||VEINTICUATRO||

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|24|Entre mujeres

Caminaba de un lado a otro bajo el árbol chicalá en frente de su viejo hogar, estaba impaciente como nervioso; la iglesia de la colonia hace ya un buen rato –como una hora y media– desde que término de dar las ultimas campanadas. Ya era más de media noche, no había ningún rastro de Mirabel. Temía que ella no quisiera saber más de él y lo entendía. No quiere dejar las cosas así, tardaron más de dos semanas en reconciliarse después de lo ocurrido con sus hilos del destino, no quiere perder a su compañera aun si eso significaba perderla como amada. Metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y admiro el cielo estallado, en esa parte del pueblo las estrellas brillaban con intensidad ante las pocas luces de las casas. Cerro sus ojos y respiro hondo. Seria paciente aun no perdería la esperanza.

–Mirabel...–susurro a la nada abriendo lentamente su mirada con genuina tristeza.

[...]

Dolores se alejado caminando de espaldas al terminar de maquillarla mientras que Pepa terminaba de hacer unos últimos retoques en su peinado. Antes de que las campanadas sonaran la menor de las doncellas corrió por los pasillos para pedirles ayuda a ambas mujeres. Se tardó mucho tiempo debatiendo consigo misma si ir o no.

La pelirroja le acerco un pequeño espejo al terminar de arreglarla, ella lo tomo con ambas manos agradeciéndoselo en un casi inaudible murmullo. Impactada al ver su reflejo movió su rostro de un lado a otro, era preciosa, con un maquillaje sutil de tonos cálidos, un peinado alto adornado con un moño rojo –por cortesía de su cuñada– y un par de aretes de oro en forma de flor de mayo que le presto su suegra. No lograba reconocerse y eso alegro por completo a las dos mujeres del este-

–Camilo se está impacientando –exclamo Dolores con una pequeña sonrisa divertida mientras abrazaba los hombros de su amada cuñada–, quieres dejarlo esperar un poco más.

Negó sonriendo tímidamente, ellas no sabían de la "pelea" que tuvieron, para ambas ellos simplemente tendrían una cita. Por otro lado las tres escucharon un gruñido por parte de Isabella. Mirabel giro para ver a su hermana apoyada en la pared a un lado de la puerta con sus brazos cruzados sobre su pecho y una mirada irritada.

–Vas a seguir jugando a la casita feliz –hablo con molestia, sin importarle la presencia de su tía y prima.

–Isabella –suspiro cansada–, por favor, no sigas.

Se levantó de la silla y acomodo su vestido para poder ir y no dejar mucho más tiempo esperando a Camilo, pero fue detenida por la mano de la mayor.

–Mirabel, ¿Qué mierda te ocurre mujer? Puedes engañar a cualquiera, pero no a mí, ustedes no se hablaron durante todo el camino hacia aquí –recalco seria–. Tenías los ojos rojos y Camilo unas ojeras que parecía un mapache. No dejare que te siga haciendo daño.

Mirabel la miro molesta y zafó de manera brusca su agarre, ella ya no era una niña a la que podían decirle que era bueno o no. Tomo la perilla de la puerta, sin embargo no le dio tiempo de moverla al ser detenida por una de las lianas de su hermana.

–¡No te iras hasta que me digas! –Exclamo furiosa–, ¿Qué paso la noche anterior?

–No te importa, ahora déjame salir –murmuro entre dientes sin atreverse a mirarla–, Camilo me está esperando.

–Que espere un poco más...

–¡NO! –exclamo alterada, sabía que Camilo malinterpretaría su tardanza y terminarían definitivamente.

Intento arrancar la liana que rodea su brazo, aunque eso la lastimaría. Quería arreglar las cosas por su propia cuenta, hablarlo y buscar una solución. Isabella aún seguía sorprendida por el desespero de su hermanita por salir mientras que Dolores trataba de calmar a su madre ante tanta confusión que surgía con la pelea de ambas hermanas.

Ella no la dejaría salir y eso la estaba impacientando.

–Necesito verlo –comento derrotada al ver que no podía librarse del amarre que tenían sus manos–, quiero arreglar las cosas con él –bajo si mirada deprimida–. Si no voy él creerá que no quiero solucionarlo.

–¿Qué fue lo que paso? –pregunto una vez más, ahora con un tono más tranquilo y maternal.

Tomo las mejillas de su hermana para calmarla, ella intentaba con todas sus fuerzas no llorar y arruinar su maquillaje.

–Él besó a su ex prometida –murmuro.

Antes que dijera algo la mayor, un rayo callo dentro de la habitación acompañado por una ligera lluvia.

–¡Ana Laura lo encontró! –exclamo furiosa Pepa.

Dolores destapo sus orejas ante todo el ruido que generaban, estaba impactada como su madre al saber que la ex de su hermano volvió para arruinarle de nuevo su vida.

–Sabía que él no podía tomar enserio tus sentimientos.

Mirabel no respondió.

–No te dejare ir y no quiero que vuelvas a relacionarte con él –gruño frustrada mientras pellizcaba el puente de su nariz–. ¡Solo te trae problemas!

Dolores molesta con lo escuchaba, alzo su falda y se acercó a ambas. Isabella la miro con el ceño fruncido y antes de que algo saliera de sus labios recibió una fuerte cachetada por parte de la doncella chismosa. Mirabel sorprendida tapo sus labios con ambas manos mientras que un tic aparecía en el ojo de su hermana.

–Mi hermano hizo mal en relacionarse con esa desgraciada –recalco sus palabras con firmeza y seriedad, levantando su dedo con furia hacia la otra doncella–, pero no dejare a que te refieras a él así. Tú no tienes idea por lo que paso Camilo para venir a juzgarlo en su propia casa.

Seria Isabella acaricio su mejilla enrojecida, sintiendo el ardor del golpe en su piel morena.

–¿Y que pasara si la ve de nuevo? –Ataco– Se la cogerá en frente de Mira y luego le pedirá perdón esperando que mágicamente se solucione todo –hablo con sarcasmo dramatizando sus movimientos. Ella también protegía a su hermana de un idiota como Camilo.

Dolores respiro hondo cerrando sus ojos en búsqueda de una paz interior, al abrirlos de nuevo un poco más relajada, le dedico una mirada compasiva a su cuñada.

–Esa mujer sabe cómo manipularlo, no te pido que lo perdones u olvides todo –tomo sus manos y la miro con unos ojos cristalinos–, es tu decisión, solo pido que lo ayudes a no volver a caer a ese pozo que con apenas logró salir.

–Mira, cariño –hablo en un tono más dulce Pepa colocándose al lado de su hija–, Camilo es un buen chico te lo aseguro, solo tuvo la desgracia de toparse con la gente equivocada.

La pelirroja acaricio con amor su mejilla, también estaba furiosa de que su hijo hiciera eso; dañar a una mujer como Mirabel por otra que solo lo utilizaba cuando le daba la gana era imperdonable.

Mirabel no respondió nada solo giro su mirada hacia la pared de espejos del fondo, seguía sin recocerse. El labial rojizo de sus labios ya estaba destiñéndose al morderlos por todo que pasaba. Respiro hondo y miro a su hermana mayor con seriedad. Isabella seguía furiosa. Tomo la tela de la falda del vestido y se acercó de nuevo a ella para poderla abrazar con fuerza. Los ojos oscuros de la mujer se abrieron ante el inesperado afecto. Mirabel se separó antes de que correspondiera el abrazo y la miro con determinación reflejada en sus ojos castaños.

–Sé que tratas de protegerme –tomo aire y relajo su postura–, pero ya no soy una niña, es mi problema solucionarlo con Camilo –cerro sus ojos y dejo salir un suspiro de sus labios–. Yo quiero verlo ahora, ya sabré si lo perdono o no.

Isabella desvió la mirada y se hizo a un lado. Ella se lo agradeció en un susurro, miro a las mujeres del este y les sonrió con tristeza. Ambas sonrieron deseándole suerte. Sin pensarlo abrió la puerta, tomando la falda de su vestido para salir corriendo de la casa. La suave brisa de la noche choco contra su rostro al abrir la puerta principal, busco por todos lados pero no había nadie, asustada salió a la calle y tampoco nada. Se había tardado tanto en la discusión con las demás mujeres que Camilo se había ido de tanto esperarla. Mirabel sintió sus ojos cristalizar al ver un pequeño ramo de flor de crisantemo tirado debajo del árbol de chicalá.

Tomo el pequeño ramo maltratado del suelo y toco con la punta de sus dedos los pétalos de las flores para después mirar a todos lados con la esperanza de que pueda alcanzarlo, pero nada. La calle estaba desolada y las primeras lágrimas comenzaron a brotar.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora