||TREINTA||

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|30|Hederero

La miro de reojo leyendo tranquilamente en el sillón del despacho que compartían. Ella se veía tan tranquila con su mirada posada en la novela romántica que le presto Luisa. Habían pasado una semana y media después de lo ocurrido, intentaban actuar como si nada hubiera pasado. No dejarían que arruinaran lo bien que iba su relación, Camilo se mantenía cercas de su novia, consintiéndola con mimos o hablando con un caballito de tequila en media noche. Tenían suerte de que ambos estuvieran tan ocupados con sus deberes como futuros líderes de Encanto que apenas podían salir del despacho e irse directamente a dormir. Suspiro pesado llamando la atención de su amada.

Dejo sus documentos sobre su escritorio y giro a verla abrumado. Mirabel dejo su libro a un lado, no dudo en ir hacia él y sentarse en sus piernas. Él la recibió gustoso, ocultando su rostro en su cuello, oliendo aquel perfume que tanto adoraba. Aunque la consentía todo el tiempo, su intimidad quedo opacada. Ella comenzaba a quedarse a su lado cuando él no terminaba su parte del trabajo. Con las nuevas líderes en el poder había muchos cambios que realizar, tratados que actualizar y permisos que autorizar.

Mirabel levanto un como la falda de su falda y guio una de las manos de Camilo debajo de su blusa y sostén, sabia la extraña afición que comenzó a tener su novio con tocar su seno para calmarse o des estresarse. Camilo suspiro cerrando sus ojos y relajándose al mismo tiempo que masajea a su piel canela. Estaba estresado no solo por el trabajo, si no que no podía bajar ningún momento la guardia, sentía que perdería a su amada si se distrae. Intentaba tener un equilibrio con ella y el trabajo pero cada vez más imposible. Entre más se perdía en su mente más jugueteaba con el pecho de la doncella que intentaba mantenerse tranquila, ahogando sus suspiros. Cansado Camilo volvió a suspirar, sacando su mano de la ropa de su amada, ella lo miro extrañada y algo asustada de que él siguiera molesto por lo que paso con su ex novio. No habían hablado nada del tema, la misma noche que volvieron a Casita, durmieron en camas separadas. Estaban confundidos y tan pensativos que no lograron dormir esa noche para que el día siguen actuaran como nada paso, saludándose con un beso y trabajar juntos con sus tareas. Tenía miedo que él se sienta molesto o celoso.

Pero en un instante todos sus miedos fueron callados cuando él la abrazo con fuerza, envolviéndola en un cariñoso abrazo. Mirabel abrió sus ojos con sorpresa y él escondió su rostro en su cuello, para luego susurrarle con miedo en su voz:

–No me dejes...

Los ojos Mirabel comenzaron a cristalizarse, lo abrazo devuelta con todas sus fuerzas. El asustado era él. Simplemente se quedaron abrazados toda la noche, como temieran que el otro desapareciera.

–No lo hare...–murmuro ella con un doloroso nudo en su garganta–. Lo prometo.

[...]

Con una pequeña sonrisa, Camilo cargaba a Catalina quien aún se encontraba medio dormida. Mirabel lo miraba desde la cocina terminando de limpiar junto con Isabella los platos utilizados durante el desayuno. Sonrió al verlo mecer a la niña entre sus brazos mientras le cantaba una canción de cuna.

–Odio admitirlo, pero es bueno con los niños –dijo su hermana terminando de guardar los utensilios en la alacena.

Mirabel esbozo una pequeña risa, Isabella seguía sin aceptar a Camilo, pero al menos lo toleraba. Limpio sus manos en uno de los trapos de cocina y siguió admirando a su novio.

–Ya me imagino que él no soltara a su hijo –hablo en un tono burlón.

Sonrió divertida al lograr su cometido; humillar a su hermana. La pobre doncella menor se enrojeció hasta pintar la punta de sus orejas y miro molesta a su hermana.

–¿Qué? –exclamo fingiendo inocencia–. Camilo es el próximo líder al igual que tú, a fuerzas tienen que traer un heredero y más cuando las demás no pueden.

–Lo sé, pero apenas llevamos unas semanas saliendo oficialmente.

Isabella suspiro, dejo lo que hacía para tomar a su hermana de los hombros y obligarla a verla. Sabía todo el plan de respaldo de la abuela por su tío que también hallaba una forma de que no se sintieran presionados, porque si Camilo y Mirabel no conseguían al bebé de la predicción la casaría con Daniel. Quería que su hermana fuera feliz con quien realmente ama, aunque por desgracia ese era Camilo. No quería que ella sufriera lo que tuvo que pasar cuando la comprometieron con Mariano.

–Escucha –dijo seria y firme–, sabes que a la abuela no le interesa eso, si no traen a un bebé buscara a alguien para que lo traiga con él –mintió en lo último. Mirabel no tiene que enterarse de las predicciones o el amarre de sus hilos o que ella nunca fue la elegida para ser la siguiente sucesora.

Mirabel la miro asustada giro su cabeza hacia Camilo que logro dormir a la niña, él la admiraba con mucho cariño. La relación de ambos se había fortalecido después de lo sucedido con los hilos. En verdad era bueno con los niños, pensó ella para después suspirar.

Miro a su hermana pero antes que de dijera algo fue interrumpida por la alegre voz de Antonio.

–Estoy listo, Mirabel –exclamo emocionado tomando la correa de su morral.

Cierto, hoy era el primer día de clases de Toñito en la escuela del centro. Él quería aprender lo más que pudiera, no solo de los animales para poder ayudarlos, él quería aprender de todo para ser el mejor consejero. Su actitud emocionada lo hacia lucir como un niño adorable de nuevo.

–Voy en un momento –le dijo con una sonrisa forzada.

El preadolescente asintió saliendo con prisas al patio principal. La doncella más joven suspiro y miro a su hermana con un creciente dolor de cabeza.

–Ok, lo pensare, pero creo que todo esto es muy innecesario, no creo que la abuela nos separe por no traer pronto a un heredero, estoy feliz por el momento así con Camilo. No quiero más problemas en mi vida.

Isabella mordió el interior de su mejilla, como esta tan equivocada. Mirabel salió de la cocina y fue a despedirse rápidamente de Camilo con pequeño beso en los labios antes de irse con Antonio a la escuela.

[...]

Era plenas horas de madrugada los niños comenzaban a caminar o correr a dirección de la única escuela del centro. El chico de piel oscura saltaba de emoción por las jardineras de las calles, estaba emocionado caminando a lado de su querida cuñada. Antonio era el único de todos los Madrigal que tenía una gran afinación a los estudios y más cuando se tratan de la fauna como los ecosistemas únicos de su país. Mirabel sonreía levemente escuchando todas sus ocurrencias. Ambos tenían una gran amistad a pesar de su diferencia de edad. Aun así, ella no sería capaz de contarle sus pesares a su "parcerito". En su cabeza aun la torturaba con la idea que la abuela la separaría de Camilo, si no le daba el bisnieto que tanto espera y las demás doncellas no podían darle. Le asustaba que si no lo conseguía como las demás, los obligarían a separarlos o casarían a su hermana a la fuerza solo por el bebé. Ser la familia líder era un infierno cuando no festejaban o celebraban.

Estaba tan su sumida en su mente que solo Antonio logro sacarla cuando la abrazo.

–Nos vemos en unas horas –dijo con una hermosa sonrisa mientras corría dentro de la institución.

Ella se quedó parada en medio de la plaza no se había dado cuenta en que momento habían llegado. La cabeza le comenzaba a doler de nuevo, tantos problemas la agobiaban. No puede tener un momento de paz con Camilo sin que un ex o problemas familiares la sofoquen.

–Mirabel, que bueno verte –escucho una voz masculina a sus espaldas.

Ella maldijo en su mente antes de voltear y regalarle una mirada seria a su ex novio.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora