||DIECISIETE||

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|17|Cortejarla

Antonio miraba como su hermano daba vueltas por toda cocina terminando de preparar el desayuno para todos; se había ofrecido hacerlo desde que su tía Julieta volvió a su zona y su abuela ya no tenía la misma movilidad para preparar la comida a los siete integrantes de la casa. Por no decir que todos –menos él y Alma– eran un desastre al momento de cocinar.

Hoy se había levantado lo más temprano para sorprender a la doncella de lentes con un delicioso festín. Lo cual fue difícil, que que no quería separar del abrazo de la joven dormida. Ambos habían dormido juntos después de su "confesión" en medio del pasillo. Camilo se desveló a altas horas de la noche contemplando aquel rostro que tanto había extrañado. Ya no había hilo que los influenciaran. Ahora quería ser su mayor esfuerzo para cortejarla correctamente y como decía su madre siempre es bueno dar pequeños detalles para decir lo mucho que amas a una persona.

El preadolescente observaba todos los movimientos del joven adulto desde su lugar, abrazando su taza de café con ambas manos.

–Creo que debimos comprometerte con Mirabel desde hace años, tu jamás te has levantado temprano, ni siquiera cuando salías con la otra –exclamo dándole un gran trago a su bebida caliente.

Camilo gruño bajo. Él es consciente de que lo que decía era verdad, era la primera vez que se esforzaba para cortejar a una mujer. Incluso estaba debatiendo mentalmente si enviarle una carta a su padre en búsqueda de consejos. Suspiro cansado, limpio sus manos en el trapo de cocina y tomo uno de los platos en frente de su hermano, un emparedado vegano acompañado de zumo de naranja recién exprimida. Toñito se lo agradeció dulcemente. En lo que él agarraba su propia taza de café y tomaba asiento en frente de él.

–¿Cómo puedo cortejar a una mujer como Mirabel? –le pregunto pensativo.

El chico amante de los animales con el emparedado a centímetros de su boca, lo miro extrañado. Entendía por qué le preguntaba a él, no era ningún secreto que era el favorito de su prima como ella era la de él. Dejo su emparedado devuelta en el plato y se quedó pensativo por unos momentos.

–A ella le gustan los detalles como que le digan cosas lindas o estar a solas pasando el rato. No le gusta las cosas grandes ni glamurosas –respondió recordando las veces que ella rechazaba los grandes obsequios.

Camilo asentía escuchando cada palabra con atención, tomando nota mental de lo que decía su hermano. Ambos se quedaron callados a escuchar a toda los demás integrantes de la familia bajar. Se levantó y comenzó a acomodar los respectivos platos de cada uno. La abuela e Isabella –con la que empezaba a volver a hablar poco a poco– fueron las primeras en aparecer halagando lo bien que olía los tamales tilimenses acompañado de un trozo de milanesa y frijoles cocidos. Bruno con su pequeña aun medio dormida en brazos aparecieron de forma tranquila, dejando al final la persona más importante para Camilo en ese momento. Mirabel apareció bajo el umbral soltando al aire un fuerte y sonoro bostezo saludo a todos antes de tomar asiento en medio de Antimonio e Isabella. Él se acercó con el plato de su amada y lo coloco frente a ella, Mirabel vio el plato sorprendida de lo bien que olía. Levanto su mirada hacia él y él solo beso su frente con cariño.

–Buenos días, mi reina –le susurro antes de alejarse con una sonrisa burlona al verla avergonzada.

–Me alegro que comiencen a llevarse bien –hablo Alma y le dio un pequeño sorbo a su café endulzado con panela–, han hecho un magnífico trabajo este mes, pronto anunciaremos su próximo asenso ante los tres sectorices.

Camilo sonrió orgulloso, tomo asiento a un lado de Catalina; quien rio dulcemente cuando el joven revolvió su cabellera con cariño. Aun sin borrar su sonrisa miro a su abuela, ella le sonrió igual de orgullosa.

–Pero antes tienen que hacer de su presencia en los sectores este y oeste.

Ambos jóvenes la miraron sorprendidos ante la noticia; Camilo nunca había conocido el sector oeste y Mirabel jamás ha pisado el este. Las dos zonas eran demasiado distintas entre sí, siendo la de este la zona más alejada de todas dedicada más a las familias agricultoras y también donde los colores cálidos inundan los hogares, mientras que la de oeste era una zona más comercial al igual que trabajadora y los colores fríos abundan por donde sea. Los dos jóvenes vivieron por largos años en su s respectivas zonas con sus familias, no tenían idea de cómo podría ser el otro lado del pueblo.

–¿Podemos ir primero a oeste? –pidió entusiasmada Mirabel mirando a su abuela–. Hay demasiadas cosas que quiero mostrarle a Camilo.

–Mirabel, estos son asuntos políticos, no un día de campo –aclaro en un tono serio y cortante la mujer.

Camilo observo en silencio como su amada bajaba la mirada avergonzada, mordió el interior de mejilla. Nadie en la cocina quiso regañar a la abuela, más porque no tenía caso. La abuela aunque cambio su forma de ver las cosas, seguía tratando menos a Mirabel en la mayoría de veces. Algunas cosas nunca cambiarían ni con el pasar de los años. Solamente se pusieron a comer en un silencio incómodo.

[...]

Camilo tomo su mano al momento en que se retiraron todos, quedando solo ellos en la habitación. Mirabel no se atrevía a verlo, no quería demostrarle que en verdad le afecto la manera que la trato la abuela, a pesar de que toda su vida la trato así.

–Casita, cierra las puertas, por favor –pidió de voz baja el joven a la construcción.

Casita obedeció, bloqueando cualquier sitio donde la doncella pudiera escapar. Camilo aun así no soltaba su mano y con su mano libre la tomo de la cintura atrayéndola hacia él para poder abrazarla. No importaba cuantas veces ella se esforzara para orgullecer a la matriarca, simplemente ella no sentía el mismo afecto que le tenía hacia los demás. No entendía porque ella la eligió como sucesora cuando era obvio que tenía mucha más confianza en dejárselo a Camilo.

–Mariposita...–susurro él mientras enredaba sus dedos en los cabellos sueltos de la joven.

Ella abrió los ojos con sorpresa al escuchar aquel apodo, sus mejillas tostadas se pintaron de un leve carmín. Se separó levemente de su pecho mirando sus ojos con un brillo único. Ella no dijo nada y él solo sonrió, levanto su mano para acariciar su mejilla.

–Buscaremos la forma de escapar y yo te seguiré a donde quieras –comento en un tono tranquilo besando ambas mejillas de su amada.

Mirabel esbozo una leve risa y abrazo con todas al hombre.

–No tienes idea de lo feliz que me siento tenerte a mi lado –murmuro ocultando su rostro en pecho.

El cambia formas sonrió y correspondió con las mismas fuerzas aquel afecto, inundando su nariz del dulce aroma de las flores de la doncella. En su mente ya estaba formulando todos los sitios a donde la llevaría en el sector este. Tenía en mente besarla por fin y sabia el lugar indicado.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora