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|12|Ella no me ama

–Ahora bátelo –le indico en un tono cariñoso Julieta a su sobrino.

Él asintió, arremango las mangas de su camisa y sujeto su cabellera en una coleta. Obedeciendo la orden con una sonrisa pequeña. Dos días transcurrieron después del evento; Dolores ya se había retirado al igual que Luisa para comenzar con sus nuevas responsabilidades. Julieta y Pepa aprovecharon su inicio de júbilo para quedarse unos días con su madre junto con Antonio, en cambio sus esposos al seguir siendo consejeros del este y oeste tuvieron que retirarse para guiar a sus hijas.

Eran las primeras horas de la madrugada, el sol aun no aprecia detrás de las enormes montañas del pueblo; lo cual deja un ambiente tranquilo de tonalidades frías acompañadas por una suave brisa que se escabullía por las ventanas. Tía y sobrino eran los únicos despiertos para preparar el desayuno para los demás. Casita se mantenía tranquila y varios de los animales de Antonio paseaban por los alrededores.

Todos estos días Camilo y Mirabel estuvieron alejados; él quería su espacio para pensar en todo lo que su hermano le conto. Sobre su matrimonio arreglado, su sucesión al puesto de la abuela y sobre todo el tan esperado bebé que todos esperan. Al escuchar aquellas cosas, sentía su estómago revolver. Todo había sido muy lindo cuando inicio, saber que todo fue arreglado y ahora carga con unos sentimientos hacia la doncella de lentes, lo enfermaba. Su vida había sido preparada sin pedir su opinión.

Por otro lado le dolía que Mirabel no había mostrado ningún interés en hablarle o mirarlo. Aun estando por horas encerrados en el despacho, solos, ninguno se dirigía la palabra y solo leían los papeles en silencio. Todos notaron esa distancia tan brusca, en especial las demás doncellas. ¿Cómo de un momento se mostraban tan melosos y para el otro ni se atrevieran a verse?

Camilo tampoco le dirigía la palabra a Isabella; por ella se enteró que lo que sentía por su compañera era una mentira, al menos los sentimientos de Mirabel hacia él. Suspiro aun batiendo los huevos como le había indicado la ex líder del oeste. Ella lo miro de reojo, mostraba preocupación por el muchacho. Dejo lo que hacía, limpio sus manos en el mandil para poder tomar las mejillas pecosas de su futuro yerno. Él la miro extrañado y Julieta solo beso de manera maternal su frente.

Los ojos de Camilo brillaron, adoraba el amor maternal que tenía la mujer, aunque su madre también mostraba ese tipo de afectos, muy raras veces, no se compara al de su hermana. Julieta se separó para comenzar a preparar las tazas de café para todos. Él mordió su labio queriendo hablar, pero temía a la respuesta de la mujer. Respiro hondo, tratando de calmar sus nervios, dejo el recipiente con la mezcla y miro a Julieta; quien le daba la espalda en lo que sacaba las tazas de cerámica.

–Tía...–la llamo inseguro.

Obtuvo solo un ruido de afirmación. Volvió a morder su labio y recargo su espalda contra la mesada de la cocina.

–¿Por qué no me dijeron sobre mi compromiso con Mirabel?

Una taza resbalo de las manos de ella, rompiéndose en pedazos en el suelo. Julieta tapo su boca con sus manos al ver los trozos esparcidos por el suelo. Camilo no dudo en ir por una escoba para limpiar mientras que Casita reunía todos los pedazos con sus azulejos. Ella retrocedió dejando que el joven limpiara el desorden que hizo.

–Mijo...–murmuro ella avergonzada, desviando su mirada de él.

Camilo suspiro, tiro los pedazos al basurero y recargo la escoba a un lado.

–Me entere de todo, tía –explico sin atreverse a verla.

Con sus dedos peino su cabellera, estaba frustrado.

–El ascenso, el matrimonio, el bebé...¿Por qué no me lo dijeron?

Ella suspiro decaída.

–La abuela quería decírtelo –susurro–, pero tu madre y yo nos reusamos.

–¿Por qué?¿Por qué nos hicieron esto?

–No queríamos forzarlos a amarse –se defendió en un tono arrepentido.

–¿Entonces por qué amarraron mi hilo con el de Mirabel?

–¿Qué? –sus ojos se abrieron con sorpresa al escucharlo.

[...]

Camilo le había explicado todo lo ocurrido; de los hilos amarrados por la niña, de cómo le pidió a ella que le dijera a los demás que el nudo se deshizo solo o de cómo se sentía al saber que Mirabel estaba más interesada en un hombre que él desconocía. Se sentía frustrado, cansado y sobre todo confundido. Julieta lo escuchaba con atención, no se atrevía hablar, más que nada no tenía idea de que decirle. El hilo nunca fue parte del plan inicial, ahora se sentía culpable por ocultarle todo. El joven termino llorando a causa de lo terrible que se sentía. Ya no sabía que decisiones en verdad eran suyas y cuáles no. Ella lo abrazo de manera maternal susurrándole cuanto lo sentía.

No fue hasta que sintieron unas gotas caer sobre ellos, ambos giraron su mirada hacia la entrada del comedor donde estaba Pepa y Bruno parados bajo el umbral con expresiones culpables. Lo habían escuchado todo. La pelirroja no lo pensó dos veces y abrazo con fuerzas a su hijo. Bruno camino a paso lentos a ellos y suspiro al estar en frente del joven.

–Resolveré todas tus dudas –comento algo nervioso, sobando su brazo de forma inquieta.

Camilo solo asintió y se dejó abrazar por las dos mujeres, en verdad necesitaba apoyo en esos momentos de confusión.

[...]

Observo las imágenes plasmadas en las placas de jade; sin duda era él y Mirabel retratados en un campo de luciérnagas. Giro su cabeza a un costado y observo la imagen del bebé a lado de la vela.

–Entonces –sorprendido tomo la placa en sus manos, acariciando con las yemas de sus dedos el rostro del infante; era su hijo, no lo podía creer–, ¿Él o ella es mi hijo con Mirabel?

–Dolores y Luisa no se pueden embarazar, la magia que tienen ellas de alguna manera afecto el poder embarazarse –explico decaído el hombre frente suyo–. Y Mirabel al no tener un don.

–No tiene magia en su cuerpo que le afecte–completo pensativo Camilo.

–Su unión podía fortalecer la magia y bendecir a las chicas –murmuro Bruno.

El joven suspiro, dejo devuelta la placa sobre la mesa y miro a los tres adultos mayores de forma cansada.

–Pero Mirabel no me ama –dijo cansado–, yo apenas estoy empezando a sentir algo por ella y siento que hay alguien más detrás de ella. Lo más seguro es que ese bebé no es mío.

–Pero, mijo, la imagen de las luciérnagas –exclamo su madre en un tono triste.

Él bajo la mirada y cerro sus ojos.

–Días atrás estuvimos acerca de besarnos en el campo con las luciérnagas a nuestro alrededor. Puede significar eso –trato de explicarlo, no quería darse falsas esperanzas y más cuando la doncella lo ha estado ignorando estos días–. Es cuestión de ángulo; no puedo asegurar que en verdad surja algo entre nosotros. Por mas que quisiera no puedo obligarla amarme.

Quiso dar por finalizada aquella conversación, se levantó de su lugar y sin mirar a ningún adulto encamino hacia la salida, se le había ido el apetito al igual que las ganas de ver a los demás integrantes de la familia, sobre todo a Mirabel. Antes de que saliera, libero un soplido y sin mirarlos, dijo en un tono roto:

–Simplemente ella no me ama...

Julieta y Pepa lo miraron irse, se sentían culpables de haberlo metido en sus planes para volver la magia, mientras que Bruno solo desvió la mirada. Él estaba seguro que no había nadie mejor para Mirabel que él. Esto se quedaría así.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora