando algo rápidamente y lanzando el aparato a quién sabe dónde.

—Listo —dijo—, ya le avisé que me quedaré aquí.

—¿Así de fácil?  —le preguntó. Sabía lo sobre protector que Hyung-Bae era con su hijo. Tener el permiso no iba a ser fácil.

—Dice que está bien.

O quizá si.

A esas alturas de la farsa, Yoongi tenía camino avanzado con la confianza de los Park y lo sabía. Tanto el padre de su novio como su mejor amigo le habían mencionado en alguna ocasión que desde que estaba al lado del rubio todo en su vida había mejorado un poco, haciendo alusión a su comportamiento, que en ese momento era más dócil y menos rebelde. Y eso era muy, muy bueno.

—¿Tienes hambre? —quiso levantarse de la cama pero los brazos de Jimin se lo impidieron.

—Quédate un ratito más aquí conmigo —le pidió. Abultó un poquito los labios y Yoongi le besó.

—Muy bien, quedémonos un rato más en la cama.

Yoongi conocía a Jimin, pero sabía que no lo hacía a la perfección. Aún había cosas que él desconocía del menor, y la dependencia que el otro solía crear a raíz de la muerte de su madre, era una de ellas, motivo por el que precisamente evitaba las relaciones. Min desconocía el hecho de que Jimin sentía necesaria la cercanía. Volcar su trauma en las relaciones había sido para Jimin algo inevitable, y siempre trataba de evitar amarrarse de más con las personas, pero para beneficio de Yoongi, con él estaba estableciendo una especie de dependencia que ni Jimin ni nadie cercano a él parecían apreciar.

Pero quizá Yoongi, a pesar de que desconocía ese dato de su novio, empezaba a sospechar algunas pequeñas cosas.

—¿Tu tienes miedo de algo? —la voz suave de su novio le hizo abrir los ojos. Estaban recostados; Jimin sobre su pecho siendo testigo del sonido que los latidos de su corazón creaban.

Miedo.

Esa palabra para Yoongi guardaba muchos significados. Todos oscuros.

—Hubo una etapa de mi vida en la que tuve mucho miedo —respondió cerrando los ojos de nuevo—. Luego me di cuenta que tener miedo no me iba a sacar del hoyo en el que estaba, así que decidí arrancarlo de mis entrañas y simplemente seguir adelante.

—¿Fue difícil? —los dedos de Jimin trazaban patrones invisibles sobre su piel y sentía su cuerpo caer en la relajación.

—Es una de las cosas más difíciles que me ha tocado vivir en la vida.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora