||DOS||

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|02|Hogar, viejo hogar

Camilo y Mirabel mantenían una mirada sorprendida hacia la puerta de la guardería, escucharon los furiosos gritos de la doncella perfecta. Se mantenían callados, ninguno de los dos se atrevió hablar desde que llegaron a la habitación. Él recostado en la cama jugaba a lanzar una bola de estambre al techo mientras que ella seguía entretenida bordando un nuevo moño para Catalina.

–Creo que por eso no querían que asistiéramos –murmuro Camilo mientras lanzaba y cachaba devuelta el estambre.

La doncella de lentes cerró sus ojos y momento dejando salir un soplido de sus labios. Entendía porque no asistió a la reunión, no tenía un puesto importante como sus dos hermanas o su prima. A pesar de traer de vuelta un poco del milagro; seguía en el mismo puesto de la jerarquía de los Madrigal. Y seguiría ahí hasta que contraiga matrimonio. Al menos no estaba sola bajo las sombras de las demás mujeres, Camilo tampoco tenía un puesto asignado; aunque estuvo a punto de tenerlo al estar casi a punto de casarse antes que Luisa, pero por desgracia nunca paso. La boda se canceló a pocos días cuando se enteró que su prometida lo engañaba con medio pueblo. Recuerda como la abuela lo salvo ante tanta humillación que recibieron.

En cambio ella lo más lejos que ha llegado fue una propuesta de irse de Encanto para casarse en Bogotá. Obviamente lo rechazo, por más que lo amara no quería dejar su familia y responsabilidades, un año después, se enteró que su exnovio término casándose con otra mujer allá.

–¿Crees que nos dirán todo o nos enviaran al pueblo a fingir que nada pasa? –susurro mirando fijamente la tela de sus manos.

Camilo soltó una pequeña risa; fue muy tonto no incluir a los dos hombres. Ellos son de la familia y son buenas personas. Le agradaba Mariano, tantos años viviendo juntos era agradable, al menos lo era hasta que se ponía meloso con su hermana. Por otro lado Arturo era como el hermano que nunca tuvo Mirabel; él era todo lo contrario a Luisa, algo bajo –en comparación a su esposa– flaco, piel ligeramente bronceada, cabellera corta y oscura. Él era tranquilo y sereno, pero de buen corazón. Siempre hallaba la manera que Luisa no se estresara o cargara responsabilidades demás.

–Dolores no aguantara la presión –exclamo relajado volviendo a jugar con el estambre–, nos enteraremos más pronto que lo que canta un gallo.

Ahora fue ella quien rio. Ambos no volvieron a hablar, era extraño, tampoco sabrían de qué podrían conversar; a pesar de que eran inseparables cuando eran niños. Ahora con veintiún años eran como dos completos desconocidos. Ambos habían cambiado de apariencia y habían madurado para seguir los pasos de sus familias. Bueno, Camilo seguía siendo un bromista y dramático, pero era serio cuando la situación se recurría. Lo más seguro es que ambos terminarían siendo el consejero de sus hermanas cuando suban al puesto. Y era un puesto importante, ser la mano derecha en las decisiones y discusiones era algo digno de hacer.

La familia ya no se reunía como antes; eran muy escasos los momentos en que se reunían para festejar. Dirigir y proteger un pueblo como lo era este era sacrificar muchos momentos familiares. Se mantuvieron en silencio, hasta que escucharon el grito de su abuela desde el primer piso, anunciando que requería de su presencia ahora. Los dos se miraron mutuamente y sin decir nada salieron. Observaron todos los mayores junto con la abuela. Incluso también estaban presentes los hombres con los menores. Mirabel noto a la distancia a su hermana queriéndose apartar de todos. Trago saliva, temiendo lo que sucedería, miro al joven de su lado, Camilo se mostraba tranquilo y despreocupado con los brazos atrás de su cabeza miraba a todos con aburrimiento.

La abuela los miro bajar con una expresión inquieta; cual intentaba camuflar con una sonrisa. Ella conocía bien esa expresión que siempre le dedico cuando era menor. Al momento en que los dos llegaron, Bruno se colocó a lado de su madre para darles el anuncio. Los dos jóvenes se encontraban extrañados ante todas las miradas sobre ellos. Ella miro a su tío y él le sonrió nervioso. Parecía que en cualquier momento entraría en pánico y haría sus rituales de buena suerte.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora