Aún no había amanecido y un grupo de guerreros ya estaba entrenando, entre ellos Alistair y Bryson, en la zona del patio se escuchaba como el sonido de las hojas del metal rebotaban en los muros del castillo dando los buenos días a sus habitantes.
- Te juro que está noche he dormido como una mujer saciada y tengo fuerza de sobra.- le advirtió Bryson desenvainando la espada.
- No me toques las narices primo.- gruñó.- Yo no he pegado ojo y no tengo ganas de broma.
- Necesitas tener sexo.- sus ojos se fueron a la ventana de Alba.
- Eso dice ella.- Bryson lo miró sorprendido.
- ¿Ella te ha dicho eso?.
- Si.
- Esa mujer me gusta y si no la cortejas tú, lo haré yo.
Sin previo aviso Alistair le atacó con un salto por arriba lo que hizo que Bryson se desestabilizara y cayera al suelo.
- Estás loco.- gritó desde el suelo.
- Te juro que si te acercas a ella...
- Ni contigo ni sin ti. Haz algo y deja de ser un cobarde.- ahora fue él quien le atacó.
Una hora después de lucha sin descanso, reproches y silencios incómodos, los dos amigos se marcharon en dirección al aljibe para refrescar sus sedientas gargantas.
- Anoche me desobedeció.- gruñó.
- No dijiste que te alejarías de ella.- le dio un golpe en la espalda y rio.
- Es fácil decirlo, lo complicado es cumplirlo. La siento tan indefensa. No quiero que le ocurra nada y la terca salió a escondidas de su habitación, seguro que el tobillo le dolía.
- ¿La seguiste? .- abrió mucho los ojos.
- No.- alzó la voz mientras negaba con la cabeza.- Pensé que ya estaba dormida y fui a la biblioteca. No podía dormir y estuve echando un vistazo a las cuentas. Entró allí y no se dio cuenta que estaba. Cogió un libro, se sentó frente la chimenea y se puso a leer.
- Peligro, una mujer que piensa y sabe leer debe de ser un gran problema.- se carcajeó con fuerza resonando su risa en eco.
- Es una de las cosas que más me gustan de ella, que no sea sumisa y pueda opinar de cualquier tema, eso sí, solo tras las puertas de nuestros aposentos.
- Primo.- le dio un golpe en la espalda.- Ya has dado un gran paso. ¿Vuestros aposentos???.- pregunto divertido.
- Ha sido mi subconsciente.- carraspeó.- La vi allí, a través de la luz del fuego. Se transparentaba su camisa. Pude ver la forma de sus senos, su estómago, incluso su espalda y su trasero cuando se levantó y marchó.
- Lo dicho, o la haces tú o lo hago yo.- tensó su mandíbula enfadado.- Lo digo de broma.- alzó las manos cómicamente.
- No puedo acercarme a ella. Se irá y volveré a quedarme sumido en el infierno.
- Vale primo. No insistiré, pero la batalla que tienes aquí y aquí.- le señaló la cabeza y el corazón.- Eres el único que puedes ganarla, y tú jamás pierdes una batalla, por lo tanto, no pierdas esta guerra.
Ambos primos volvieron a sus entrenamientos, necesitaba no pensar en ella aunque era imposible ya que sentía desde lejos como los ojos de Alba los miraba desde su ventana escondida para que no la vieran.
Estaba tan abstraída mirando los movimientos de Alistair que no se dio cuenta que llamaron a la puerta y como no respondió está se abrió.
- Señora. Pensé que estaba durmiendo al no contestar a mi llamada.- se sonrojó Caillic.
- Perdona no me di cuenta.- se giró y miró a la chica que entraba cargada con la bandeja del desayuno.
- Si el señor se entera que se ha levantado de la cama y está sentada frente a la ventana se pondrá furioso.- le advirtió la joven criada.
- No creo. Me da la sensación que ya le da exactamente igual y que desea que me recupere para que me marché.
- ¿Y usted no quiere marcharse? .- le preguntó curiosa.
- Si, bueno, no lo sé.- dudo y se rasco la cabeza.- Y si mis amigas se han marchado... ¿adónde iré?.
- Puede quedarse aquí. El señor le daría cobijo y protección.
- Si antes no nos hemos matado mutuamente.- sonrió y Caillic se tapó la boca.- Es un decir. Tenemos mucho carácter los dos.
Caillic acercó la mesa donde ella estaba y se marchó dejándola sola sumida en sus pensamientos.
La mañana fue pasando en la soledad de esas cuatro paredes, un día mas o un día menos según se viera. Ahora solo tenia una nueva ilusión desde que el señor del castillo no acudía a desayunar o cenar con ella. Esperaba impaciente a que el castillo durmiera para hacer lo mismo que el día anterior, salir a escondidas de su encierro y sentirse cómoda leyendo un libro frente al calor del hogar.
Como cada noche Maisie le llevó la cena y no pudo aguantar más la incertidumbre que le carcomía por dentro, quería respuestas.
- ¿Cómo está Alistair?.
- Bien mi niña. Hoy han venido unos arrendatarios, han divisado un barco y han puesto en aviso al señor. Van a vigilar por si se tratara de Nechtan.
- El hermano del señor acecha las tierras.- la señora Calahn abrió los ojos sorprendida.
- ¿Cómo sabe usted quién es Nechtan?.
- Alistair me lo contó.
- Mi niña, él debe de sentirse muy seguro y cómodo a su lado para haberle contado algo de lo que no suele hablar.
Alba se entristeció. Desde el día que él se abrió en canal contándole su historia había desaparecido y no sabía nada de él.
<<Tanto daño le habían hecho esas personas>> pensó.
- Si, pero se ha refugiado de nuevo en su silencio.
- Niña, dale tiempo. Para él esto es nuevo.- y dándole la taza con el remedio le ordenó.- Venga bébalo todo y descanse. Tiene que recuperarse pronto.
Alba hizo caso a esa anciana mujer que era muy entrañable y se preocupaba de verdad por ella.
Cuando Maisie salió de la habitación con los restos de la cena, Alba estaba acostada mirando al techo y tratando de averiguar qué le ocurría a Alistair que ya no iba a visitarla.
Como la noche anterior habían pasado las horas y no podía conciliar el sueño, así que, se levantó de la cama, salió en sigilo de sus aposentos y se dirigió a la biblioteca.
Cerro la puerta de la biblioteca y suspiro al no haberse encontrado a nadie en su pasillo que pudiera descubrirla y avisar al señor lo que estaba haciendo a escondidas, se acerco a la estantería y cogió el mismo libro, se sentó en el suelo, quejándose al dejar más peso del debido en el pie malo, y comenzó a leer frente al fuego.
En el butacón, escondido como la noche anterior la observaba Alistair. Miraba cada gesto de su cara, sus largas pestañas cuando cerraba los ojos, su nariz, su sonrisa cuando leía algo que le hacía gracia, su dedo índice como lo mojaba con delicadeza en su lengua y pasaba las páginas y sus ojos fueron a sus pechos que se veían al trasluz de la camisa.
Se le estaba secando la garganta y quería tomar un trago del uisge que había sobre la mesita pequeña pero si lo hacía ella se daría cuenta que él estaba allí, así que siguió observándola perdiendo todas las fuerzas que tenía en su lucha interna por alejarse de ella. Debía luchar contra lo que sentía o dejarse llevar.
Se quedó tan sumido en sus propios pensamientos que no se dio cuenta cuando Alba se levantó, dejó el libro en el mismo sitio donde estaba y se fue de nuevo a sus aposentos.
Alistair se encontraba solo de nuevo, puso su cabeza entre sus piernas y cuando se levantó, caminó por la biblioteca, apoyó la frente en la fría piedra de la chimenea y quedó sumergido en sus pensamientos. Era hora de tomar una decisión.
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Tú eres Alba
RomanceDespués de casarse con su amor platónico todo cambia de la noche a la mañana y no le apetece que nadie mas ocupe su lugar. En un breve espacio tiempo conoce a dos hombres que le atraerán, pero ¿Alguno de ellos podrá hacerle olvidar a su primer amor...