||TREINTA Y OCHO||

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|38|La doncella en apuros (parte 1)

Camilo entro a la guardería una vez de terminar su baño. Tuvo suerte de ser uno de los primeros, solo por ser el cumpleañero. Al entrar y cerrar la puerta sonrió divertido al encontrarse con Mirabel concentrada arreglando el vestuario que utilizarían ambos. Usando solamente su poncho; lo cual hacia ver su cuerpo desnudo en los costados. Su piel canela brillaba por las gotas de agua que aun resbalaban por su piel y la hacía ver apetecible. Como en esos momentos odiaba que su suegro –quien casi lo mata al llegar por embarazar a su pequeña doncella– y Dolores estuviera allí. ¡Ni siquiera los dejaron bañarse juntos! Ya está embarazada ya no puede embarazarla otra vez.

Suspiro y se acercó a ella para abrazarla por la espalda ocultando su rostro entre su cuello y hombro, oliendo aquel aroma dulce que siempre cargaba. Mirabel dejo lo que hacía dejándose abrazar por su novio. Camilo metió sus manos debajo del tejido del poncho y recorrió toda la pequeña pancita de su pareja para después levantar su rostro y besarla en la mejilla. Ella rio con dulzura.

Él noto como aquel vestido anaranjado con toques rojizos estaba colgado a un lado de lo que el usaría. Sonrió al recordar lo hermosa que se veía esa noche en que al fin formalizaron su relación. Volvió a ocultar su rostro en su hombro y le susurro con cariño:

–Te amo, mi mariposita.

Los ojos de la embarazada brillaron se separó del abrazo para tenerlo en frente, ella sonreía con alegría, sus manos frías se posaron en sus mejillas y lo acerco a ella para besarlo con amor. Un beso corto y simple lleno de amor genuino.

–También te amo, mi apuesto camaleón.

Él esbozo una risita, volvió a colocar sus manos en su vientre y coloco las suyas sobre las de él; como si esperaban que su pequeño reaccionara. Aunque sabían que era demasiado pronto para que lo hiciera.

–Y ambos te amamos, nuestra pequeña luciérnaga.

Al escucharla no dudo en abrazarla devuelta. Hubieran seguido así si no fuera que tocaron la puerta de la guardería, sacando a ambos de su burbuja. Camilo gruño separándose de su amaba; quien rio levemente en lo que buscaba algo para vestirse y no la vean medio desnuda. Ya paso por mucho con la vergüenza de hablar de sus pechos en público. Él entre gruñidos y maldiciones, abrió la puerta, obviamente molesto que interrumpieran su momento con su futura esposa. Su expresión se amargo al ver a Isabella de brazos cruzados e igual de molesta.

–Puedes dejar de cogerte a tu novia, tenemos que empezar a arreglarla.

–No estaba cogiendo –exclamo irritado–, ¡Ni siquiera pude agarrar su pecho por tu culpa!

Ella puso los ojos en blanco y lo golpeo con una de sus lianas para que pudiera entrar. Él volvió a gruñir. Isabella sonrió al ver a su hermanita terminando de abotonar una de las camisas de Camilo, que fue lo primero que encontró. Se acercó a ella, mirando con ternura como sobresalía un poco la pancita. La doncella perfecta nunca se atrevió a tocarla, por más que Mirabel la animaba ella se reusaba y simplemente se conformaba con mirarla. Saber que esa criatura fue planeada por toda la familia, menos por su hermana la llenaba de culpa, al igual que Camilo.

–¿Cómo está mi sobrino? –pregunto tranquila levantando su mirada a la doncella menor.

–Con hambre como siempre –respondió acariciando su vientre por encima de la tela.

–Es tu culpa por embarazarte de un idiota que no tiene fin en su estómago –le dijo seria.

–Yo también te quiero, cuñadita –exclamo Camilo acercándose a ella y abrazar a su amada.

–Tú lárgate, vendrán las demás para empezar arreglarnos y no queremos que estés molestando como siempre.

Él la miro ofendido, volteo su mirada a su amada y ella se encogió de hombros, no podía salvarlo. Era cierto que tenían que empezar a arreglarse antes que empiecen a llegar los invitados. Camilo suspiro derrotado, beso la mejilla de su amada y se agacho a besar su vientre para después ver la cara de asqueada de su cuñada. De manera infantil le saco la lengua en lo que se levantaba y tomaba el vestuario que le eligió Mirabel.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora