||CATORCE||

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|14|La doncella que nadie quiere

Lentamente comenzó abrir los ojos, esbozando un sonoro y aun soñoliento bostezo de sus carnosos labios. Como si en verdad se tratase de una autentica princesa delicadamente tomo asiento sobre su cama, tomo sus lentes de la mesita de lado y lo primero que hizo fue mirar a su lado. En sus ojos se reflejaron tristeza al igual que soledad al ver la cama de su compañero arreglada y rastro de él. Camilo dormía más temprano y se levantaba antes que ella; él jamás ha sido madrugador, era obvio que la evitaba. Suspiro. Lo extrañaba; extrañaba cuando la abrazaba y acariciaba su cadera pegándolo más a él, provocando que ella se perdiera el embriagante olor de su colonia. ¿Qué cambio entre ellos? ¿Él no la ama?

Se levantó y comenzó su rutina; vestirme, peinarse y arreglar su parte de la habitación. Él ya no la peinaba ni la ayudaba a vestirse, tampoco miraba su cuerpo con el mismo deseo de antes. Ya habían cumplido dos semanas y Mirabel no se animaba hablarle por miedo a que él le dijera que fue un error y que no deberían relacionarse. No quería escuchar su rechazo, la rompería más de lo que ya estaba. Intentaba calmarse, coloco su mano en su pecho sintiendo los lentos latidos de su corazón.

–Camilo...–murmuro cerrando sus ojos ante el dolor de no ser tan valiente cuando se trata de aquel joven cambia formas.

Salió de su habitación, era de madrugada una enorme parvada adornaba el cielo pálido. El silencio era tal que lo único que se escuchaba era sus pasos bajando por las escaleras. Casita se hallaba calmada y los demás integrantes de la familia apenas comenzaban a despertar de sus largas horas de sueño. Al llegar al comedor paro sus pasos al verlo tan calmado, con la mirada concentrada en un documento y junto con una taza de café humeante. Camilo tomaba enserio su papel de próximo líder del pueblo. Ella sonrió levemente al ver su ceño fruncido ante –lo más seguro– una tonta petición que quería que autorizaran.

–¿Ahora que piden? –le pregunto en un tono tranquilo a la vez que divertido mientras tomaba asiento en frente de él.

–Es otra petición para tomar la mano de Isabella –explico asqueado y sin verla; ya estaba cansado de tantas peticiones de ese estilo, varios creían que tener riquezas ya les daba ventaja de pedir matrimonio a una de las doncellas–. Ofrece una gran cantidad de riquezas provenientes de la capital –dejo el documento sobre la miro y miro a la doncella con repulsión–. ¿Puedes creer que la quiere esposar un viejo de setenta ocho años?

Mirabel expreso una mueca de desagrado al mismo tiempo que un escalofrió recorría su espalda. Las doncellas eran conocidas por varios pueblos y lugares fuera de Encanto; descritas como mujeres de gran belleza y magia en su poder. Son consideradas doncellas al momento de cumplir los quince años, catalogadas mujeres poderosas e inalcanzables, era evidente que muchos querían contraer matrimonio con una de ellas o al menos con las doncellas que tienen el don. Ya que nadie ha pedido la mano de Mirabel e Isabella era la más solicitada y más cuando Dolores y Luisa se comprometieron.

Camilo suspiro y bebió de su café para calmarse. Le daba asco algunas de las peticiones que solo veían a las doncellas como trofeos, solo para presumirlas. Aunque no negaría que si fuera el esposo de la doncella de lentes la presumiría con orgullo. Seguía en discusión su compromiso con ella, la abuela no lo dejara negarse, pero él no la obligaría casarse o amarlo. Frustrado con el mismo dilema del último mes, tomo el sello de denegado y marco la hoja con clara molestia. Dejándola a un costado y volver a centrarse en su bebida caliente. Mirabel al ver que él no volvería hablar, suspiro y se levantó para servirse una taza de café. Ella podía ser una de las mujeres más valientes de todo Encanto, pero pareciera que su única debilidad era aquel hombre que la ignoraba.

–La abuela nos dejó una nota con las tareas de hoy –hablo en un tono cansado sin mirarla ni moverse de lugar–, tenemos que ir a la escuela del pueblo para registrar que todos los libros del estado lleguen en buenas condiciones.

Ella asintió, tampoco sin atreverse a verlo, en su mente solo la fantasía de que Camilo ofreciera cualquier cosa para pedir su mano en frente de la familia. Esbozo una sonrisa triste; serán simples fantasías por que ni ella se atrevía a pedirle que la tocara, que la amara y al fin pudiera besarla, pero como siempre ella será la doncella que nadie quiere.

[...]

Ambos caminaban por las calles del pueblo, Mirabel saludaba de vez en cuando a la gente mientras que Camilo la usaba de escudo para que ninguna mujer se acercara a coquetearle. Desde que su hermana subió al poder en el este; surgió el rumor que él sería el próximo gobernante del pueblo. No era ningún cuento, tomando en cuenta que Dolores y Luisa ya tenían el poder de las fronteras, Isabella no podía subir al poder al negar tener un heredero y Mirabel...no muchos confiaban en una doncella sin don para que los protegiera. Dejando a Camilo como el único candidato para tomar el papel. Lo cual significaba que pronto buscaría a una mujer para gobernar a su lado. Y ella lo sabía. Si Camilo se casaba, ella sería apartada y opacada por la esposa, nadie la tomaría en serio. Él nunca la volverá a ver con amor y deseo.

Triste al igual que pensativa caminaba a la institución del pueblo. Su cabeza daba vueltas ante todo lo que ocurría, ¿Por qué no tenía el valor de pedirle que la amara? ¿Por qué él ya no se acerca para susurrarle en el oído?

Camilo la miraba de vez en cuando, parecía seria y distante. Las cosas se volvieron más incomodas. Abrió las rejas de la escuela, dejando que ella entrara primero. Mirabel se lo agradeció un delgado hilo de voz. Él sonrió levemente al escuchar ese tono que le parecía tierno y la siguió por detrás. Encaminaron directamente al edificio principal, Camilo miraba de vez en cuando la mano de su amada queriéndola tomarla como antes lo hacían, cuando tenían el valor de expresar lo que sentía sin ningún miedo. Como a veces se aguantaba las ganas de ir por Catalina para amarrara su hilos devuelta y poderla tener en sus brazos.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que lo único que logro sacarlo a patadas de ellos fue una voz masculina que los recibió al momento de entrar a la dirección de la escuela:

–Bel, ¿Qué te trae por aquí? –exclamo con una sonrisa un hombre alto de piel morena clara, cabellera castaña y unos ojos oscuros como la noche.

–¿Octavio? –exclamo sorprendida la doncella.

Camilo apretó sus puños irritado al verlos abrazarse como si su presencia no existiera. Ella volvía a sonreírle a un hombre que no era él. Con el corazón adolorido solo dio media vuelta y salió del lugar para ver directamente la tarea que le asignaron. No quería verla feliz con otro. Mirabel dejo de sonreír al verlo partir. No dijo nada y siguió hablando con el hombre. ¿Por qué Camilo siempre se alejaba?

–¿Bel? ¿Estás bien? –expreso preocupado el hombre al separarse.

Ella reacciono dando un pequeño brinco, desorientada lo miro y le dedico una sonrisa falsa; que por suerte se la creyó. Él no era Camilo como para decirle todas sus inquietudes.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora