CAPITULO 14

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Elizabeth

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Elizabeth

Llevamos más de dos horas buscando de local en local al dichoso amigo del desconocido... Esperen... ¡No le he preguntado su nombre! Lo que me faltaba. Ando con desconocidos y no les pregunto su nombre.

—Oye... ¡Ya me duelen los pies y aún nos falta la otra mitad del centro comercial! —me quejo agotada dejando de caminar. Él lo nota y me voltea a ver con una sonrisa—. ¡Esto es agotador! ¿Por qué no lo llamas?

—Se dañaría la sorpresa —me recuerda rodando los ojos,

—¿Y por qué no le preguntas a los de seguridad? Tal vez sepan algo —comentó y él chasquea los dedos.

—¿Por qué no lo mencionaste antes? —agarra otra vez mi mano y salimos corriendo a uno de los guardias el cual ya habíamos pasado hace rato. ¿Qué significa?

Duramos más de quince minutos en encontrarlo y corriendo como locos, hasta que lo encontramos bebiendo un café.

—Buenas tardes. De casualidad, ¿sabe dónde podemos encontrar el local de este joven? —Saca su celular, busca en él la foto y la enseña. Él guarda la observa y luego asiente.

—Está en el último piso al lado derecho de la plazoleta de comida —comenta para darle un sorbo a su café, y sonríe.

El desconocido agradece y me arrastra otra vez corriendo para el último piso obedeciendo las indicaciones del guarda, cansados, caemos rendidos al suelo arrodillados.

—Tu... Me vas a comprar... la... —trato de hablar, pero estoy demasiado ahogada— ¡Tú me vas a comprar el refresco!

—¿Por qué yo? —a pesar de que este se encuentre tirado en el suelo es capaz de hablar con claridad— No es mi culpa que tú te canses con todo.

—¡¿Yo?! —exagero demasiado ofendida— Yo no te mandó a que se te olvidará en que local esta tu queridísimo amigo y en vez de preguntarle a alguna persona sobre él, ¡prefieres recorrer todo el centro comercial como si tuviera la resistencia de un guepardo!

—Oye, no me trates tan así —trata de levantarse, aunque las piernas le tiemblan.

—¡¿No?! —vuelvo a gritar molesta—. ¡Llevo más de dos horas caminando y corriendo por este centro comercial como si no hubiera un mañana! —le sigo gritando enfadada, es increíble como quiere tapar el sol con un dedo.

—Yo no te mande a que te quedaras callada en vez de comentar tu idea sobre preguntarle al guardia, también cúlpate.

—¿Culparme? ¡Ja! Tú también puedes pensar, ¿no? ¿Por qué no se te ocurrió preguntar o por lo menos pensar de alguna manera diferente para no recorrer este centro comercial como mulas?

—Ya no peleen más, que lindo espectáculo están haciendo ustedes par de sinvergüenzas —un chico agarra la comida y nos mira con una ceja levantada.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora