||CUARENTA Y CINCO||

648 69 30
                                    

|45|Nervios

Pepa y Dolores terminaban de medir los últimos retoques al vestido de novia. Desde que llegaron ambas se robaron a la prometida para dar los últimos retoque al vestido de novia que le perteneció a Pepa, lo uso dolores y ahora quería que Mirabel lo usara para su gran día. Obviamente al tener un cuerpo más curvilíneo –sumado también su enorme vientre de embarazada– y su menor estatura; este tendría que pasar por varios arreglos antes de mañana. Dolores la maquillaría con gusto quería dejarla como toda una princesa.

–Mira, cariño, no pareces muy feliz por tu boda –comento Pepa dulce (y un poco inquieta), acariciando la mejilla de su nuera.

Mirabel suspiro y miro a su suegra decaída.

–Tengo miedo de lo que vaya a pasar ¿Y si Camilo se arrepiente? –exclamo asustada.

Dolores esbozo una leve risa, se alejó de la falda del vestido y le dedico una sonrisa dulce.

–Créeme que él está más nervioso que tú –comento en su tono susurrante mientras prestaba atención a algo que ellas no podían escuchar–, él le está hablando con mi padre y los chicos que hacia si no aparecías en la iglesia o vieras el terrible partido que era para alguien tan especial como tú –sonrió con ternura al escucharlo.

La joven novia se sonrojo y tapo su rostro con ambas manos, logrando sacar una pequeña risa a madre e hija. Al principio dudaban mucho sobre si juntarlos era buena idea, pero viendo el gran cariño que se tienen no se arrepentían. Ellos se amaban y estaban a esperando a su pequeña nieta. Aun la familia del este creía que traerían una nueva niña a la familia, por otro lado los del oeste seguían necios con la llegada de un varón. Mirabel bajo sus manos y giro a verse en el reflejo del espejo de su habitación. No le gustaba que su cuerpo no llegara a lucir aquel hermoso vestido, aún recuerda como Dolores se veía tan hermosa en el cuándo se casó y ella...

–Tranquila –expreso su cuñada abrazándola por la espalda con cuidado de no pincharse con las agujas–, ahora se ve horrible pero cuando lo ajustemos, te verás preciosa.

Mirabel le sonrió no muy convencida, ella solo tomo sus mejillas y beso su frente dejando una marca de labial rojizo en él. Su relación con Dolores había mejorado tanto desde que empezó a salir con su hermano. La doncella chismosa la dejo y fue por su maleta donde tenía todos sus artículos de belleza; que no eran pocos.

–Ahora, tenemos que ver qué tipo de peinado te pondremos.

Ella iba asentir y bajar del banquito donde estaba, pero de repente un fuerte dolor en su vientre hizo que se agachara del dolor, obviamente eso asusto a ambas mujeres del este. Dolores iba salir corriendo en búsqueda de su hermano, no obstante Mirabel la detuvo:

–Estoy bien –hablo rápido con una sonrisa de dolor–, solo que me pateo fuerte en mi vejiga, hace eso cuando despierta. Creo que de nuevo esta hambriento.

Dolores la miro y después como la joven doncella trataba de calmar a su bebé susurrándole que se calmara que iría pronto por algo de comer. Pepa al ver el rostro melancólico de su hija, se acercó a ella y tomo su mano para que sea fuerte por su hermano y cuñada. Ellos no tenían la culpa de ser bendecidos por un bebé, un bebé que tanto deseo la doncella del este. Limpio aquella pequeña lagrima traicionera y le sonrió a Mirabel; quien al verla estiro su mano para que ella pudiera sentir a su sobrino. Ella no se opuso y acepto gustosa, amaba sentir a la pequeña criatura moverse como si buscara atención de su propia madre.

–Iré a traerle algo a la pequeña bestia –musito la doncella con tranquilidad.

Ella se lo agradeció en un susurro, Dolores le sonrió y salió del cuarto por lo dicho. Pepa aprovecho para ayudarla a quitarse el vestido y comenzar a coserlo. Tenía que estar listo para el gran evento de mañana.

El pecado de las luciérnagas || CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora