||DIECISEIS||

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|16|Hacer las cosas bien

Camilo escucha con pesar todas sus siguientes órdenes por parte de Bruno; realmente dejo de prestarle mucha atención desde que dijo que tenía que autorizar algunas construcciones y eventos importantes para comunidad. Sentía el peso de la responsabilidad de la abuela caer con fuerzas sobre sus hombros. ¿En serio la abuela aguanta todo ella sola?

Él por suerte tenía a Mirabel que sufría al igual que él, escuchando constantemente las órdenes de una –para nada paciente– Isabella. Ellas salían por unos de los pasillos organizando el itinerario que se organizara las próximas semanas. Al momento en que sus miradas se cruzaron ambos sonrieron de forma tonta, recordando lo sucedido horas atrás en el pequeño almacén. Camilo tuvo mantener toda su fuerza de voluntad al no atreverse en ir más allá que solo tocarla. Mirabel iba levantar su mano para saludarlo, pero fue rápidamente detenida por su hermana que la tomo de la mejilla con fuerza para que prestara atención a lo que decía. Dejo salir una boba risilla, su corazón volvía a latir con vigor después de dos semanas y media estando distanciados.

–Me alegro que al fin arreglaran las cosas –hablo Bruno con una pequeña sonrisa dejando un poco de lado sus responsabilidades para hablar con él.

Camilo se sonrojo y rio incomodo al ser descubierto por el vidente.

–Bueeeno –exclamo evitando a toda costa mirar a su tío–, hablamos y resolvimos las cosas –suspiro, mirando el pasillo por donde habían desaparecido las hermanas–. Creo que puedo tener una oportunidad de estar realmente con ella, sin sentir esa presión de que estamos comprometidos o que yo pueda ser el padre de su hijo.

Al terminar bajo la mirada, se sentía bien saber que ella lo había extrañado como él a ella, pero el sentimiento de que algo está mal lo invadía. Levanto su vista hacia su tío al sentir su mano posar sobre su hombro, él sonreía nervioso –como siempre–, pero mostraba un sentimiento de paz y orgullo en sus ojos.

–Solo dale tiempo, Camilo, ustedes tienen algo especial. Y sé que puedes conquistarla por quien realmente eres.

Camilo cerró los ojos y exhalo, necesitaba a su padre, él pudo ganarse fácilmente el amor de su madre. Necesitaba de sus consejos para ser un buen partido para la doncella. Suspiro y bajo la mirada decaído.

–Ella no debe enterarse –le comento en un tono bajo y miro a su tío; quien parecía confundido–, quiero que surja todo naturalmente. Si me casare con ella quiero que sea yo quien se lo proponga y no por subir al puesto.

Bruno sonrió y asintió ante la petición.

[...]

Mirabel cerró la puerta del despacho con intenciones de irse a caer a su amada cama. Isabella estaba presionándola demasiado con tantas cosas que sentía que caería rendida sobre el suelo si seguía un minuto más arreglando los asuntos de la gente. Iba rumbo a la guardería para finalizar un largo día, con una lámpara de aceite en mano camino por el pasillo. La casa estaba en completo silencio, eran las altas horas de la noche y solo lograba escucha el sonido de las hojas de las macetas moverse con suavidad. Al momento de pasar por las escaleras se detuvo al ver un nervioso Camilo de espalda hablando entre murmullos intangibles para ella. Sonrió levemente y se acercó a él.

–¿Qué haces despierto? –pregunto con dulzura, logrando asustar al joven de rizos.

Ella rio levemente, ocultando sus labios detrás de su mano, él rasco su nuca nervioso, pensando detalladamente sus palabras.

–Yo...–estaba en blanco, había olvidado todo lo que repaso en frente al espejo transformado en la figura de la doncella.

Mirabel miro a todos lados asegurándose que no haya nadie que pudiera verlos, dejo la lámpara en suelo y se acercó a él. Camilo se puso nervioso, realmente era débil ante los movimientos seductores de la joven de lentes, ella se acercó enredando sus brazos detrás de su cuello, él la tomo de la cintura y recargo todo el peso en el pilar de las escaleras. Ella solo se acurruco en su pecho como si fuera un felino, estaba exhausta. Solo quería estar entre sus brazos oliendo aquel embriagante aroma que siempre traía su amado. Él se relajó abrazándola con cariño mientras colocaba su mentón sobre su cabello.

–Fue un día horrible –expreso ella cansada.

–¿Isabella no tuvo piedad de ti? –pregunto en forma de burla.

Ella solo rio y comenzó a dibujar círculos imaginarios sobre el tejido del poncho. Se sentía tranquila y relajada escuchando los no tan calmados latidos del corazón del cambia formas.

–Extrañaba tenerte –confeso en un susurro Camilo, pegando más su cuerpo con el suyo.

Abrió sus ojos con sorpresa, se separó de él y parpadeo por unos instantes de forma incrédula.

–Tú fuiste el quien se alejó –exclamo ella separándose de él con clara molestia.

–Tú te fuiste con ese maldito director –recalco él en un tono serio–. ¿Cómo quieres que no me aleje cuando tú coqueteas con otro hombre?

–Yo no estaba coqueteándole –se defendió ofendida.

–Entonces, ¿Por qué le sonríes y te la pasas tan pegada a él?

–Porque él es el primo de mi ex novio –aclaro–, él fue quien me aviso que se casó con otra. Solo estábamos hablando de todo lo ocurrido.

–Me molesta que me ignores y le sonrías a otro hombre...creí que me dejarías o que no significo nada lo que teníamos.

–Cam –susurro ella tratando de tomar su mano, pero él la aparto.

Suspiro, le dolía la cabeza, pudieron haber tenido ese reencuentro en el almacén, pero no se dieron cuenta que tenían mucho que hablar. Desvió la mirada con intenciones de irse de ahí, pero ella lo detuvo, él la miro de reojo y abrió la boca al verla llorar de nuevo. Se quedó quieto en medio del pasillo, mordió su labio inferior, no quería volver a separarse. Ella lo abrazo por la espalda ocultando sus lágrimas en poncho naranja del hombre.

–Yo también te extrañe –comento entre lágrimas aun ocultando su rostro en su espalda–. No digas que lo nuestro no significo nada, porque para mí significó mucho; que hasta sentía miedo de no estar a tu lado.

Una lagrima resbalo por la mejilla pecosa del hombre, separo a la doncella para poderla abrazar de frente, ambos lloraron en los brazos del otro, sin ganas de separarse de nuevo. Camilo la cargo con tanta facilidad ocultando su rostro entre su pecho. No quería dejarla, quería ser las cosas bien. La quería como su futura esposa. La bajo lentamente devuelta en el suelo. Con su pulgar limpio sus lágrimas antes de besarla en la frente. Se reusaba a besarla en los labios, quería que fuera especial como lo es ella para él.

Movió su mechón de pelo detrás de su oreja, no paraba de ver sus ojos iluminados por la luz de la luna. Mirabel era la doncella más bella de todos ante sus ojos. Ella le sonrió y movió sus labios para decirle un silencioso: "Ya no me iré, amor".

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora