CAPITULO 38

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Alvize

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Alvize


26 años atrás

—¡Llegaste! —grita animado Erik acercándose a mí.

Me abraza alegremente, también lo hago... Él es una de las pocas razones por las que salgo del Orfanato para venir al colegio.

—Creí que no vendrías —confiesa caminando a mi lado—. Llegaste muy tarde, el profesor de alemán nos va a regañar y nos pondrá tarde.

—No lo hará, entraremos cuando él salga a llenar su tarro de agua, siempre lo hace a inicios de clase, antes de llamar a lista —lo tomó de la mano con fuerza y salimos corriendo hacia el salón de alemán.

En carcajadas entramos al salón de alemán y como lo dije anteriormente, el profesor salió a llenar su botella de agua y no ha tomado lista por lo que he podido ver en su escritorio. Algunos de nuestros compañeros están por fuera del salón, creo que más de la mitad y otros ni siquiera están cerca, los que sobran están adentro hablando de cualquier cosa innecesaria, en especial esos compañeros que se las pasan metiéndose en la vidas ajenas.

—Vaya, llegó Alvize con su novio Erik —comenta una chica, la cual ha estado inventando rumores estúpidos de Erik y míos.

¿Entendieron?

Me caen tan mal esas personas que se meten en la vida personal de las demás y no solo se conforman con intervenir, sino que también inventan rumores para arruinarnos la vida lentamente. Al final, se hacen las víctimas diciendo que todo era una simple broma inofensiva para entretenerse.

Personas vacías.

—¿Terminaste con tu inmadurez, Vankay? —le pregunto con sarcasmo.

Erik no me suelta de la mano, es más, creo que me agarró con más fuerza... Conoce mi trastorno a la perfección.

—¿Inmadurez por decir las verdades? —levanta una ceja algo burlona— Aparte de homosexual, eres un delicado.

Suelto la mano de Erik y me acerco a ella, la tomó del brazo con fuerza y hago una llave que aprendí en un documental, queda contra mi pecho a sus espaldas, se retuerce del dolor. El propósito de esa llave es romperle por completo el brazo, incluyendo el hombro... No le caería mal unos meses en casa.

—¡Alvize sueltala! —me grita alarmado Erik intentando alejarme de ella con su fuerza.

No lo logra, tiene su mano lastimada y los empujones y jalones de mi camisa no sirven para nada.

—Repite lo que dijiste niña inmadura —le susurro en el oído.

—¡Suéltame, me lastimas animal! —grita desesperada moviéndose como un gusano— ¡Qué me sueltes, hijo de puta, me vas a partir el brazo!

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora