Hoseok había creído desde siempre que el amor era una porquería, un sentimiento que no hacía más que crear conflictos y herir corazones. Pero cambió de parecer cuando conoció a Yoongi, descubriendo que el amor no era todo lo que había creído. Desafo...
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Todo el día se había dedicado a beber todo tipo de bebida alcohólica que le cruzara en el camino, ¿y que más daba? Sí estaba justo en plena celebración de cumpleaños de su esposo.
A Yoongi poco le importó estar frente a su madre y mamá, o frente a su hermano en cinta, simplemente deseaba ahogar todas sus penas aunque tuviera que acabarse todo el alcohol que había en esa casa.
—Ya, Yoongi, deja de beber, ¿quieres? —repetía Jiuk discretamente, alarmado por las grandes cantidades que el alfa estaba ingiriendo.
Pero no escuchó, y aunque era demasiado resistente a la bebida, terminó completamente ebrio.
Jiuk aprovechó la situación e hizo que su esposo lo tomara y renovara la casi imperceptible mordida en su cuello, sin importar que en el proceso, su esposo no dejara de repetir un nombre que no era el suyo.
El pálido despertó aturdido, abriendo los ojos con pesadez y recibido con un insoportable zumbido en los oídos.
—Osito, buenos días —susurró el omega, cerca de la oreja de su esposo, olfateando el aroma de su cuello.
Yoongi permaneció recostado boca abajo, tratando de recordar lo que había sucedido y como es que había llegado a la cama de su departamento, si lo último que recordaba era estar comiendo pastel del chocolate después de cantar la absurda canción de cumpleaños.
Se incorporó un poco, solo para cerciorarse de su desnudez, cubierta por las sábanas de seda.
—¿Qué hora es? —cuestionó, tallando su rostro en tanto se sentaba sobre la cama.
—Faltan quince minutos para las siete de la mañana —respondió el omega, tomando asiento junto a él—. No vayas a la oficina hoy, oso... Seguramente tienes una resaca insoportable y...
Yoongi lo observó aterrado, notando la fresca marca en su cuello y percibió su aroma mezclado con el de él. Su lazo había sido renovado y ni siquiera lo recordaba.
—Cierra la boca, ¿sí? —se levantó, enredando la sábana alrededor de su cintura, dirigiéndose de prisa al armario buscando ropa limpia.
Después de ducharse, se miró un momento en el espejo del baño. La resaca estaba marcada en su rostro, y no solo eso, también tenía marcas en su cuello, marcas que Jiuk había hecho a propósito y ahora no tenía idea de cómo esconder.
—Mierda... —dijo en medio de la privacidad del baño, rociando neutralizador en su cuerpo y algo de loción que escondiera todo rastro de lo que había sucedido el día anterior.
Jiuk tendía la cama, mostrando una enorme sonrisa a pesar de la enorme indiferencia de su esposo y su sobriedad.
—Estuviste genial ayer, Yoongi —confesó con orgullo, sin detener su labor doméstica.
El alfa rodó los ojos mientras escogía unos lentes de sol para usar. —Te aprovechaste de mi borrachera para que te mordiera...
—Y no solo eso, cariño, me hiciste el amor como nunca. Estoy seguro que me dejaste preñado —le guiñó y sonrió.
