DIECIOCHO

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El tacto que se mantenía sobre su mejilla le hacía ver que realmente estaba ahí; siendo casi devorado por un pelinegro que movía con experta dedicación su mano libre, haciendo que su temperatura corporal subiera poco a poco.

Perdió noción del tiempo y también del castaño que lo buscaba como loco en la planta baja, viéndose obligado a rechazar las múltiples insinuaciones que en otras circunstancias habría aceptado en segundos, sintiéndose frustrado también por dejar ir todas esas oportunidades.

Y mientras tanto, Jimin y Yoongi se dejaban consumir por esa llama pasional que poco a poco les nublaba el sentido del juicio. Con las manos del pelinegro tocando en zonas específicas, el menor se dejaba llevar sin prestar especial atención a las consecuencias de su decisión y dejando de lado las recomendaciones de su padre. La mesita de centro fue llenándose de botellas vacías de cerveza y una que otra de un elegante vino que Jimin no había probado antes, pero que mezclado con la calidez de la boca contraria le hacía sentir que era un hipnotizante sabor, que le llevaba a recibir sensaciones olvidadas en la amargura de su pasado.

Las manos de Yoongi ejercían un poder extraño sobre el cuerpo del rubio que no dudaba en dejarse hacer a gusto y placer, y Yoongi deseaba con todo su ser no estar en ese bar porque de ser así, la ropa ya no sería un impedimento para recorrer el cuerpo contrario.

Jimin sintió el vibrar de su teléfono en la bolsa de su pantalón y trató de alejarse de la boca del pelinegro pero éste, haciendo uso de sus manos y lengua, sostuvo con mayor fuerza la cintura del menor y adentró su lengua en un beso profundo que casi hizo a Jimin soltar un gemido, pero que lo retuvo con esfuerzo porque no pretendía inflar su ego.

—Espera, tengo que responder —sus bocas hicieron un sonido morboso al separarse y Yoongi limpió los labios del rubio con su pulgar—. Dime tae… estoy, si estoy bien… cállate —rio divertido y de repente Yoongi quiso saber de que hablaban—. Bien, te veo en cinco.

Cuando finalizó la llamada se quedó observando la pantalla de su teléfono y se dio cuenta que seguramente su padre ya estaba en casa. Estaba mentalizándose para la reprimenda que tendría cuando la voz a su lado lo llamó.

—¿Todo en orden?

—Si —se puso de pie —, pero tengo que irme —el pelinegro lo tomó de la mano y lo obligó a sentarse en su regazo, olvidándose de que estaban en un lugar público y que alguien podría subir y verlos así—. Oye no hagas eso…

—Dime que te voy a ver de nuevo.

—Si estás dispuesto a aceptar mis condiciones, si.

—No soy fan de compartir lo que es mío pero…

—Pero yo no soy tuyo —le interrumpió, sonriéndole con tranquilidad mientras sentía las pálidas manos apretar su cintura.

—¿Hay algo que tenga que hacer para ganar exclusividad contigo? —empezó a trazar besos sobre su cuello y sonrió victorioso cuando el menor ladeó su cabeza y cerró los ojos—. Hablo en serio cuando digo que me interesas.

—Y yo hablo en serio cuando digo que no me interesa amarrarme a una relación.

—Voy a preguntar algo pero no quiero que lo tomes a mal…

—No —respondió interrumpiéndolo, aún con los ojos cerrados y disfrutando de los besos ocasionales—, no soy esa clase de persona que por tener una relación abierta va por ahí metiéndose con cualquiera. Soy selectivo y si llega a haber alguien más que me interese ten por seguro que lo vas a saber antes de cualquier cosa.

Yoongi lo acomodó bien sobre él y lo besó en la boca con tal pasión que fue imposible para el rubio contener cualquier sonido proveniente de su boca.

Cien Balas (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora