||DIEZ||

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|10|Irreal

Era ya tarde, gente se movía de un lado a otro, no faltaba mucho para que el pueblo recibiera con gusto el ascenso de las doncellas del este y oeste. Ya había hecho sus tareas al pie de la letra, estaba agotado como confundido. Ya no sabía que pensar, estuvo alejado de todos al igual que de Mirabel. ¿Cómo la vería ahora? Los latidos de su corazón seguían perteneciéndole como también sus sonrisas. Suspiro al tomar la perilla de la puerta, tenía que prepararse ya. Antes de que Pepa lo golpee con un rayo. Frustrado abrió la puerta de la guardería.

Sus ojos se abrieron al ver a la dueña de sus inquietudes con solo un pantis blanco, la había atrapado en medio de su cambio, trago saliva y ella solo cubrió sus pechos con un ligero sonrojo adornando sus dulces mejillas. Camilo cerró la puerta una vez que se adentró, evitando toda costa ver su cuerpo.

–Solo vengo a cambiarme...–murmuro observando la pared del cuarto.

–No aparecías y me tome la molestia de ayudarte a elegir tu vestuario –comento con delicadeza mientras terminaba de colocarse su sostén–. Ya puedes voltear.

Él sonrió levemente, girando a ver a su socia en ropa interior. Ella encamino a su lado para sacar del armario que compartía un conjunto de tonalidades frías. Camilo se acercó admirando los detalles de este; el poncho el de varios tonalidades de azules tenía bordado su símbolo de camaleón junto una discreta mariposa. Acaricio la tela sin borrar su expresión y giro a verla. Mirabel le sonrió algo avergonzada.

–Creí que podíamos ir combinados, como en la cena –dijo como si fuera algo tonto.

Él esbozo una risa, no dudo en abrazarla con cariño y besar su mejilla.

–Me parece una gran idea –susurro muy cerca de su oreja, haciéndola temblar.

Ella le correspondió, dejando el traje en medio de ambos. El dulce aroma del perfume de la doncella se mezclaba con su colonia. La abrazo como si no quisiera separarse...como si no quisiera que ella se diera cuenta de su miedo. Estuvieron así un buen rato, ese sentimiento de irreal lo invadía. Ella no lo amaba, como él creía lo hacía.

Se separó lentamente, admiro sus ojos castaños, le sonrió en lo que tomaba sus mejillas y deposito un pequeño beso en frente y otro en la punta de nariz.

–Mejor cambiémonos antes que vengan a regañarnos –murmuro sin borrar su sonrisa.

Ella asintió en silencio y juntos comenzaron a cambiarse, cada uno en su lado de su habitación. Ayudándose mutuamente y en cada rato sus miradas se cruzaban sin querer. Estaban asustados por unos sentimientos que desconocían, pero los hacia caer ante los pies del otro.

[...]

Camilo caminaba por las calles iluminadas por farolas, con su amada sostenida de su brazo, ambos se hacían notar entre la multitud. No solo por ser parte de la familia que gobierna el lugar, en verdad los dos parecían un matrimonio serio. Camilo tenía una expresión firme recta siguió los pasos de su abuela quien caminaba en medio de Bruno e Isabella. No podía evitar mirar de vez en cuando la doncella perfecta de manera molesta, pensando que es lo que realmente planeaban con ellos. ¿Por qué quieren que él y Mirabel tengan un bebé? Sabía que tenía que ver con la infertilidad que mostraban las otras doncellas, pero ¿Juntarlos? ¿En serio?

Suspiro pesado y siguió caminando en medio de la gente. Quería ir y reclamarles porque les hacían esto. Y de repente todas sus quejas y miedos se desvanecieron con una caricia. Mirabel había parado y miro a su acompañante preocupada. Su mano acariciaba la mejilla de Camilo como si fuera el objeto más delicado del mundo. Él la miro sorprendido y ella le sonrió tratando de calmarlo. Mirabel se veía tan hermosa debajo las luces danzarinas de la velas, iluminando su piel tostada como si de una diosa se tratara. Su larga cabellera castaña oscura estaba recogida en un hermoso moño alto que él mismo peino, pudo observar como sus labios carnosos se movían diciéndole un silencioso "Estoy aquí para ti".

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora