Yoongi bajó del jet privado con pereza. Movió su cabeza de un lado al otro tratando de hacer tronar su cuello, suspiró cuando lo consiguió y seguido de ello hizo lo mismo con su espalda. Al bajar encontró un gran séquito de hombres armados que los esperaban delante de una Suburban oscura. Se pararon frente a ellos y éstos le saludaron inclinándose un poco, abriendo enseguida la puerta de la unidad y haciendo a los dos entrar en ella.
Yoongi en ningún momento dentro del auto se quitó la pañoleta que cubría desde su nariz hasta su cuello, y tampoco las gafas negras que cubrían su vista. A su lado John mantenía la vista fija en los dos hombres que viajaban en los asientos del frente. Nunca bajaba la guardia. Y Yoongi tampoco.
—Es un gusto verle, jefe —el que conducía miró a Yoongi por el espejo retrovisor—. Es una lástima que sea en estas condiciones.
—¿Qué novedades hay?
Estaba en Colombia. Las cosas con el negocio estaban algo tensas por allá por un desacuerdo de los demás miembros de la organización que pedían que Yoongi dejara el cargo alegando que no se hacía cargo como debía. Era una estupidez, él no podía dejar la organización que fundó su padre en manos de alguien más solo porque a ellos se les hinchaban los huevos. Agradecidos debían estar por pertenecer a esa mafia que estaba poderosamente extendida hasta esas zonas donde los carteles locales tenían bastante poder.
—El señor Garza está manipulando a los demás, señor. Ayer hicieron una reunión sin avisarle a nadie —el hombre mantuvo un gesto serio mientras conducía—, fue por eso que le notifiqué al señor John.
—Hiciste lo correcto —dijo Yoongi.
—Hay fuertes rumores sobre el futuro de la organización —habló el otro hombre—, y todos aseguran que están planeando deshacerse de usted, jefe.
—Tenemos que ser cuidadosos —acotó John—. No nos conviene estar en esta posición sabiendo como están las cosas allá también.
—¿Hay problemas en Corea, señor?
—Nada de que preocuparse —aseguró Yoongi—, solo una piedra en el zapato —dijo recordando a aquel gusano que quería su zona.
Su padre siempre decía: cuando los demás vean el pastel que tienes en las manos, todos, siempre querrán un pedazo. Y en ese momento había más de uno que quería un pequeño trozo de su pastel llamado poder. No podía permitir que eso pasara, trabajó muy duro para poder asimilar el nuevo estilo de vida que asumió cuando perdió a su padre. Perder todo eso no estaba en los planes.
—Hemos llegado, señores.
La Suburban se detuvo en un elegante edificio de tres pisos. Lucía como Yoongi lo recordaba.
—Nadie de la organización debe saber que hemos llegado —John vigiló la expresión seria de los hombres. Éstos asistieron sabiendo a lo que se refería—. Mañana a primera hora debemos estar en presencia de esos perros. Vamos a ver qué hacen cuando nos tengan en frente.
Cada uno entró a un piso distinto. El edificio era de Yoongi y constaba de dos lujosos departamentos y un gran estudio que estaba en la primer planta, siendo el último piso el que funcionaba como departamento principal y era donde él se quedaba.
Inmediatamente después de haber cerrado la puerta con llave se deshizo de la pañoleta que le cubría medio rostro, suspiró al poder respirar con tranquilidad y sacó su teléfono. Tiró las maletas donde se le dio la gana y se dejó caer en el primer sofá que estuvo a su vista. Un mensaje de texto de Hoseok llamó su atención.
—¿Necesitas hablar conmigo? —dijo cuando su mejor amigo respondió la llamada. Era media noche en Colombia—. ¿Qué pasa? ¿Todo en orden?
—¿Cómo demonios va a estar todo en orden si haces las cosas sin decirme una mierda, Yoongi? —se sentó de inmediato al escuchar lo alterado que estaba.
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Cien Balas (Yoonmin)
FanfictionJimin quiere curar a Yoongi. Yoongi quiere curarse a sí mismo a través de la venganza. «Tengo cien balas especiales para un único destinatario» *Historia 100% original nacida en medio del caos que provoca el bloqueo de escritor. ¡Disfruta!