CAPÍTULO 23

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Hacía una semana que Bryson se marchó en busca de alguna pista de Caillic y aun no habían recibido noticias de él, no habían recibido ninguna misiva por lo que suponían que aun no la habían encontrado y que seguía buscando alguna pista.

La misión no solo era encontrar a la doncella desaparecida y que los traiciono, sino también lo que Alba le pedio como un secreto. ¿Habría comprado todo o parte de lo que le había solicitado?, ¿Habría conseguido unas ventas perfectas para esos raros abalorios que ella le dio?. Si lo hubiera logrado, podrían conseguir que la isla de Arran comenzara a ser lo que era antes del asedio. Ella escuchaba las historias de las sirvientas, las cocineras, incluso de algún habitante de la isla que se acercaba al castillo para solucionar problemas con el laird, ella quería devolverles esa ciudad de la que con tanto amor hablaban.

Si, era consciente que habían pasado siete días y ya era hora de volver Arran, al castillo, aunque no había logrado ni conseguido encontrar a Caillic ni tampoco recabar alguna noticia o información sobre ella o su paradero, pero antes de abandonar tierra firme, debería de acercarse a un astillero para poder encargar el barco.

En Arran las cosas iban volviendo a la normalidad, Alba iba recuperándose a pasos agigantados y retando de vez en cuando al pobre de Alistair, le encantaba sacarlo de sus casillas y siempre acababa con un insulto o una frase en español.

Los días que el cielo estaba despejado y el sol calentaba la hierba de la isla. Le gustaba salir a escondidas a un lateral del muro que bordeaba el castillo donde nadie podía observarla. Allí se levantaba el vestido para que le diera la luz del sol en la cicatriz. 

Ese día de diciembre el sol había decidido hacer acto de presencia y Alba estaba en su lugar favorito, con la falta por encima del muslo. Estaba mirando la fea cicatriz que le había dejado Netchan de recuerdo, al menos seguía viva, se decía a si misma una y otra vez. Estaba asumida en sus pensamientos cuando el gruñido de Alistair hizo que diera un respingo de donde estaba tumbada.

- ¡Qué haces aquí sola!.

- Estoy intentando curarme lo antes posible.- lo miró fijamente y volvió a mirar al sol y cerrar los ojos.- ¿Sabias que el sol es el mejor remedio para que cicatrice correctamente una herida?.

- ¡Y lo tienes que hacer así!.¿aquí?. ¡Cualquiera de mis hombres pueden verte!.- levantó la voz mientras miraba por todos lados como si alguien pudiera verles.- Eres la señora del castillo, no puedes ...

- Disculpa Alistair.- le corto.- No soy aún la señora y lo mejor para curarme es el sol. No enseñó nada que antes no hayan visto, es más.- miro hacia los lados imitando los gestos que momentos antes él había realizado.- Nadie me ve. No hay nadie. Y si alguien viene, serán por tus gritos.

Alistair miró a su alrededor y al ver que ella tenía razón, se alejó de su lado y volvió a entrar al castillo, bufando entre dientes.

<< Y aun así, estoy loca por ese cabezón>> pensó para sus adentros mientras se levantaba, colocándose la falda correctamente y se dirigía dentro del castillo.

Cuando llegó la noche, Alistair no apareció por la habitación. Estaba dolido. ¿Por qué Alba no entendía que solo él era dueño de su cuerpo y que sólo sus ojos podían verlo?.

Alba cómo cada noche desde que Nechtan la atacó, estaba angustiada y no podía dormir necesitaba salir, despejarse, lo necesitaba a él cerca para sentirse segura. No podía soportar que estuviera enfadado y sabia perfectamente que no iba a dormir esa noche con ella si no arreglaban lo ocurrido en la mañana, así que, decidió ponerse su vieja capa de lana verde y salir fuera del castillo.

Alba miró al cielo, estaba estrellado, no había ni una nube pero el frío que sentía en su cuerpo parecían cuchillos acariciando lentamente su piel.

Tú eres AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora