||OCHO||

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|08|El momento

La cena había sido un desastre total, la mayoría se sentía incomodo ante el ambiente meloso de Camilo y Mirabel; miradas, risas leves y sonrisas tontas eran evidentes. Y cuando acabo la cena todos abandonaron casi de inmediato el lugar, sabían que ellos tenían que relacionarse, pero no esperaban que fuera tan pronto apenas llevaban una semana viviendo de nuevo juntos. La abuela casi las culpaba por usar alguna especie de droga para unirlos, pero al no haber pruebas las dejo ir. Isabella les dijo que la esperaban en la vieja habitación de Dolores a media noche, tenían que hablar.

Suspiro al ver que no hay nadie que la descubriera, se acercó a las descuidadas puertas y se adentró a la de Dolores. La única habitación donde nadie podría oírlas. Cerró la puerta detrás de ella, tomo un respiro para mantener la calma.

–Ok, creo que...–callo sus palabras al ver a Mariano sentado inocentemente en medio de Dolores y Luisa–. ¿Qué hace Mariano aquí? –pregunto frustrada pellizcando el puente de su nariz.

Dolores abrazo a su esposo atrayéndolo hacia ella, beso su mejilla dejando una marca de labial rojizo sobre su piel y miro a su prima con ojos de cachorro.

–Él no quiere estar afuera del plan –respondió mimando al hombre.

–Quiero ayudar a la familia, ya es mucho que nos dejen afuera con todo esto de Mirabel y Camilo –hablo el con una sonrisa nerviosa.

La consejera suspiro rendida, miro toda la desastrosa y polvosa habitación para buscar la manera de poder seguir con el plan.

–Ok –respiro hondo y miro al hombre–, sabes que ellos tienen que unirse –él asintió–, el problema es que ellos avanzaban a su ritmo y lo hacían bien, pero Catalina quiso "ayudarlos" a darles un empujón.

–¿Ella fue la causante de que casi se lanzaran al otro en medio del discurso de la abuela? –pregunto Luisa mirando sorprendida a su hermana.

–La abuela ni el tío Bruno deben enterarse que Catalina puede hacer eso, ella no lo hizo con malas intenciones –dijo Dolores avergonzada por asustar a la menor–. Amarro sus hilos del destino, ahora están "muy juntos".

–El plan es sencillo, dejar el nudo esta noche y en la mañana en el desayuno tomamos a la niña y la llevamos con ellos para que deshaga sus hilos, fácil.

–Pero mañana todos estarán ocupados con la ceremonia –exclamo Mariano mirando a la doncella mayor.

Isabella reacciono a sus palabras, él tenía razón. Todos estarían ocupados mañana, la vigilancia hacia la niña sería más cuidadosa. La abuela no dejaría que alguien se aprovechara de su nieta. Querían dejar el hilo amarrado esta noche para que pudieran procrear al heredero que tanto anhela la familia. El suelo comenzaba a llenarse de hierbas alrededor de la doncella. Los tres restantes se miraron entre sí. Hasta que Luisa se le ocurría una idea.

–Arturo y Mariano podrían ayudar –hablo mirando al hombre.

Miro a su hermana analizando su propuesta.

–Ustedes pueden ofrecerse a cuidarla –comento en voz baja mirando a Mariano–, solo tienen que cuidarla y hacer que desamarre el nudo sin que ellos se den cuenta. No sabemos cómo reaccionarían si supieran que están así por una especie de magia.

Las doncellas miraron al hombre fornido como su última esperanza, provocando que se pusiera nervioso, pero por dentro estaba feliz ser útil.

[...]

La noche era hermosa, no había gente afuera más que aquel par de jóvenes. Caminaban descalzos en medio del prado verde, rodeados de las luciérnagas que salían de los matorrales. Entre risas, sonrisas melosas se miraban con profundo anhelo, no tenían idea de porque se sentían tan completos, pero les gustaba. Camilo jugaba con sus dedos mientras que su otra mano acariciaba el rostro de la doncella de lentes. Ella cerró sus ojos dejando que él la admirara su piel tostada bajo la luz de la luna.

La ligera brisa de la noche movía sus cabelleras y vestimentas. Él apreciaba su sonrisa junto al brillo de la luna reflejados en el cristal de sus gafas.

–Crees que nos descubran –susurro Mirabel sin abrir sus ojos ante las caricias que le daba su compañero.

–No lo sé –respondió de forma juguetona aun manteniendo una sonrisa en lo que se acercaba peligrosamente a su cuerpo–, pero tampoco me importa, quería estar contigo a solas.

Oculto su rostro en el hombro desnudo de su doncella, ella dejo salir un pesado suspiro al sentir su aliento caliente chocar contra su piel. Las manos de Camilo recorrieron su cintura, muslos y su trasero, queriendo levantar la falda de su vestido y acercarla más él. Ella no se oponía dejaba salir ligeros suspiro que intentaba ahogar al morder su labio inferior. Mirabel lo separo de su cuello para poder ver su rostro. Quito aquellos cabellos enchinados de su frente y le dedico una hermosa sonrisa; cual no tardó en ser correspondida. Ambos bajaban su mirada a sus labios y de nuevo a sus ojos, como si buscaran un permiso para terminar esa tortura. Camilo quito con delicadeza sus anteojos y comenzó a acercarse para poder besarla como tanto había querido esa noche. Mirabel no se quedaba atrás enrollo sus brazos en el cuello de él. Sus alientos chocaban, las manos de su amado sujetaban su cintura atrayéndola más a él. Y justo cuando iban a cortar distancia y fuerte golpe de agua helada cayó sobre ellos.

Empapados y sorprendidos miraron hacia arriba donde unos tucanes volaban sobre ellos llevando consigo unos baldes vacíos.

–¡Ya basta, malditos calenturientos! –Escucharon la voz enojada de Antonio.

Ambos giraron hacia Casita donde estaba el preadolescente en pijama y con una linterna de aceite en manos. Camilo gruño al verlo y Mirabel desvió la mirada avergonzada.

–¡Tuve que soportarlos toda la cena y no dejare que arruinen mi sueño¡ –les grito furioso, miro un poco más calmado a su prima favorita– ¡Te quiero, Maribel, pero por favor, dejen dormir al prójimo! ¡Esperen por lo menos a que nos vayamos, ya me basta con soportar a Dolores y Mariano!

Sin más dio media vuelta y se adentró de nuevo a Casita siendo seguido por los tucanes que lo ayudaron. Camilo bajo la mirada derrotado, mientras que su amada solo rio ante la reacción de Toño. Ya veía a que se refería a que ya no era el mismo niño adorable que antes. Él suspiro rendido mientras exprimía su poncho. La noche era fría y más el inesperado baño que recibió lo más probable terminen enfermos. Abrió sus ojos con sorpresa al escuchar la risa alegre de su compañera, ella rodeo la mirada divertida cuando él la miro. Se volvió a colocar sus gafas y se acercó a él para depositar un pequeño beso muy cerca de sus labios.

–Ya habrá otro momento para nosotros –le dijo dulcemente antes de dar media vuelta y volver a la casa.

Camilo la miro irse tranquilamente, moviendo ligeramente sus caderas como si quisiera provocarlo y lo logro. Cerró sus ojos, dejando salir una risa ahogada y emocionada. Se dejó caer al pasto ante tantas emociones que jamás había sentido, ni con su ex prometida. Su corazón latía con vigor y en su mente solo existía su futura reina. Mientras que en Casita, Mirabel soltaba una risa emocionada al casi besarlo. Ya habrá un momento para que al fin puedan estar juntos.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora