||SEIS||

1.1K 139 111
                                    

|06|Un equipo

Casita despertó a todos los habitantes de la casa ante la orden de la matriarca. Arrastrando por el suelo el despertador, Camilo maldijo en murmullos obteniendo como respuesta que la casa abriera la ventana de forma brusca dejando que toda la luz del sol cayera sobre su rostro.

–Genial, una casa me humillo –gruño tomando la almohada para cubrir su rostro–, ya recordé porque no me caías bien.

La madera del suelo se levantó y con ello la cama, logrando que camilo cayera de golpe contra el suelo. Entre gruñidos se levantó, sacudió su pantalón giro a ver a su compañera aun en camisón, peinando tranquilamente su larga cabellera en frente del tocador. Ella soltó una risa ante el espectáculo que daban el hombre y la casa.

–Deberían llevarse bien, en un futuro nos estableceremos devuelta aquí –comentó con una dulce voz.

–¡Él comenzó! –expreso culpando a la construcción.

La casa volvió a tirarlo de nuevo contra el suelo.

–Casita, déjalo, por favor –pidió amablemente, logrando que la construcción se tranquilizara.

–Te quiere solo a ti, mi vida será un infierno cuando vuelva a vivir aquí.

La joven rio. Ya calmado él se acercó a ella para ayudarla a peinarla, tomo el cepillo de sus manos y comenzó a cepillar tranquilamente su sedosa cabellera. No era ninguna sorpresa o incomodidad, Camilo siempre peinaba a su hermana desde que era niño; así que podía defenderse peinando a su socia. Mirabel sonrió al sentir las ligeras caricias que le daba.

–Más te vale no dejarme solo con la casa, terminara matándome –comento en un tono tranquilo.

–¿Que pasara cuando nos separemos al tener nuestra propia habitación?

–¡Oh, ni creas! Casita me estará molestando y más si no tengo una habitación con antes.

Ella volvió a reír.

–¿Entonces que propones?

–El rey tiene que dormí con su reina, aunque sea en camas diferentes.

Un sonrojo invadió las mejillas tostadas de la joven giro a mirar al hombre que la peinaba y estaba igual de avergonzado que ella al darse cuenta de lo que dijo. Ella sonrió levemente recargando su cabeza en su pecho desnudo, logrando escuchar los latidos de su corazón. Camilo sonrió ante el acto de la joven y prosiguió a seguir peinándola.

[...]

Alma carraspeo la garganta llamando la atención de los integrantes de la casa. Se levantó de su asiento y miro a todos con una sonrisa orgullosa.

–Hoy vendrá las familias al dar los últimos detalles para el gran día de mañana –exclamo colocándose en medio de sus dos nietas y dándoles una ligera caricia en las mejillas de ellas–. Mañana todo Encanto celebrara a las dos nuevas líderes del este y oeste.

Dolores y Luisa sonrieron, en verdad estaban felices de orgullecer a su abuela, a pesar de sus problemas al intentar traer un nuevo Madrigal a la familia. Saber que son de suma importancia para dirigir las zonas, era mejor que solo ser herramientas cuando eran jóvenes.

–Sera un día ocupado, en especial para Isabella y Bruno –expreso y los nombrados asintieron; al ser los consejeros tienen que estar al tanto de todos los detalles–. Las chicas tienen que ir a terminar de arreglar sus vestuarios y los de sus esposos –suspiro algo estresada y miro a Camilo y Mirabel–. Necesito que cuiden a Catalina. Lo que menos queremos es que la secuestren como la última vez. Hay gente desesperada que haría cualquier cosa por saber su destino.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora