CAPITULO 2

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Katashi

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Katashi


Estoy llegando a la escuela como de costumbre ya que mi hermosa hermana (nótese mi sarcasmo) me abandonó por ir a comprar unas gomitas y entró al instituto dejándome atrás.

—Hola, queridísimo amigo, que parece un depresivo —aparece Edgar quien le devuelvo el saludo con una palmada en el hombro.

Ese apodo me lo lleva diciendo hace seis años y hasta más años creo, si tan solo me acordará.

—Hola Edgar —lo saludó de vuelta sin muchos ánimos.

No tenía ganas de asistir hoy al instituto, es más, pensaba hacerme el enfermo para no ir, sin embargo, algo me insistía que debía asistir, espero que ocurra algo interesante para no perder el viaje de mi casa al instituto.

Noto a Edgar menear la cabeza de un lado a otro, que me dirá esta vez... Tengo una idea clave que podría ser y es-

—¿Cuándo dejarás de usar tapabocas? —pregunta señalando mi tapabocas negro.

Soy adivino. No le veo nada de malo a mi hermoso tapabocas, no me acostumbro a mi cicatriz que está en la boca, se que llevo demasiados años con ella, sin embargo, sigo sin acostumbrarme, es más, me incomoda demasiado solo pensar en esa cicatriz.

—Cuando muera —bromeo con bastante sarcasmo, sabe que lo hago por una condición no muy agradable.

—Idiota —me insulta este mientras me golpea la espalda.

Mientras caminamos, oigo a mi hermana hablar con alguien, aunque no parece estar en buen estado, salgo caminando a paso rápido junto a Edgar hacia su dirección, estoy esperando que no sea lo que tengo en mente. Al llegar encuentro a un chico o chica no se la verdad que es, solo que está junto a mi hermana.

No es mi hermana de sangre, ambos somos adoptados, además, soy mayor que ella por tres años... Espero no estar confundiendo.

—Hermana ven acá —mi hermana escucha mi voz y sale corriendo hacia mi aguantando las lágrimas.

Ella siempre ha sido una mujer bastante sensible, a comparación de una chica que conoció en el Orfanato, esa mujer no conocía el significado de tristeza.

Miro detalladamente al chico y esta vestido con un saco blanco ancho, un pantalón camuflado suelto negro y unas zapatillas azules oscuros.

No puede ser...

Ella no puede estar en la ciudad...

Esa hija de-

—¡Suficiente Zaira, entiéndelo de una maldita vez, yo no te quiero, mucho menos te amo! —le gritó molesto mientras me acerco a ella y suelto a mi hermana, se salva de ser una mujer.

¿O de querer problemas con su novio?

Aprende a callarte.

—Si no quieres ser mi novio seguiré molestando a tu hermana —me advierte Zaira desafiante mirándola con odio, ella no le ha hecho nada.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora