||TREINTA Y SIETE||

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|37|Veintidos años

Era mediodía, caminaban devuelta a casa. Luisa se notaba frustrada al no encontrar algo que regalarle a su cuñado. Porque cuando ella llego junto con su esposo llenaron de regalos a su hermanita y sobrino. En cuanto a Camilo solo vio cómo su novia estaba emocionada en probar todos los vestidos para embarazada que le trajo. Luisa se sintió fatal a ver como él solo miraba con una sonrisa liviana a su amada bailando con cada una de las hermosas faldas de colores fríos y cálidos. Si Luisa supiera que lo que realmente pasaba en la mente de Camilo en esos momentos no dudaría en dejarlo sin regalo ni acercarse a su hermana.

–¿Qué le gusta a alguien como Camilo? –pregunto ella mientras cargaba la mayoría de las cosas para la celebración.

–Los pechos de Mirabel –respondió indiferente Antonio con su mirada fija en el sendero.

El rostro de la doncella menor se coloreo de un intenso carmesí. Luisa se quedó sin palabras y con la mirada sorprendida de la manera en la que lo dijo. En eso rápidamente se acerca Isabella molesta para darle un zape a la cabeza del preadolescente. Él se quejó y ella levanto la mano amenazándolo.

–Todos sabemos el amor que tiene Camilo por los pechos de Mirabel, pero no le aconsejes eso –exclamo irritada–. Yo planeaba amarrarle un moño en sus pechos y dársela.

Mirabel miro a su hermana más sonrojada de lo que estaba. Todo se fue al carajo cuando Toño reclamo:

–Oh, no, llegas tarde ese era mi plan –dijo mirando a la mayor de forma retadora par después sacarle la lengua.

–Podemos dejar de mis pechos –los regaño en un tono avergonzado como humillado de que hablaran de sus pechos en pleno camino.

–¡No! –hablaron ambos molestos al ver que tenían la misma idea.

Por otro lado Luisa noto como Dolores caminaba muy alejados de ellos, con la mirada perdida y avanzando lentamente.

–¿Estas bien? –pregunto preocupada al verla tan callada.

Dolores la miro y mordió levemente su labio inferior. No quería armar un escándalo al decir que escucho a la ex prometida de Camilo.

–Si –respondió intentando sonreírle–. Solo ver la ropa de bebé que le compre para Mirabel me puso mal –mintió.

Luisa coloco su mano en su hombro dándole apoyo.

–Pronto tendremos a nuestro sobrino –comento con una pequeña sonrisa al ver a su hermana acariciando de vez en cuando su vientre para después susurrar– y si Dios nos da nuestro milagro también tendremos a nuestros hijos.

La doncella chismosa le regalo una sonrisa triste, agradeciéndole en un murmullo. Aunque si le afecto saber que Mirabel estaba embarazada, cuando llego a Casita y vio lo feliz que estaba su hermano hablándole a la pancita de su novia. No quería que su felicidad sea arruinada si apareciera de nuevo su ex prometida. Tenía que hablar con él y advertirle.

[...]

Camilo estaba aburrido encerrado en la guardería, todos no lo dejaron participar en los arreglos de su propia fiesta y Bruno le prohibió trabajar en su cumpleaños. No creía que en verdad extrañaba estar rodeado de papeles que no hacer nada. Lanzaba y cachaba la bola de estambre en una manera de distraer su mente con algo, no quería salir al pueblo y ser corrido de allí por sus hermanos para que no vieran lo que preparaban. Él no esperaba nada de nadie. Volvió a cachar la bola de estambre y cerro sus ojos, pensativo se relajó. Tiene veintidós años ya, una gran familia que lo quiere, será el líder de su pueblo próximamente, tiene a una novia maravillosa y sensual con la que espera a su primer hijo.

Abrió los ojos con una sonrisa tranquila. Se levantó para dejar la bola de estambre en la mesa de trabajo de su amada, quedándose quieto al ver un hermoso conjunto de bebé sobre el mueble. Era un gorro y unos guantecitos de color amarillento con toques anaranjados. Los tomo con delicadeza acariciando la suave tela de algodón. Se parecían demasiado a los que tenía el bebé en la visión. Rápidamente guardo devuelta la ropa al escuchar un leve golpeteo en la puerta.

–Pasa...–dijo algo nervioso temiendo que se tratara de su abuela. Aunque era algo improbable ya que ella nunca se adentraba a la guardería desde que empezaron a vivir allí.

La puerta se abrió suavemente, mostrando la figura de su hermana quien tenía una sonrisa decaída. Él la miro serio en lo que volvía a tomar asiento en el borde de su cama. Aun le tenía rencor por arruinarle su regalo en la madrugada. Ella suspiro cerró la puerta una vez que entro, tomando asiento en la otra cama para quedar frente a él. Camilo suspiro peino con sus dedos sus rizos para mirarla ahora con indiferencia.

–¿Qué sucede? ¿Cuál es el chisme? –su voz intento sonar con burla, aunque por dentro estaba interesado en los chismes del pueblo.

Dolores tomo aire, tratando de mantenerse tranquila, lo miro con seriedad y fue directamente al grano:

–Ana Laura está aquí.

Camilo se quedó pálido y sin palabras con solo escuchar eso. Él era débil con esa mujer, no quería volver a cometer una estupidez habían sido meses de tranquilidad donde por fin creyó que Daniel los dejo en paz con varios rechazos indirecto y sobre todo directos. Abrió su boca, pero nada salió de ella.

–Por favor, aléjate de ella –exclamo su hermana con preocupación–. Tienes una hermosa familia ya, no le hagas daño a Mirabel.

Él bajo la mirada apretando el borde de su poncho con fuerza. Sus manos temblaban y levanto su mirada hacia su hermana, tenía miedo de volverlo arruinar si se la encuentra. Ella mordió su labio, no le gustaba verlo así de acabado. Sin dudarlo se levantó de la cama y fue abrazarlo con todas sus fuerzas para calmar su ansiedad. Él no dijo nada más y solo se dejó abrazar por sintiéndose patético por tener veintidós años para ser protegido por su hermana mayor. Dolores no lo juzgaría, ella lo quiera demasiado aunque nunca se lo dijera, él necesitaba que lo apoyen para que él pudiera cuidar de la familia que lo necesita.

[...]

Mirabel estaba sentada en frente de la mesa del exterior, terminando de coser los últimos detalles del vestido de Catalina. Su mamá y suegra no la dejaban moverse mucho por la salud de su bebé. Solo porque se trataba de su pequeño, se mantenía mayormente tranquila. No quería que nada le pasara o preocupar a su novio el día de su celebración. Sonrió con un ligero sonrojo en sus mejillas canela al recordar que dejaron pendiente su regalo. Dejo el vestido verde sobre la mesa y bajo su mirada a su vientre abultado oculto bajo su ropa algo holgada, ya se había convertido en una manía acariciarlo como hablarle. No podía creer que en verdad tenía a su bebé allí adentro, que no esperaba el momento que diera sus primeras pataditas para que Camilo pudiera sentirlo.

–Hoy es el cumpleaños de Papá –le susurro con cariño–. Te pido, por favor, que no hagas vomitar a mami durante su regalo. A cambio te daré todas las arepas que quieras.

El antojo más común que tenía Mirabel eran las arepas, tanto era así que sus hermanas le hacían burla dando por hecho que si era hijo de Camilo.

Suspiro más tranquila y antes de que volviera a arreglar el vestido de su prima, el alma casi se le escapa del cuerpo al ver como su abuela caminaba a lado de Daniel. Ambos parecían estar hablando animadamente y justo cuando él sintió su mirada; giro a verla y le sonrió con elegancia haciéndola enojar. Se levantó de su asiento antes que él viniera y huyo hacia dentro de Casita. No quería problemas, no más cuando todo era tranquilidad con su novio.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora