TREINTA Y UNO

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Hyung-Bae llegó a su oficina con un café cargado como compañero. Entró y dejó sus cosas sobre el escritorio, deseando tener un día tranquilo aunque sea en su trabajo, porque tenía claro que en su casa, con Jimin siendo tan jodidamente rebelde, no tendría paz en un largo tiempo.

Estaba agotado de todo. Su hijo estaba dándole demasiados dolores de cabeza siendo tan descuidado, y aunque sabía que estaba en riesgo parecía que actuaba peor solo para vengarse. Quizá no había mucha información de ese maldito que buscaba venganza, pero sabía que estaban bajo su ojo y que no tardaría mucho en atacar, si lo había hecho con su agente ya poco faltaba para que el ataque fuera directo a ellos; a los Park.

—Jefe, buenos días —el agente Kim entró de forma silenciosa al ver el café sobre el escritorio, adivinando que no era un buen día.

—Buen día, agente. Que bueno que viene a verme…

—Supe que estaba buscándome —le interrumpió—, ¿En qué puedo ayudarle? ¿Hay noticias del clan Min?

—Hoy voy a hablarte como Hyung-Bae y no tu teniente —el tono asustó a Kim por un momento, pero se tranquilizó al saber que no había motivos si él cumplía con su trabajo a la brevedad—. Necesito que te retires del caso de investigación sobre el clan Min.

Namjoon no ocultó su rostro sorpresivo. ¿Estaba hablando en serio? ¿Iba a sacarlo del equipo de investigación que él mismo lideraba? Era ridículo e injusto.

—Esto debe ser una jodida broma —espetó—, ¿por qué lo hace? Soy un profesional y usted lo sabe, me conoce desde que empecé mi formación y es injusto que me saque del equipo de investigación, he invertido mucho tiempo en este caso y no puedo dejarlo a la mitad solo porque a usted se le da la gana de sacarme.

—Estas mal interpretando todo, Namjoon, las cosas no son así realmente…

—He estado a su lado desde que inicié en esto, agente, y sabe que no es justo que haga esto. ¡Estoy poniendo todo de mi para lograr atrapar a ese maldito parásito!

—¡Estuviste a punto de morir, Namjoon! —el ambiente se tensó de un momento a otro. Eran dos tipos con temperamento parecido y ninguno quería ceder—. Entiende que hago esto para protegerte.

—No necesito que me proteja de nada, teniente.

—No voy a permitir que te pase nada, Nam, entiéndelo, y es mi última palabra.

—Esta siendo muy injusto conmigo, teniente…

—¡Estoy cuidando tu vida, maldita sea! Entiende que no puedo permitir que mueras en manos de esos malditos perros, ¡No quiero llevar la muerte de otro inocente sobre mis hombros!

El rostro de Namjoon se contrajo en una mueca que reflejaba el dolor de las heridas del pasado; marcas que aún no superaba del todo. Se sentó frente a su superior y recargó su cabeza para cerrar los ojos y dejar libre algunas lágrimas amargas causadas por el vacío que le provocaba esa ausencia.

—Por favor Namjoon —pidió el hombre. Su rostro estaba igual de afligido que el del chico al frente. Los dos llevaban esa herida a cuestas y aún dolía—. Le prometí a tu padre que te cuidaría como a mi propio hijo y no pienso fallar en esa encomienda. Fue una promesa que voy a cumplir así se me vaya la vida en ello.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora