||TREINTE Y NUEVE||

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|39|La doncella en apuros (parte 2)

Sonrió embobado al verla parada arriba de las escaleras, iluminada por las luces de las lamparas; ahí estaba ella, sonriéndole con vergüenza y amor mientras inconscientemente acariciaba su vientre sobre la tela del hermoso vestido que la hacía lucir como una autentica reina. Su reina. No dudo ni un segundo para correr hacia ella, pero Casita no lo dejo ya que al pisar el primer escalón él lo tumbo contra el suelo. Irritado gruño, se levantó del suelo sacudiendo su traje y tomando devuelta las flores que por pura suerte no se maltrataron. Murmullaba cuanto odiaba a la casa; su relación era más odio que amor. Su enojo no duro al escuchar la suave risa de su amada que al contrario que él Casita la ayudaba a bajar con demasiado cuidado moviendo el barandal de las escaleras como si la tomara de la mano. Levemente sonrojada porque quería escuchar cómo se veía, le sonrió con dulzura. Camilo la tomo de la cintura para juntar sus frentes y susurrarle:

–Soy el hombre más afortunado al tener una mujer tan hermosa a mi lado –beso su frente y le entrego el ramo de claveles.

Sonrojada las tomo y acaricio los pétalos delicados con sumo cuidado.

–¿Por qué me das flores? El cumpleañero eres tú.

–Porque quiero cuidar al mejor de mis regalos –sonrió de lado.

Ella esbozo una sonrisa y arqueo la ceja.

–¿Mis pechos? –pregunto burlona.

–Sí –le dio la razón sin vergüenza alguna, haciéndola reír.

Camilo acaricio su vientre dándole a entender que también se refería a su hijo, tenía que ser cuidadoso de que la abuela no los descubriera, como ella la mayoría de las veces no le prestaba atención a Mirabel no ha sospechado nada sobre el embarazo de más de tres meses de la doncella. Agarro no de los claveles y lo coloco en su oreja, logrando que ella se sonrojara. Su cabello estaba recogido en un moño alto con accesorios de oro que le regalaron su suegra y cuñada, junto con un maquillaje sutil y labios pintados de un rojo no tan intenso que hacia resaltar su belleza.

Ella se aferró a su brazo sin intenciones de soltarlo esa noche, Camilo sonrió y la llevo a con los demás en espera que todo comience.

[...]

Luisa y Arturo cuidaban de Mirabel mientras que Camilo les daba la bienvenida a los invitados a lado de Alma. A pesar que no le gusto separarse cuando los primeros invitados llegaron, mordía su labio inferior incomoda, no le importaba arruinar su labial. Se encontraba celosa de ver como varias familias presentaban a sus hijas como un excelente partido para ser la esposa del futuro gobernante de Encanto. Varias de las mujeres eran hermosas y llenas de gracia, un partido de excelencia para alguien como Camilo. Podía notar incomodidad de su novio al ser cortes y saludarla, evitando a toda costa el contacto visual, pero por otro lado Alma miraba a cada una como si las estuviera considerando.

Su cuñado regreso a donde estaban ellas para entregarle una copa con zumo de toronja mientras que a su esposa le entrego una de vino tinto. Mirabel bebió de la bebida, como extrañaba beber un poco de alcohol para calmar sus nervios. No podía reclamar nada, ante los ojos del pueblo ellos solo eran primos. La abuela les prohibió anunciar su relación hasta que sea el momento indicado; en pocas palabras ella quería ver cuáles eran los mejores apostadores antes de darles el permiso de anunciarlo. Alma no era una mala mujer, amaba su familia –quitando el hecho que solo no le prestaba mucha atención a la menor de las doncellas–, pero separaba a su familia cuando se trataba de proteger a todo un pueblo que depende de sus poderes para cuidarse. Y la última gota de vaso se derramo al ver como uno de los hombres más importantes del pueblo le presentaba a su hija mayor al cambia formas, el intento tratarla como todas las demás con cortesía y amabilidad, sin ninguna pisca de interés pero lo que la llevo irse de allí fueron las palabras de la abuela halagando a la joven, diciéndole lo hermosa y encantadora que era ella. Por la posición en la que estaba no podía verla bien mas allá de su bello vestido magenta y larga cabellera castaña oscura, tenía una figura que muchas envidiarían, incluyendo a Mirabel. Le dolió en sus adentro como Alma le insistía a Camilo que conviva con la joven. Era obvio que no recibiría un no por parte de él.

Mirabel suspiro y le dijo a su hermana y cuñado que saldría un rato afuera para tomar aire fresco, inventando que de nuevo sentía nauseas, Luisa rápidamente se apuntó para acompañarla, pero ella la rechazó, necesitaba un momento a solas. Le dejo su copa a Arturo y se alejó de toda la gente. Se sentía tan miserable que la abuela nunca la toma en cuenta, intento llevarse bien con ella cuando surgió todo el conflicto pero no tardo mucho para volverla a dejarla de lado y más cuando ella su familia se mudó al oeste. Temía que obligara a Camilo a buscar una esposa con la que si pueda gobernar sin problemas. Salió de Casita para descansar un poco, sentándose en los escalones del patio trasero acaricio su vientre. Camilo no tenía la culpa de nada, él ha mejorado mucho con el avanzar de su relación, aunque a veces peleaban o tenían opiniones diferentes pasaban las horas y hablaban para llegar a un acuerdo. No eran perfectos pero se complementaban mutuamente. Una pequeña sonrisa se formuló en sus labios, en la única situación en la que nunca llegaron a tener tanto conflicto era como criaran a su pequeña luciérnaga, pasando noches enteras hablando de lo que harían o proponiendo nombres que el otro termina rechazando.

Estaba tan metida en sus pensamientos deseando que la noche acabara para estar con su novio y disfrutar el regalo que tenían pendiente. Ya más calmada, se levantó y cuando estaba a punto de irse; alguien le hablo a sus espaldas.

Hola mariposita...

[...]

Camilo mostraba mucho desinterés en la bella dama que su abuela lo obligó a que la acompañara. La chica –cuyo nombre no se aprendió, ni le interesaba– no paraba de hablar de ella. Él solo respondía con simples palabras llenas de aburrimiento o con movimientos de cabeza. La chica no parecía que lo notase e interesara saber de él. Solo quería volver con su novia y descansar escondido en su cuerpo. Sonrió bobamente, pensando en su sonrisa y también su cuerpo.

–Oye, linda, iré por algo de beber, vuelvo en un momento –mintió descaradamente, pero ya estaba cansado de escucharla y tener que fingir una sonrisa para no verse mal educado.

La mujer no le tomo mucha importancia y se fue a buscar a alguien con quien hablar. Camilo suspiro de alivio y comenzó a correr entre la gente en búsqueda de Mirabel. La quería a ella, solo quería escuchar su voz cuando acariciaba su cabello o cuando lo dejaba explorar cada rincón de su cuerpo sin ninguna intensión sexual solo era uno de sus momentos donde están tranquilos. Se encontraba tan perdido en su cabeza con imaginarse el cuerpo de su novia que no se fijó en su camino y término chocando bruscamente con alguien quien salía de una esquina. Ambos terminaron en el suelo ante el fuerte impacto. Camilo rápidamente se levantó para ayudar a la persona con la que choco quedándose sin palabras al encontrarse con esa cabellera pelirroja y esos ojos que lo miraban sorprendidos.

La persona que menos quería ver en esos momentos estaba allí, aceptando su mano para levantarse.

–Feliz cumpleaños, Camilo –dijo Ana Laura con una pequeña sonrisa.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora