||CUARENTA||

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|40|Se acabo

Ana Laura se levantó del suelo con una sonrisa tranquila, sintiendo la mirada incomoda de quien alguna vez fue su prometido. Sacudió su larga falda azul tanta tranquilidad. Camilo retrocedió. No quería más problemas quería irse y eso lo sabía la mujer así que en un movimiento inesperado se acercó a él.

–Hace meses que no te veía –su voz era coqueta y relajada. Como sabía que al le gustaba.

Él la tomo de los hombros y la alejo, evitando todo contacto con ella. No se atrevía a empujarla o algo malo, él no era así. Estaban en un rincón de la casa donde nadie podía verlos, la música de la fiesta parecía que opacaría toda su conversación de Dolores. Estaba acorralado.

–¿Qué haces aquí? Creí que ya habíamos terminado con todo.

–Lo sé –dijo fingiendo inocencia en lo que colocaba uno de sus largos mechones detrás de su oreja–, pero quería decirte feliz cumpleaños.

Camilo cerro los ojos y respiro hondo.

–Vine la verdadera razón –exclamo ya irritado.

Ella esbozo una sonrisa lasciva y se acercó peligrosamente a él, solo para ponerse de puntillas y susurrarle en su oreja.

–Vine como todas las demás –se separó lentamente de él sonriendo complacida al verlo tan sonrojado–, el gran Camilo Madrigal, próximo líder de encanto –agarro las cálidas manos del hombre y las coloco en sus pechos esperando a que él cayera en su juego, él miro indiferente sus manos sobre el cuerpo ajeno, ella sonrió al ver no las quitaba (mas porque ella lo sostenía) pero tampoco las movía–. Los rumores vuelan, Camilo y muchas quieren el puesto de la esposa del rey –dijo lo último con descaro mirando coquetamente al hombre–. Lástima que ninguna llega a complacer como realmente se debe.

Ella bajo una de sus manos yendo directamente al pantalón del cambias formas, pero él la detuvo. Camilo se sintió asqueado, quitando de manera brusca sus manos de su cuerpo y alejándola de su pantalón. Ya no sentía lo mismo, no eran los pechos ni las manos de Mirabel que lo tocaban que tocaban su cuerpo con cariño y curiosidad de lugar de morbo. Limpio sus manos en su poncho; acción que hizo que la pelirroja gruñera y se hartara, pero todo eso se esfumo al escuchar la voz seria y enojada de él:

–Antes, hubiera caído –confeso mirándola con desagrado–. Ahora me das pena. ¿Creí que te casarías con mi mejor amigo? –dijo lo último entre dientes al mismo tiempo que apretaba el puño con fuerza.

Ella abrió sus ojos con sorpresa y miedo.

–¿C-cómo? –su voz apenas lograba formular las palabras.

–Eso que importa –peino hacia atrás su cabellera con fastidio–. ¡¿En serio creíste que iba a caer otra vez?! –le reclamo furioso, provocando que ella temblara y retrocediera. Realmente le daba pena–. Pero viéndolo bien son tal para cual.

Ana Laura no contesto, su mirada se mantenía perdida al ver que había perdido el control que siempre tuvo sobre él. Sus ojos comenzaron a cristalizarse, estaba siendo humillada y ya no sabía cómo actuar. Camilo chasqueo la lengua y dio media vuelta para ir a buscar a su novia, sin antes parar en medio del pasillo y sin voltear a verla le recalco:

–Eres patética con creer que dejaría al amor de mi vida por alguien como tú.

–¿Q-qué? –su voz tembló y abrió sus ojos sin poder creer lo que escucho– ¡No puedes tener a alguien más! ¡Tú me amas a mí! –expreso sorprendida, sintiendo como las lágrimas arruinaban su maquilla. Estaba haciendo un berrinche que solo causaba vergüenza–. ¡Debes estar jodiendo! ¡Me besaste!

–Lo hice –respondió alzando los hombros sin darle mucha importancia–. No lo niego mí me arrepiento –murmuro serio para después mirarla–. Aunque debo agradecerte por abrirme los ojos y hacerme ver a la gran mujer que tengo a mi lado.

Ella cayó de rodillas al suelo murmurando que no podía dejarla, que aun la amaba. Él la miro con repulsión, ya no hacía nada en ella que le hiciera que la mirase con amor o deseo como tiempo atrás. Ya no quería verla, simplemente sentía lastima por ella.

–Ya no te amo, Ana –confeso cerrando sus ojos y sintiendo como todo un peso caía de su espalda–. Puedes quedarte a celebrar, ya me da igual solo quiero estar mi amada.

Dio media vuelta y comenzó a irse a paso lento, sin importarle nada más que Mirabel y su bebé. Respiro hondo cuando escucho a lo lejos como Ana Laura le gritaba entre lágrimas y dolor:

–¡VETE A LA MIERDA CAMILO MADRIGAL!

Él no le respondió ni inmuto, solo le deseo suerte en la vida, siendo que será lo único que recibirá de él.

[...]

Por otro lado afuera de la casa; Mirabel miraba con furia a su ex novio. Él se mantenía relajado analizado el vestuario de la joven doncella. Ella se sentía violada con su mirada, pareciera como si la quisiera desnudar. Se abrazó a si misma queriendo proteger más a su pequeña luciérnaga que a ella misma.

–Te ves hermosa –le dijo con un tono calmado mientras se acercaba a ella.

Retrocedió sin borrar en ningún momento.

–Te acercas un paso más y le gritare a Dolores.

Él obedeció quedándose quieto, con sus manos dentro de sus bolsillos. La miro serio y ella de manera amenazante.

–¡¿Qué es lo que quieres de mí?! Ya te rechace mil veces, estoy feliz con Camilo –entre más habla sus ojos se cristalizaban y el tono su voz aumentaba; estaba aterrada–. Si tanto dices amarme ¿Por qué no me dejas en paz?

–No quiero perderte, Mirabel yo te sigo amando –por primera vez su voz dejo de sonar confiada a una más temerosa.

–¡Pero yo no!

Él la miro, sus ojos también comenzaron a cristalizarse y Mirabel no bajaba en ningún momento su guardia. No quería alterarse más de lo que ya estaba, sentía como vientre se ponía duro al igual que sentía un leve dolor. Lo miro asustada, estaba temblando, pero seguía firme para proteger a su bebé.

–Ya no te amo –murmuro mirándolo sus ojos oscuros–. Deje de hacerlo hace meses.

Daniel desvió la mirada al igual que ella.

–¿Por qué él? –pregunto más sereno–. ¡¿Yo te puedo dar lo que sea?! ¡¿Puedo enamorar como ante?!

Mirabel se quedó sin palabras ante lo agresivo que puso, Casita la defendió dejando caer una biga de madera en medio de ambos para que no se le ocurra acercarse. La magia de la construcción no era muy fuerte esa noche al estar al pendiente de todos los invitados, pero no dejara que él tocara a una de sus doncellas. El dolor en su vientre aumento ante el miedo.

Daniel la miro furioso sin acercarse a ella.

–Amo a Camilo –recalco con lagrimas de impotencia recorriendo por sus mejillas–, ¡Entiéndelo! ¡Lo amo a él! ¡Y ESTOY ESPERANDO A SU BEBÉ!

Los ojos de Daniel se abrieron con horror, pero lo peor de todo y que rompió el vaso de agua que se desbordaba era escuchar aquella voz enojada e indignada.

–¡¿QUE TU QUE?! –exclamo Alma enfurecida desde la puerta, acercándose a ella con clara molestia.

Mirabel se puso pálida al mismo tiempo que levantaba la falda de su vestido al sentir su entrepierna húmeda y su corazón se detuvo en un instante al ver una línea de sangre recorrer por sus piernas. Aterrada miro a Daniel; quien también se asustó y antes la abuela hiciera algo contra ella...todo se volvió oscuro.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora