||QUINCE||

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|15|Tal vez...

Camilo terminaba de tomar nota y mantenerse informados con los repartidores que llegaban de la capital. Su rostro mostraba seriedad, se mostraba determinado con su papel de próximo sucesor de Encanto y a pesar que seguía molesto de la cercanía que tenía la doncella con el director de la escuela, apartaba la vista y callaba sus sentimientos por un momento. Quería demostrar que era el mejor partido para dirigir el pueblo a lado de ella.

Mirabel no se quedaba atrás también miraba de vez en cuando a su compañero, verlo serio y con carácter de líder le parecía muy atractivo. Incluso llegaba a ignorar la plática que tenía con su amigo para verlo dar órdenes a los encargados. Ahora entendía porque la abuela lo eligió con ella. Camilo podía dirigir el pueblo sin problemas.

Solo quedaban dos cajas con los últimos materiales repartidos por el estado. Observo como Camilo se ofrecía a llevarlos para que los hombres descansaran. Ellos amablemente se lo agradecieron y él solo asintió sereno. Tomo las cajas y se alejó. Mirabel no dudo en ir corriendo hacia él, dejando atrás al confundido hombre quien intentaba invitarla a salir desde hace días.

Soltó una risa al tomar la caja de arriba, tomando por sorpresa a su compañero, ella le sonrió y él esbozo una diminuta sonrisa.

–Terminaste de andar coqueteando –expreso serio (aunque había un toque burla en su tono), aun manteniendo la mirada enfocada en su camino–. Eres una reina muy descuidada.

Ella paro sus pasos y lo miro ofendida.

–Disculpa, yo no andaba coqueteando –se defendió.

Escucho una risa amarga por parte de él, ni siquiera se dignaba a verla. Simplemente caminaba a varios pasos alejados a ella.

–Lo que tú digas, mi reina –comento sin mucha importancia.

Ella refunfuño, molesta y con un ligero sonrojo adornando sus tostadas mejillas lo siguió a pasos pesados. Ya estaba harta de toda esa tensión que los invadía y para que luego le diga que estaba coqueteando con el director, cuando realmente estaba desesperada y triste de volverlo a tener a su lado. Se sintió humillada. Aprovecho el momento en que ambos se adentraron al pequeño almacén a lo lejos de las aulas vacías. Tenía que arreglarlo. Dejo la caja en unos de los muebles de cercanos mientras que él se adentró hasta el final para dejar su caja con las demás. Y de pronto la poca luz que había en el lugar se esfumo. Extrañado giro y con la poca luz que se escabullía por los huecos de la construcción, la miro. Había cerrado la puerta detrás de ella.

Frunció el ceño y Mirabel lo miro seria. Trago saliva al verla acercarse peligrosamente a él, como lo hacía cuando estaba influenciada por el hilo. Se hizo a un lado queriendo escapar de aquella trampa, ella rápidamente lo tomo del brazo y lo jalo hasta que él chocara contra la pared de un costado. La miro asustado, su boca se abrió, pero nada salió de ella, solo su labio inferior tembló al ver las lágrimas de su amada derramándose con furia por sus mejillas. Sin pensarlo pego su cuerpo con el de él, logrando que las piernas del hombre temblaran también. El dulce aroma de su perfume llego a su nariz. No tenía ni la maldita idea de lo que pasaba. Estaba aterrado como excitado. Aun así, respiro hondo, agarro el valor para tomarla de los hombros y la alejo de su cuerpo, no se aprovecharía de ella. Le demostraría a Isabella que en verdad se preocupa por Mirabel, que ella no es como las demás mujeres, la amaba y respetaba.

Aterrada de ver que él la separaba, desvió su mirada y retrocedió. Camilo creyó que ahí acababa todo, pero se equivocó. Su rostro se encendió hasta pintar las puntas de sus orejas, en un segundo se transformó en un niño asustado y volvió al ser él al notar como ella comenzaba a desnudarse frente a él. Trago saliva al ver su camisa caer al suelo polvoso del almacén. Estaba avergonzada, con solo su sostén cubriendo la parte superior de su cuerpo, quería que él la volviera a ver. Lo quería devuelta. Camilo se resistía, por más que había extrañado su cuerpo, temía que algo no estuviera en su lugar. Ella era demasiado como para ser real. Desvió la mirada, ninguno se atrevía hablar. Él sabía que no resistiría mucho.

Intento irse, iba a escapar de ahí antes que perdiera el control, pero ella lo detuvo de nuevo. Tomo sus dos manos y las coloco sobre sus pechos. Más rojo no podía estar él.

–Tócame –susurro con dolor aun teniendo varias lágrimas resbalando por sus mejillas–. Tócame de nuevo, Cami –suplico.

Camilo miro sus dos manos aun agarrando las copas del sostén, ya no resistió. Quito sus manos de ahí. Mirabel creyó que se iría, que lo había perdido, pero sus ojos se abrieron con sorpresa al sentir como las manos de él se dirigían a su espalda y con un simple movimiento desabrocho la prenda. Se la quitó rápidamente y la dejo caer al suelo al ver por fin esos botones color chocolate. Ella no se iba a cubrir y él ya no se detendría. Nervioso volvió a colocar sus manos en sus ahora senos desnudos. Los masajeo y toco lentamente, haciéndola suspirar. Él admiro y cuando en su mente cada una sus expresiones, quería guardarlas en un cajón solo para él. Sus manos se deslizaron como serpientes hasta llegar al borde de su falda. Con sus pulgares acariciaba su piel y poco a poco fue acercándola a él. Mirabel levanto la mirada topándose con rostro sonrojado y pupilas dilatadas.

Camilo acerco su rostro hacia ella, la joven doncella esperaba por fin que él la besara como tanto habían querido desde hace semanas. Y eso hizo; él la beso, deposito un dulce y delicado beso muy cerca de sus labios, como ella solía hacerlo. Retiro sus manos dando una última y tortuosa caricia, se sentía como si sus manos quemaran su piel. Camilo se hizo a un lado y se agacho para tomar las prendas de su amada y se las entrego dejándola aún más perpleja. Él le sonrió y acerco a ella solo para susurrarle en su oreja:

Ya habrá un momento para nosotros...

Y sin más metió sus manos dentro del bolsillo de su pantalón y abandono el almacén dejándola ahí parada, con el corazón latiendo con fuerza y piernas temblando. ¿Qué acaba de pasar?

Se preguntaban el par de enamorados, no tenían la menor de idea, pero les gusto, volver a reencontrarse sin la necesidad de un nudo del destino.

Tal vez era la oportunidad de hacer las cosas bien. Enamorarla por su propia cuenta y sin la necesidad que la gente se entrometiera. Quería que ambos se amaran y sin que fuera la decisión de nadie más. Ella extrañaba que la tocara y él tenerla entre sus manos.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora