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La abuela de Mikoto huele a medicinas y menta, la casa siempre huele a cítrico y el baño a canela y eso es lo que más le molesta, porque a Mikoto no le gustan esos olores si no son en la comida, le hacen recordar la sala de espera de un hospital, pero no puede decir nada o quejarse, si lo hace su madre lo regañara por ser un mal niño y lo castigaría, aunque en esos momentos Mikoto pensaba que no había peor castigo que estar lejos de Minato.

Mira por la ventana como los niños juegan, él no los conoce y por lo tanto no saldrá, aunque su abuela le repita una y mil veces que lo haga, él no lo hará, no quiere porque no tiene ganas y porque sigue de mal humor. A sus padres les da risa como se ha recluido en su habitación, como abre las grandes ventanas y se queda sentado observando, siempre escucha a su madre decir que es mejor así, que por lo menos no está de un lado a otro explorando el lugar y metiéndose en problemas como hacía antes.

Mikoto decide caminar por la gran casa, piensa que al menos cuando regrese tendrá algo interesante que contarle a Minato y a sus tres amigos, aunque de todos él es quien tendrá las vacaciones más aburridas. Su mejor amigo peliblanco iría de crucero, ¡Y eso es lo que él siempre quería hacer! Una de sus amigas iría a Estados Unidos a visitar a su padre porque ella tenía dos hogares y el último pasaría sus vacaciones en casa, si, en casa, donde tenía videojuegos y piscina, pero él estaba atrapado en la vieja casa de la abuela donde no conocía a nadie.

Camina por el largo pasillo esperando a que su abuela lo llame de nuevo para presentarlo a sus arrugadas amigas que tampoco tenían piedad en apretar sus mejillas ¡Ya tenía 10 años y no era un niño pequeño! No había razón para apretar sus mejillas a esa edad, ya estaba en las puertas de la adolescencia.... Bueno, casi.

-¿Y no hay una niña que te guste? Mikoto - pregunta una de las amigas de su abuela y su madre, es como una reunión de mujeres mayores donde él es el único niño armando un rompecabezas. Aunque al fondo, cerca de la ventana, esta una callada niña jugando con un bebé de juguete. -¿y tú? Mirai ¿tienes algún niño?

La niña se gira a con las adultas y niega torciéndole el cuello al bebé de plástico por aparente accidente. Mikoto no deja de buscar que las piezas encajen cuando la atención se posa sobre él, no quiere responder porque sabe que su madre no lo dejara hablar. Mikoto eleva el rostro y busca a la pequeña con curiosidad, quiere saber cómo es ella y si tendrán la misma edad, pero cuando la encuentra ella parece muy pequeña y frágil, duda que tengan la misma edad.

Mikoto tiene dos amiguitas- Dice su madre con entusiasmo. Y no es mentira, tiene dos buenas amigas, una se parece a Mirai en cuanto lo frágil, pero no es para nada pequeña, ella siempre se burla de lo bajitos que son todos. Su otra compañera si es pequeña, pero es la más valiente y ruda que pueda conocer, la mano derecha de su tripulación. Mirai no se parece a sus dos amigas, ella es diferente. -Pero ninguna tan bonita como Mirai. - Tiene que reconocerlo y vuelve a hablar la mujer con más entusiasmo a lo que Mikoto tuerce la boca y sus ojos se ponen en blanco.

-Mikoto también es muy guapo- añade otra de las señoras. -parece un pequeño modelo.

Mikoto sonríe con timidez y regresa su atención al rompecabezas.

Recuerda la ropa sucia de Minato, curiosamente en ese momento se da cuenta que su ropa siempre está sucia porque Minato corre y a veces se cae en el suelo, se trepa a los árboles y se arrastra en la tierra, es algo que nunca logro entender hasta ese momento. Mirai se ve limpia, impecable, como una buena niña con un bello vestido de encajes, Mirai se ve como él.

Como Mikoto.

Lifelong Love  [MikoMina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora