CUARENTA Y CINCO

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Jimin despertó en su cama abrazado de una almohada. Abrió un ojo y de forma inmediata sintió el martilleo incesante en su cabeza. Había sido una noche llena de alcohol y llanto por el dolor de estar enamorado, pero también de liberación porque pudo sacar todo eso que llevaba retenido por muchos días.

—Jimin me voy —su padre abrió la puerta y se asomó por ella. Lo vio envuelto en su edredón azul con medio rostro cubierto con la almohada—. Espero que no se vuelva a repetir lo de anoche, no quiero que caigas en eso de nuevo.

Cuando su padre cerró la puerta Jimin pudo respirar con tranquilidad. Pudo haberlo decepcionado pero él realmente estaba mal, y su ausencia solo lo hacía sentirse peor. Entendía el motivo por el que su padre estaba fuera de casa tanto tiempo pero eso no significaba que no le doliera, a veces solo necesitaba un abrazo que no podía obtener.

Miró la hora en su teléfono y bufó al ver que eran más de las 9:00 am, había dormido muy poco y su horrible aspecto lo confirmaba. Pensó en ir a darse una ducha para estar presentable pero de inmediato recordó que no había motivo para estarlo, nadie iba a ir a verlo, no tenía un novio que fuera a visitarlo y menos tan temprano.

—A la mierda todo —dijo con irritación—. A la mierda Yoongi, a la mierda mi padre, a la mierda todos. Váyanse a la mierda todos —tomó una caja de cereal que había dejado su padre sobre la mesa y se tiró con ella en el sofá. Prendió la televisión y metió la mano en la bolsa del cereal, llenándose la boca de un puño.

Con una mano pasaba de canal en la televisión mientras que con la otra seguía llenándose la boca con esos pequeños aritos de colores. Estaba entretenido con un programa que narraba y enumeraba las muertes más ridículas y poco probables cuando la puerta fue tocada.

—¿Quién mierda es? —con toda la pereza que un hombre con resaca puede cargar se dirigió a la puerta—. Donde sea Taehyung con sus pensamientos ridículos lo voy a regresar a su casa de un patada en el culo.

Abrió la puerta y la figura detrás de ella le hizo quedarse como piedra. ¿Cómo era posible? ¿Tan jodida estaba su vida como para que apareciera justo cuando tiene la peor pinta del universo?

Su corazón traicionero se aceleró de golpe cuando vio a Yoongi al otro lado de la puerta. Se maldijo cuando quiso lanzarse a sus brazos y besarlo hasta morirse ahí mismo. Pero no lo hizo, en cambio solo se hizo a un lado para dejarlo pasar. No sabía cuánto tiempo tendría ese autocontrol, pero debía esforzarse por mantenerse firme.

—Jimin, sé que puedes estar molesto por no haberme puesto en contacto contigo pero te juro que tengo una explicación para eso.

—Ni se te ocurra venir a decir nada —espetó con molestia—. ¿Cuánto tiempo te fuiste? ¡Semanas sin saber nada! Dime una cosa, ¿todavía somos algo tu y yo? Digo, para saber que esperar de ti de ahora en adelante.

—Yo sé, yo entiendo que estés molesto amor pero déjame decirte la razón…

—Ni siquiera recuerdo cuántos días te fuiste —respondió el rubio haciendo el esfuerzo de que su voz no se quebrara—, perdí la cuenta después del quinto día.

—Amor lo sé —el mayor intentó acercarse y al ver que no retrocedió se puso frente a él tomando una de sus manos con la propia que estaba sana—, pero te juro que no fue mi intención desaparecer así, solo todo se complicó y no…

Guardó silencio cuando Jimin tanteó su prenda de vestir que cubría el cabestrillo con su brazo herido. Los ojos del chico se abrieron cuando deslizó la prenda dejando en evidencia la herida sobre el hombro.

—¿Qué diablos te pasó, Yoongi? —sus barreras se vinieron abajo cuando su cerebro hizo sus ataduras, lo vio a los ojos y se permitió dejar fluir su llanto.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora