|28|Paz antes de la tormenta (parte 2)
Un feliz Camilo terminaba de preparar todo el desayuno para su familia. Comenzaba a acostumbrarse a levantarse temprano. Le causaba gracia que cuando él vivía allí siempre fue el último en levantarse, su madre siempre tenía que despertarlo enojada. Ahora ella lo miraba incrédula pero a la vez orgullosa desde la puerta de la cocina. Él al verla le sonrió y no dudo en saludarla con un beso en su mejilla. En unas horas ellos tendrían que volver a Casita y no sabe cuándo volverá a verla. Le entrego su taza de café y la invito a sentarse en lo que terminaba.
Pepa sonrió obedeciendo su orden, bebió calmada de su café. En su interior quería agradecerle a Mirabel por ayudar a mejorar a su hijo. Camilo tenía una sonrisa genuina mientras colocaba todos los platos sobre la mesa y preparaba dos en una bandeja acompañado de un pequeño florero con una flor de mayo.
–No puedo creer que estés cocinando –dijo una sorprendida Dolores adentrándose a la cocina siendo seguida por su esposo, quien caballerosamente la ayudo a sentarse–. El sexo debió ser tan bueno para que te levantaras de buen humor –añadió con un tono pícaro y burlón.
Camilo sonrojado hasta la punta de sus orejas dejo caer al suelo la arepa que cocinaba, Pepa escupió su café, varias nubes comenzaron a formarse sobre ella, por otro lado Mariano le decía a su esposa que no diga tales cosas.
–Ustedes no tuvieron que escucharlos por un simple segundo –se defendió calmada en lo que comenzaba a desayunar. Era lo peor tener ese tipo de don, se descuidaba un momento y escuchaba cosas que jamás quiso saber.
–Puedes callarte –reclamo Camilo tallando su rostro ante lo vergonzoso que era que su familia se enterara de su vida sexual.
Ella rodeo la mirada con fastidio. Pepa intentaba calmarse no quería molestar a su esposo; quien se encontraba aun dormido por una tonta discusión de sus dos hijos mayores. Lo que menos quería ahora era que Toñito se le uniera solo para molestar a Camilo, porque sabía que lo iba hacer.
El joven adulto gruño, dejo todo listo para que los demás desayunaran sin problemas, tomo la bandeja con su desayuno y el de Mirabel. Salió del comedor sin antes disculparse con su madre por lo que paso dándole un pequeño beso en su frente para después mirar con odio a su hermana quien solo se encogió de hombros restándole importancia.
Encamino por el pasillo hacia la última habitación. A pesar de las cosas que dijo Dolores, él estaba realmente de buen humor como para pelear. Había hecho el amor con su amada, se sintió raro pensarlo de esa manera, pero también le gusto. Al llegar en frente de la puerta anaranjada, hizo equilibrio para abrirla sin caer las cosas, al momento en que esta se abrió sonrió al ver a su novia dormida entre las sabanas, aun desnuda y con una sonrisa satisfecha marcada en su rostro. Camilo no se atrevió abrir las cortinas para que la luz entrara, simplemente dejo la bandeja sobre la mesita de noche y se sentó en el borde del colchón acariciando la mejilla de Mirabel.
La doncella poco a poco comenzó a despertarse, agrandando aún más su sonrisa al encontrarse con la expresión calmada de Camilo.
–Buenos días, amor –murmuro aun en los brazos de Morfeo, sin atreverse a despegar su cabeza de la almohada.
–Buenos días, mi mariposita –le devolvió el saludo agachándose para darle un corto beso en sus labios–. Te traje el desayuno –susurro a centímetros de su rostro.
Ella asintió perezosamente estirando su cuerpo en el colchón como si fuera un felino al mismo tiempo que liberaba un bostezo soñoliento. Camilo admiro su cuerpo desnudo sonriendo como idiota ante los recuerdos de la tarde anterior. Ella tomo asiento en medio de la cama, no se molestaría en cubrirse, amaba tener solo la mirada de su novio sobre su cuerpo, siempre tuvo muy baja autoestima por no tener un cuerpo tan bonito y delgado como Dolores o Isabella. Los hombres siempre comparaban los cuerpos de las doncellas siendo ella la menos preferida por su altura más baja y curvas.
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El pecado de las luciérnagas || Camimira
FanfictionLa magia muere; la familia se había separado. La familia de Pepa en el este y la de Julieta al oeste. Los años habían pasado, sin vela no habría seguridad la familia, ni en el pueblo. Solo Bruno y la abuela saben que podría salvarlos, lo sabían des...