||VEINTIUNO||

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|21|Hermano

Deprimía los miraba desde la ventana de su vieja habitación, ambos estaban sentados en la banqueta de la calle hablando tranquilamente; no había risas, ni gritos para saber que realmente pasaba entre los ex prometidos. Solo apretó su mano con furia al verla tomar la mano de Camilo y él no la alejo. Solo miro sus manos y después ver a la mujer.

Mas lagrimas volvieron a brotar de sus ojos; a pesar que sabía que la mujer se casaría, ella parecía más interesada en el cambia formas. Lo cual no juzgaba porque ella misma sabía que él era un gran partido: los niños y ancianos lo amaban, era gracioso, un buen cantante, bailarín, era bueno cocinando y dedicado en sus trabajos diarios. Camilo tenía un excelente equilibrio entre ser un bromista dramático amante del teatro y un líder dedicado y leal.

Se alejó de la ventana, no quería seguir dañándose a sí misma. Él le ha demostrado que en verdad le importa. Salió de su habitación para despejar su mente. Todos encontraban dormidos, eran las altas horas de la noche y ella seguía despierta. Camino por los largos pasillos de la casa sin dirección alguna. Realmente estaba decepcionada como temerosa que Camilo volviera a caer en los brazos de la mujer que alguna vez amo. No quería hablarlo con sus hermanas porque ellas lo golpearían sin pensarlo, tampoco a sus padres porque Agustín sacaría su escopeta y Antonio no era una opción a pesar de ser los mejores amigos él era el hermano de Camilo. Suspiro derrotada entrando dirigiéndose directamente hacia la cocina de la casa. Paro lentamente sus pasos al ver la luz de una de las lámparas de la cocina encendidas al final. ¿Quién estaría despierto a estas horas? Se preguntaba la doncella acercándose a pasos cuidadosos. Lo que menos quería es que la interrogara el porqué de sus lágrimas. Dio media vuelta con intenciones de volver a encerrarse en su habitación, pero una voz masculina tranquila la detuvo:

–Bel, ¿Qué haces despierta? –era Arturo, el esposo de Luisa.

Ella se tensó giro a verlo, el hombre se mantenía sereno, elevó con ligereza su ceja poblada. Él era un hombre paciente y relajado; cosa que vino bien para una mujer tan estresada como lo era su hermana.

–Yo no podía dormir –mintió, sin querer mirar el rostro de su cuñado.

Arturo esbozo una diminuta risa, era claro que no le creyó pero aun así relajado su postura, él quería a Mirabel como una hermanita. Él era protector con sus dos cuñadas, las amaba como la familia que perdió. Nunca tuvo hermanos hasta que contrajo matrimonio con el amor de su vida.

–Ven pasa, estoy preparando algo de arroz con leche –la invito volviéndose adentrarse a la cocina.

La doncella no tuvo de otra y siguió al hombre de cabellera oscura. Tomo asiento en uno de los banquitos cerca de la isla principal de la cocina, la cocina de su madre era mucho más amplia y bien diseñada que el que tenía Casita. Arturo volvió a su cometido principal revolviendo un poco de la mezcla que se estaba preparando en la estufa de barro.

–Tampoco podía dormir y no quería molestar a tu hermana, la pobre ha estado estresada estos últimos días que me alegro de que al fin descansara –le dijo de manera relajada sin despegar su vista del recipiente.

Mirabel sonrió al escucharlo; le llego a tener un gran cariño al hombre que se preocupaba tanto por Luisa. Siempre hallaba forma de des estresarla que incluso cuando empezaron a salir él le pidió el enorme favor que creara un gran unicornio de felfa. Isabella incluso lo quería demasiado que acepto emocionada la idea de que se comprometieran a pocos meses de salir. Arturo y Luisa eran un gran ejemplo de almas gemelas. Como quisiera que su hermana también se emocionara por su relación con Camilo. Se entristeció de nuevo al recordar que su amado estaba afuera con su ex prometida.

El sonido de una taza colocándose sobre la superficie en frente de ella la saco de su tormento. Levanto la mirada y se encontró con una pequeña sonrisa por parte de él. Tomo asiento en frente suyo y abrazo su propia taza con el dulce.

–¿Problemas en el paraíso? –pregunto tranquilo mientras tomaba una cucharada de su postre.

Ella abrió ligeramente su boca, sin decir nada; acción que hizo reír al contrario.

–Vi a Camilo afuera hablando con una muchacha –explico.

Mirabel suspiro queriendo golpear su rostro contra la base de la isla.

–¿Se nota demasiado? –pregunto estresada y angustiada.

Asintió, dejando salir un suspiro, coloco su taza a un costado para prestarle atención a la doncella más joven. Ella metió una gran cuchara del dulce, sonriendo inconscientemente por el increíble sabor. Arturo volvió a reír ante su reacción.

–¿Camilo la conoce?

–Sí, ellos dos estuvieron a pocos días de casarse –explico frustrada al mismo tiempo que hacia un ademan con la cuchara.

–Oh.

–Estábamos tan bien juntos, planeaba por fin besarlo y apareció ella con su aire de niña buena –dijo lo último con enojo y asco.

–¿Besarse? ¿No lo han hecho ya? –pregunto sorprendido como extrañado al recordar a su suegro corretear a Camilo al descubrir que su hija estaba en su habitación–. Creí que ustedes ya...digo...

Mirabel coloco su mano en su brazo al verlo nervioso por como dijo las cosas. Le sonrió con amabilidad.

–Está bien creer eso, hacíamos cosas de más sin ni siquiera establecer que somos –dijo decaía, suspiro y peino con sus dedos su cabellera–. Creo que no puedo ponerme celosa cuando no tengo claro lo que somos.

–¿Y tú que quieres que sean?

–Quiero ser todo para él como él llego ser para mí –murmuro mirando al hombre al mismo tiempo que se volvieron cristalizarse.

Arturo saco un pañuelo de su pantalón y se ofreció con una pequeña sonrisa. Ella lo tomo, retiro sus anteojos y con delicadeza limpio sus lágrimas.

–Escucha, Bel, ¿Tú sabes que estuve comprometido antes de conocer a tu hermana?

Ella asintió.

–Ok, pueda que no sea fácil de asimilar y que tengas ese miedo de que él se vaya con ella porque estuvieron a punto de casarse.

Lo miro sorprendida y el suspiro bajando su mirada.

–Luisa me dijo que así se sintió cuando tuve que hablar con mi ex prometida. Crees que te sientes opacada y que no llegaras a ser igual de importante de lo que fue para él –suspiro y la miro con seriedad–. Yo no estoy enterado de todo lo que pasó Camilo y ella, pero sé ese sentimiento de querer hablar sobre que paso y no tener resentimientos porque al fin y a acabo él la amo, quieras o no.

Ella no respondió. Arturo se levantó de su lugar con su taza en mano y antes de retirarse coloco su mano en el hombro de su hermana.

–Camilo te ama de eso estoy seguro –le sonrió–, pero hay cosas que es mejor que lo hables con él para no malinterpretar las cosas. Y si llega a romperte el corazón, créeme que iré a golpearlo por lastimar a mi hermanita –bromeo para calmarla un poco.

De nuevo no recibió respuesta más allá de un fuerte abrazo que él no dudo en corresponder con su mano libre. El hombre acaricio su cabellera antes de retirarse, deseándole un dulce buenas noches que ella no dudo en devolver. Prefirió quedarse ahí un rato más. Ahora sintiéndose más tranquila comió su postre. En verdad necesitaba sacarlo con alguien que no la juzgara o quisiera matar a su amado.

Lavo su taza una vez que termino, limpio sus manos en uno de los trapos y cuando iba dirigirse a su habitación a descansar. Quedo sorprendida al ver la cara asustada de Camilo bajo el umbral de la cocina. Él la miro sin saber cómo explicar esa mirada que repetía "Me arrepentimiento". Asustada estaba a punto de acercarse a preguntarle que sucedía, pero él la detuvo diciendo:

–La bese.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora