||SIETE||

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|07| Cercanía

Mirabel suspiro, no decidía que vestido ponerse para la cena de esta noche, estaba aún ropa interior tratando de elegir que ponerse. Toda la familia estaba abajo, esperándolos. Luisa le hizo el enorme favor de traer todo su armario cuando llego, pero no la salvaba de buscar algo que realmente favorecería. Miro a su compañero de cuarto peinando sus risos frente al espejo; peinándose con una coleta baja. Camilo era mucho mejor eligiendo su vestimenta que ella. Con pantalones blancos de vestir una camisa de manga larga color vino que favorecía al poncho naranja que siempre traía. Suspiro de nuevo y algo nerviosa llamo su atención.

–Cami, podrías ayudarme.

Él volteo y la miro para después dirigir su vista a la gran variedad de vestidos sobre la cama. Realmente no le importaba mucho verla en ropa interior. Si su Yo de dieciséis o quince años la viera ya hubiera tenido una erección marcada de en sus pantalones ante tantas y hermosas curvas que tenia ella. Dejo lo que hacía y se acercó a ella abrazándola por la espada y colocando su mentón en su hombro. La cercanía de ambos comenzaba a ser más peligrosa, pero pareciera que no les importaba. Es más les gustaba. Inconscientemente comenzó a acariciar la cintura de reloj de arena mientras analizaba los vestidos. Mirabel suspiraba sonrojada al sentir sus frías manos sobre su piel. Sus piernas comenzaban a temblar cuando él jugaba con el elástico de sus pantis.

–Creo que te quedaría bien el amarillo con toques naranjas –le susurro.

–¿Tú crees? –murmuro volteando su rostro hacia él.

Sus alientos chocaron. Miraron los labios del contrario para después verse a los ojos, envueltos en una tentación mortal. Su cercanía no era normal, la necesidad de tenerse cerca se volvió drásticamente más peligrosa como tentadora.

–Podemos ir combinados –dijo muy cerca de sus labios, ella asintió girando su cuerpo para quedar más cerca.

Los brazos de ella danzaron hacia su cuello, ambos estaban de romper la distancia, si no fuera por los leves golpeteos de la puerta de su habitación. Camilo gruño aun sin soltar la cintura de la joven. Ella no se despegaba de su pecho, pero se le notaba más calmada que su compañero.

–Idiota, Mamá está lanzando rayos porque no bajas –exclamo irritado Antonio desde el otro lado de la puerta.

Resoplo frustrado al escuchar la voz de su hermano. Su relación cambio, extrañaba al adorable Antonio que a este molesto preadolescente. Aunque solo era molesto con él, con todos los demás seguía siendo un amor de persona.

–Dile que ya vamos –exclamo molesto–, Mirabel tiene un problema con el cierre de su falda.

No escucho respuesta por parte del chico, solo unos pasos alejándose. Frustrado soltó el agarre de la joven, ella rio ante la actitud de ambos hermanos. Tomo el vestido naranja como habían acordado, él la ayudo a abrocharlo. La peino rápidamente y le coloco un medallón de oro en forma de mariposa, que solo lo usaba para eventos importantes. Antes de abrir la puerta y bajar, ambos se miraron y sonrieron. Mirabel se acercó a él y lo beso muy cerca de sus labios.

–Somos un equipo –le dijo con cariño, limpiando un poco la macha de labial que dejo.

Camilo asintió con una sonrisa. Ofreció su brazo y ella sin dudarlo se aferró a él. Ambos bajaron de forma tranquila hacia el patio donde los esperaba la familia. Festejarían en privado el ascenso de las dos doncellas y los próximos cuidadores del milagro. Ambos llamaron la atención de todos en especial de sus madres y abuela, parecían como una verdadera pareja.

Al llegar los dos se separan casi a las fuerzas por sus madres que los extrañaron. Aun así compartían miradas lascivas de vez en cuando, muchos lo notaron. En especial las tres doncellas. No les parecía normal ese tan repentino cambio que surgió en su relación. Hace unos días estaban jugando como niños en el comedor ahora pareciera que se querían devorar mutuamente. Inquieta Isabella mordió el borde de su copa mirando cada movimiento de su hermanita.

–Algo está mal –expreso extrañada.

–También lo siento –dijo Dolores acercándose a ella–, Camilo pareciera que robaría a Mirabel en cualquier momento.

–¿No fueron ustedes? –interrogo sorprendida.

–Te dije que no íbamos a usar drogas para que se acercaran. Dudo que Luisa haya hecho algo o que la abuela lo hiciera ya que no aprueba su unión y nuestras madres se mantienen firmes con la idea que ellos mismos se unan –suspiro–. Todos estamos confundidos.

–Si no fueron ustedes, ¿Quién fue?

–Fui yo.

Ambas mujeres se pusieron pálidas al escuchar una dulce e inocente voz. Asustadas lentamente giraron hacia atrás encontrándose con la niña de falda verde. Catalina las miraba con esos enormes ojos negros. Ahora entendían porque Camilo le aterraba la niña. Dolores asustada, tomo la mano de su prima en búsqueda de protección y con su voz temblorosa, dijo:

–Ella hablo...

La niña apenada bajo su mirada al suelo y comenzó a jugar con el bordado de su falda. También estaba asustada.

–¿Qué hiciste Catalina? –pregunto Isabella soltando a dolores para agacharse a la altura de la niña.

Aunque enserio le saco un susto escucharla hablar por primera vez, tenía que mantener la compostura. La pobre se animó a hablar y ellas se asustan.

–Solo amarre sus hilos cuando me cuidaron esta mañana –explico con tristeza aun con la mirada enfocada en el borde de la falda–. Escuche que querían que ellos se casaran, que querían mi ayuda y eso hice –miro a su prima con sus ojitos cristalinos–. ¿Ayude?

Isabella suspiro, no dudo en abrazarla con cariño, Catalina solo quería ser útil aun si eso significaba usar mal su don. Dolores miro a Camilo y Mirabel de nuevo juntos en uno de los pilares de Casita; riendo y compartiendo una que otra caricia. Cerró los ojos, tratando de mantener la compostura. No le agradaba obligarlos a sentir algo por el otro, aun si eso significaba atrasar más su deseo de ser madre.

–¿Qué podemos hacer? –pregunto firme a la doncella perfecta–. Ellos están influenciados.

Isabella mordió su labio inferior y volvió a ver a la niña. Coloco su mano en su hombro y le sonrió para calmarla.

–Ve con tu papá, por favor no le digas lo que hiciste, buscaremos una solución.

Catalina asintió y salió corriendo a dirección a donde estaba Bruno. Isabella la vio irse, cerró los ojos y exhalo cansada. Levantándose del suelo, sacudió su vestido con una expresión exhausta.

–¿En verdad crees que no hay una solución? –pregunto Dolores preocupada.

Giro a verla y peino su cabellera hacia atrás.

–La hay –respondió–, solo hay que hacer que Catalina deshaga el nudo y ellos volverán hacer los mismos de siempre.

–¿Por qué no le pediste que lo hiciera ya?

Ella suspiro y miro a su hermana siendo cortejada por Camilo. Seguía sintiendo repulsión por su primo, pero tenia claro que él mostraba atención y cuidado por Mirabel.

–Como dijo Bruno, ellos estarán juntos queramos o no –giro a ver a Dolores y le regalo una débil sonrisa–. Si los dejamos que se adelanten un poco podrían embarazarse más pronto y traer de nuevo la vela.

Dolores no contesto, era una decisión difícil. Toco su propio vientre esperando que en verdad puedan traer el milagro devuelta con el tan esperado bebé del pecado. Trato de mantener la compostura y fingir una sonrisa, aunque realmente por dentro estaba emocionada que pronto podría tener el hijo que siempre anhelo con su amado. Mañana será un gran día para los Madrigal, pero esta noche le pertenecerá a los sucesores del milagro.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora