||VEINTE||

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|20|Esa mujer

Ambos caminaban...bueno realmente Mirabel caminaba tranquilamente por las calles mientras Camilo la seguía exhausto a varios pasos atrás. El sector oeste al estar ubicado en las montañas de Encanto sus caminos solo eran empinados y largos. La doncella avanzaba de lo más normal mientras que él casi se arrastraba por el camino de piedra. ¿Cómo ella lo hacía ver tan fácil?

Aunque la respuesta era obvia; siendo que ella había vivido en la zona casi una década. Suspiro exhausto, sus piernas estaban adoloridas, desde que se levantaron ambos trabajaron juntos con su deberes principales y al acabar casi terminando el día, huyeron a explorar la zona. Mirabel lo llevo desde una biblioteca enorme, hasta la zona donde se creaban los instrumentos donde varios músicos se reunían en la tarde para tocar, lo llevo también a tomar una merienda en una pequeña cafetería con una vista perfecta a los jardines dedicados a la mujer que creo el sector. El oeste era como una pequeña ciudad en medio de la nada: hermosa y calmada. Se notaba la influencia por parte de Agustín en los diseños de los edificios; era un lugar hermoso sin duda. Y con el atardecer asomándose desde los huecos entre las montañas, iluminando la zona de colores cálidos. Camilo se fijó en la silueta de su amada con el choque entre lo que quedaba del día y lo que será la noche de fondo y las luces del sol iluminando su piel canela.

Parada en medio del camino ella lo esperaba desde arriba, con una sonrisa adornando su bello rostro. Parecía un ángel. Sonrió embobado, agarrando las energías de ir a por ella. Mirabel no se movió, solo rio con alegría al ser atrapada por los brazos de Camilo, sonrojándose a mas no poder cuando él comenzó a repartir pequeños besos en sus mejillas, sin vergüenza alguna que los descubrieran. No la soltaría, la tuvo entre sus brazos en todo lo que quedaba del atardecer, ella no se quejó simplemente se dejaba abrazar aun teniendo en cuenta el lugar a donde lo quería llevar.

–Quiero mostrarte algo –murmuro con timidez–. Solo queda un lugar que quiero que veas.

–¿A dónde me llevaras, mi mariposita? –le susurro en su oreja, logrando que las piernas de ella temblaran y su piel se erizara. Ese hombre sabía sus puntos débiles y los aprovechaba cuando quiere avergonzarla.

–Solo camina –expreso serio y sonrojado.

Deshizo el abrazo y bajo las luz de los faroles continuo subiendo la calle. Camilo esbozo una sonrisa y la siguió, guardando sus manos en su bolsillo y mostrando una expresión más relajada. Si fuera por él la hubiera llevado a cualquier rinconcito solo para tenerla. Ella subió casi corriendo a lo más alto, las calles estaban vacías y las de los faroles no tardarían en se encendidas. La noche comenzaba hundir aquella parte del pueblo, llenando de un enorme manto de estrellas sobre ellos. Era un lugar único.

Cansado llego a donde ella, Mirabel seguía sonriendo mostrando levemente sus dientes; se lograba notar que intentaba no reírse ante su falta de condición física. No lo culpen, el este y el centro son lugares planos sin mucha necesidad de subir escaleras como lo era esta zona. Sonrió triunfante al estar en frente de ella de nuevo. Su expresión no se desvanecía, sonriente levanto sus manos para tomar las mejillas del cambia formas. Sus manos estaban heladas y algo sudorosas, pero a él no le importaba. Solo cerró sus ojos sintiendo las leves caricias que le daba su amada.

–¿Qué es lo que querías mostrarme? –susurro aun con los ojos cerrados y portando expresión tranquila.

–Esto –respondió alejando sus manos en una última caricia.

Camilo admiro el jugar, era un pequeño jardín lleno de flores y árboles de jacarandas; cuyas flores comenzaba a caer con el viento de esa noche. Todo era de tonalidades frías como el resto del sector. Era un lugar pequeño y oculto entre todas las construcciones en lo más alto del pueblo. Sin nadie a su alrededor que pudiera molestarlos. Al momento que giro hacia ella, se maravilló aún más al encontrarse con una vista única de todo Encanto. Su mirada brillo al ver no solo el sector oeste, se podía apreciar las luces del centro y al muy alejado sector este a un lado del lago del pueblo.

No tenía palabras. Mirabel sonrió complacida al verlo tan asombrado con el paisaje. Ese lugar era especial para ella y quería que él lo conociera. Era un pequeño espacio que su padre mando a construir para sus hijas cuando por obligación se mudaron allí. Se acercó lentamente a él, estiro su mano para poder tomar la suya y al fin dar su primer beso bajo las luces de las estrellas y el pueblo. Respiro hondo, estaba temblando y sus manos sudaban más de lo que era costumbre. Era su turno de consentir al hombre, que no sea tocando su cuerpo. Tomo el valor pero se detuvo inmediatamente al escuchar una voz femenina a lo lejos:

–¿Camilo?¿Eres tú?

Ambos jóvenes miraron por la calle por donde subieron, los ojos del hombre se abrieron con horror al reconocer a la pelirroja que se acercaba a ellos con una expresión entre miedo y sorpresa. Mirabel la miro con el ceño fruncido mientras que el labio inferior de Camilo tembló al momento de pronunciar su nombre.

–Ana Laura...

Los ojos de castaños de Mirabel se abrieron con temor al escuchar el nombre de la ex prometida de su amado, su corazón se aplasto al verlo acercarse lentamente a ella, mirándola como si ella fuera un espejismo. La mujer más baja que él sonrió apenada mirando lo mucho que había cambiado el joven que alguna vez estuvo a punto de casarse.

–Te ves...–no tenía palabras para describir lo cambiada que también estaba ella; tenía un cuerpo mejor desarrollado, delgada con pocas curvas y una mirada avellana que lograba atrapar a cualquiera.

Mirabel mordió su labio al ver como él la miraba. La miraba como si volviera a recordar lo muy enamorado que estuvo alguna vez. No sabía si irse o esperar que su corazón se rompiera a un más. La mujer rio ante su comentario y lo miro detalladamente. Ambos no se habían visto desde hace tres y medio años cuando él la descubrió con uno de sus amigos en la cama que compartían.

–Te vi pasar con tu prima, no esperaba encontrarte aquí –exclamo ella tomando sus manos y desviar su mirada apenada–. Creí que jamás te vería de nuevo si me mudaba al sector oeste.

Camilo miro sus manos, eran más cálidas y delgadas a comparación a las de Mirabel. Se sentía raro volverla a tener de frente.

–¿Podemos hablar? –le pido apretando levemente el agarre de sus manos.

Mirabel gruño lo suficiente alto para que ambos la notaran, Camilo desvió rápidamente la mirada mientras que Ana la miro sin mucha importancia.

–Mis disculpa por interrumpirlos, pero en verdad me gustaría aclarar unas cosas con tu primo, Marisol –comento en un tono dulce y apagado que solo hizo que el enojo de la doncella aumentara.

–Es Mirabel –corrigió entre dientes con un ligero tic en su ojo izquierdo.

La doncella miro a Camilo esperando que él la rechazara y volvieran a ser solo ellos dos, pero su boca se abrió con tristeza al momento de escucharlo decir:

–Perdón, Mirabel, tendremos que dejar esto para otro momento. Quiero hablar con ella –su voz sonaba rota y desanimada evitando a toda costa observar lo destrozada que estaba su amada ante sus palabras.

Ella no respondió, molesta al igual que triste se fue del lugar pasando bruscamente a lado de su amado. Camilo la miro irse, pero aun así suspiro para ver a la mujer de su lado. Ella le regalo una pequeña sonrisa que él no correspondería.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora