||VEINTICINCO||

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|25|Hasta que...

Sentada en la banqueta afuera de la casa de los Madrigal del este, lloraba desconsoladamente abrazada de sus rodillas. Había llegado demasiado tarde. No quería volver a entrar y esperar el interrogatorio de Dolores, porque lo más seguro es que la escucho llorar. Simplemente se quedó un gran rato afuera. Desahogándose en silencio.

–¿Por qué lloras?

Abrió sus ojos castaños al reconocer la voz quebrada que la hablo, levanto rápidamente su mirada y se quedó con palabras al encontrarse con el rostro preocupado al igual que demacrado de su amado.

–Camilo...–susurro su nombre al verlo parado frente a ella.

–No me gusta verte llorar –dijo rascando su nuca de forma ansiosa– y más cuando fui el causante de eso.

Cerró sus ojos un momento y suspiro antes de tomar asiento a su lado. No se atrevió a mirarla a pesar que ella estaba hermosa con aquel vestido que eligió para ella.

–Creí que te habías ido –comento limpiando con su brazo sus lágrimas.

Él se mantuvo calmado y relajado, se hizo un poco hacia atrás recargándose con sus manos.

–Me fui, no llegabas y no quería volver a casa sabiendo que estabas a pocos metros de mí, así que me fui a perder por allí para despejar mi mente.

–Se me hizo tarde –respondió decaída.

Camilo la miro sorprendido, creyó que ella lo rechazo directamente al no aparecer por dos horas que estuvo esperándola, ahí afuera. Ambos quedaron en un silencio tenso, afuera de la casa y sin nadie en su alrededor. Sabían que tenían que hablar, así que Camilo lo hizo primero, yendo directamente al grano:

–Si te soy sincero, no me arrepiento de besarla –murmuro aun teniendo la mirada fija al frente.

Mirabel lo miro sorprendida al igual que adolorida, empezaron mal. Aun así Camilo no se mostró arrepentido en sus palabras.

–Besarla de nuevo; me abrió los ojos. No te mentía cuando dije que ya no la amaba, besarla solo me dio más ganas de que fueras tú la que estuviera en su lugar–miro al cielo nocturno, suspiro, cerrando lentamente sus ojos y dejando que la briza de la noche moviera su cabello–. No me arrepiento de besarla –repitió ahora mirándola a ella–, ni de decirte la verdad. No quiero que vuelvas conmigo, quiero que me perdones y seamos un equipo aunque eso signifique que no pueda volver a tocarte y tenerte solo para mí.

–Camilo, no me molesta que la besaras –aclaro–, me molesta más que me hayas dejado de lado, que la mirabas como si volvieras a estar enamorado de ella. Yo solo quiero que me mires así –confeso decaída.

–Pero si te miro así –exclamo mirándola de frente–, eres para mí la mujer más hermosa de Colombia...no, de todo el mundo. Ana Laura es hermosa y no lo niego pero tú no eres ella –la tomo de las mejillas acariciándola con delicadeza–, eres mi reina, la rosa más hermosa del jardín no te compares con un diente de león que es bonito y sencillo cuando tú eres una rosa única y hermosa.

–Es difícil creerlo después de todo lo que paso –exclamo desviando la mirada con un ligero sonrojo en sus mejillas.

–Escucha, esto es muy difícil para mí. Eres la primera relación sana que tengo. Tengo miedo de siempre arruinarlo como cuando no sabía si en verdad me querías cuando pasó el evento de Dolores y Luisa, todo paso tan rápido en este último mes que no sé cómo ser un buen novio para ti.

Mirabel parpadeo por unos instantes al escucharlo decir que eran novios. Por otro lado Camilo despeino su cabellera con desespero y frustración.

–Soy un idiota que comete errores a montón y me pongo ansioso cuando no sé qué hacer. Porque me reusó a perderte.

Cerró sus ojos intentando calmarse antes de mirarla y murmurar con un nudo en su garganta:

–Lo que quiero decir, es que eres demasiado para mí.

Mirabel sonrió levemente ante sus palabras, miro la mano de Camilo a su lado y sin pensarlo la tomo entrelazando sus dedos con los de él. Él la miro sorprendido y ella solo escondió su rostro en su hombro. Era más fácil hablar ahora que la noche anterior cuando sus miedos e inseguridades los cegaban, logrando que hicieran cosas cuales se arrepentirían. Los dos no querían a distanciarse, querían arreglar sus problemas antes de simplemente darle un fin o ignorarse por mucho tiempo. Ya no estaban para una relación de solo tomarse de las manos y todo es color de rosa. Camilo quería a Mirabel tanto como ella lo quiere a él. Tal vez no empezaron bien, cuando la gente se involucró o cuando sus hilos fueron unidos sin que se dieran cuenta. Ya no eran niños y van a existir muchos más problemas que los pongan a prueba. Pero por ahora, solamente querían estar allí sentados uno al lado del otro.

–Quiero recompensarte por aguantarme –le susurro mientras soltaba su mano para abrazarla por la cintura y la atrajo hacia él.

Ella esbozo una risita, separo su rostro para besarlo en la mejilla y sonreírle con amor.

–No hace falta –murmullo–. Yo te aguanto porque te quiero, tampoco quiero perderte, solo dejemos esto de lado ¿Si?

Él pareció dudarlo para después negarse moviendo su cabeza.

–No –negó con seriedad–, mi reina tiene que saber lo mucho que me importa –aclaro firme levantándose de su lugar provocando que ella lo mirase sorprendida.

Estiro su mano frente a ella. Mirabel sonrió dulce mente aceptando su mano y levantarse del suelo. Él la tomo de la cintura y la atrajo hacia su pecho, provocando que ella se sonrojara, levanto su mirada hacia él y Camilo solo acaricio su rostro con una de sus manos. Lentamente los brazos de la doncella se deslizaron por su pecho hasta enrollarse sobre su cuello. Cerró levemente sus ojos al sentir las dulces caricias que recibía en mejilla y cintura. Sin nada sexual de por medio, ya tendrían sus momentos de intimidad. Mirabel dejo caer su rostro en la mano del hombre y lo miro con profundo anhelo reflejados detrás del cristal de sus anteojos. Camilo no espero más, retiro los lentes de su amada con delicadeza y la tomo de sus mejillas para después acercarse lentamente hasta que...

La besó, un delicado y dulce se formó entre ellos. Ambos labios encajaban a la perfección. Mantenían un ritmo lento como gentil, Camilo poco a poco dejaba caer sus manos del rostro de su amada para posicionarla en la cintura que tanto adoraba, atrayéndola lentamente hacia. Mirabel enredó sus dedos entre los rizos del mayor para acercarlo más como si tuviera miedo de que él escapara.

Ambos jóvenes amantes iluminados solamente por la luz de los faroles y enorme manto de estrellas, se besaron con tanto anhelo y cariño que al momento de separarse; sus ojos brillaban como las mismas estrellas. Para nada se comparaba con el beso que le dio a la otra, podía jurar que se volvería adicto por aquellos labios gruesos de su novia. El corazón de la joven doncella brincaba con emoción al ver el rostro de idiota que tenía su novio. Los dos sin separarse abrieron su boca pero nada salió de ellas. Se quedaron sin palabras, hasta que de nuevo Camilo la volvió a besar con alegría y amor, siendo correspondido casi al instante.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora