DOS

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Los días fueron pasando, y después de haber tenido la aprobación de su padre para el viaje Yoongi sentía que todo estaba mejorando.

Semanas atrás las cosas estuvieron bastante pesadas; su padre prohibiéndole cualquier tipo de salida, llevando gente cuidando su espalda de ida y vuelta a la universidad y más cosas de ese tipo.

Ese día en especial todo estaba saliendo bien.

-¿Estás listo para el viaje? -el pelinegro giró su vista hacia la dirección de donde venía aquella voz.

-Por supuesto que lo estoy -respondió sonriendo. Palmeó el espacio a su lado para que su amigo se sentara-. ¿Qué tal estuvo la evaluación? ¿Aprobaste al menos?

El gesto indignado de su amigo provocó una carcajada de Yoongi. Recordó con gracia como la noche anterior Hoseok le llamó a punta de una crisis por tener esa evaluación y sentir que iba fracasar.

-Es una ofensa para mí que hagas ese tipo de cuestionamientos -dijo con la vista fija hacia algún punto en el horizonte, fingiendo indignación.

-No seas dramático -le golpeó el hombro con el puño y su amigo rió junto con él.

Hoseok era su amigo desde el bachillerato y fue el único que no se alejó al saber a qué familia pertenecía Yoongi. Todos sabían que era un Min, pero cuando supieron que era de esos Min, no dudaron en alejarse y guardar su distancia del pelinegro. Aquello fue un duro golpe al principio, pero su padre estuvo ahí para hacerle ver y entender que quienes se alejaron, no eran en realidad amigos reales.

En cambio, Hoseok se mantuvo a su lado aún en los peores momentos, sin reprocharle nada aunque su actitud se volviera una completa mierda.

[...]

-¡Papá! -el pelinegro entró a su hogar encontrándose con el silencio reinando-. ¡Papá, ya llegué!

Al ver que su padre no se encontraba en casa decidió ir hacia su habitación. Solo dos días faltaban para el viaje estudiantil y necesitaba hacer sus maletas.

Empezó a hurgar en su guardarropa buscando lo necesario para un viaje de dos semanas. Era un tipo bastante práctico así que solo necesitaba algunos jeans, camisetas y prendas abrigadoras por si hacia frío.

Dos toques en la puerta llamaron su atención.

-Joven Yoongi, la merienda está servida -la voz de la mujer detrás de la puerta se oía serena y con un toque maternal que Yoongi echaba de menos.

-Ahora bajo, Lyn.

Dejó sus maletas cerca de la puerta de su recámara, con las ansias carcomiendo su cuerpo por ese viaje que estaba a punto de hacer, y bajó hacia el comedor donde seguramente comería en completa soledad.

Su hogar se sentía demasiado grande desde aquella fecha, y no había día en que no extrañara lo que era su vida dos años atrás.

Cuando terminó su comida y viendo que su padre aún no daba señas de estar cerca, regresó a su habitación. Se tiró sobre la cama con la vista hacia el techo, pensando en lo bien que la pasaría visitando esos museos, conociendo quizá gente nueva y guardando esas experiencias para en un futuro no muy lejano, poder regresar a esas tierras ya siendo un joven titulado.

Pasaron algunas horas, las suficientes para que el sol se ocultara y se diera paso a la noche que lucía tranquila viéndola desde el ventanal de su recámara. Su padre no regresaba todavía y, aunque no era extraño que se perdiera por varias horas debido a sus ocupaciones, algo en su interior lo mantenía alerta.

Mal presentimiento le llaman...

Observó la hora en su reloj de pared y decidió bajar a la cocina sin un motivo concreto en realidad, dejándose llevar por esa repentina preocupación que estaba cobrando fuerza en su interior y que empezaba a asustarle.

En el interior de la casa nunca habían más hombres de los necesarios. Era en el exterior donde se apreciaba la mayor cantidad de tipos armados, porque el señor Min mantenía su hogar siendo imperturbable tal como se lo pedían en un principio, y justo en ese momento en que Yoongi estaba en el comedor con apenas una lámpara lejana aluzando el espacio, extrañaba su vida de antes, con más ganas y con más dolor desgarrando cada célula de su cuerpo.

Decidió llamar a su padre pero al ver qué nadie respondió se fue a su recámara a esperar a que se apareciera. Así se quedó mirando un punto fijo en su habitación, hasta que el sueño y el cansancio por haber tenido un día pesado en la universidad lo venció.

[...]

La mañana siguiente no estaba más tranquilo.

Corría la mañana del sábado con aparente tranquilidad, pero Yoongi sentía que algo no estaba bien. Llamó a su padre pero no hubo respuesta.

-Lyn, ¿sabes a dónde fue mi padre ayer? -la mujer, que estaba en la cocina, observó el cuerpo del joven parado bajo el umbral de la puerta.

-No informó a dónde se dirigía -respondió la mujer-, pero estoy segura que pronto llegará.

La calidez en la voz de la mujer no logró tranquilizar a Yoongi. Se le ofreció el desayuno pero se negó al sentirse tan preocupado.

-Con un café basta, Lyn. Gracias.

Fue hacia el comedor y repentinamente se sintió solo. Una punzada en el pecho le hizo llevar su mano hasta esa zona y la preocupación lo atacó con más fuerza.

Se asustó al escuchar la puerta ser abierta de forma brusca, dejando ver una silueta que ya conocía pero que no era quien esperaba y necesitaba ver.

El rostro de John lucía desfigurado de horror. Tenía cortes en el rostro y algunas manchas de sangre en la ropa. Yoongi no fue consciente de que tenía una herida de bala en el abdomen, solo se quedó estático en su sitio rogando al cielo que no fuera lo que con dolor y miedo estaba imaginando.

-Yoon... -la dura voz del menor le interrumpió.

-¿Dónde está el?

-Yoongi...

-¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está mi padre, John?!

Ese hombre de cabello negro con rasgos americanos era la mano derecha de su padre; el único hombre en quien depositaba su entera confianza y también el único en quien Yoongi confiaba después de su padre.

-Lo asesinaron...

El ruido de una taza cayendo y estrellándose en el piso fue el único sonido perceptible. Lyn no fue capaz de moverse de su sitio, solo se quedó ahí, con el rostro bañado en lágrimas y queriendo consolar al joven que ella veía como un pequeño todavía.

Yoongi se levantó lentamente del comedor, intentando acercarse al hombre pero la fuerza en sus piernas falló y cayó al piso en medio de un grito desgarrador que alertó a Lyn.

La historia estaba por repetirse.






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¡Lissa se despide!

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Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora