CAPITULO 8

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Katashi

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Katashi

La escuela transcurrió normal o eso intentamos aparentar, después de esa llamada ninguno de nosotros mencionó algo al respecto, solo que tenemos algo de indiferencias con nuestro nuevo integrante Asher, he notado que habla mucho con Isabella y Elizabeth, aunque la segunda es más de escucharlo que de hablarle. No me quejo, cuenta chistes buenos así que nos reímos un buen rato, a excepción de Elizabeth.

Estoy yendo a clases junto a Asher y Elizabeth, ella se refriega los ojos mientras Asher le cuenta lo que hizo en su fin de semana. Tenemos química, materia que a ella no le va muy bien y le tengo que ayudar, solo porque Isabella me convenció, antes de que opinen otra cosa.

Lo hiciste por gusto, acéptalo.

Esa es la mentira más grande que he escuchado hasta ahora.

—Oye —me llama Asher, suspiro agotado.

—¿Qué pasa? —pregunto al notar que detiene su paso, hago lo mismo girando sobre mis talones.

Él está sujetando a Elizabeth por los hombros, la nombrada está a punto de quedarse dormida. Lo ayudó a sujetarla, al tenerla en mis manos un escalofrío recorre todo mi cuerpo, su piel es suave, pálida, duró unos segundos observándola hasta que logró reaccionar y trató de despertarla.

Algo nos está observando... Mejor, alguien...

—Elizabeth —la llamó para que despierte, no reacciona— Elizabeth.

Pellizco su cachete haciendo que reaccione.

—¡¿Por qué me pellizcas?! —reniega tocándose la zona afectada.

Ya no necesito sujetarla entonces la suelto, casi se cae por mi acción.

—Porque la escuela no es para dormir —responde Asher por mi ganando un golpe de Elizabeth en el hombro— ¡Oye!

—Perdón, es que me equivoque de dirección, iba para él —ironiza sobándose el puño, yo solo rio— ¿Quieres uno? Te prometo que esta vez no voy a fallar.

La miró con los ojos entrecerrados, ella sonríe inocentemente tapando su puño en la manga de su saco, sin más remedio, entramos al salón tomando asiento todos juntos, mis amigos y hermanastra están al frente y al lado de nosotros, estamos al fondo del salón. Todos hablan, ríen y gritan hasta que escuchamos la puerta cerrarse fuertemente.

Todo el salón queda en silencio observando a la profesora de química caminar hasta su escritorio, tirar sus libros en él y tomar asiento de la manera más molesta que puede revelar. Saca una hoja y comienza a llamar lista, demora unos cuantos minutos, al terminar de hacerlo, saca un libro para escribir en el tablero.

—Su marido la dejó —susurró un chico en la mitad del salón, algunos aguantaron la risa, otros ríen en silencio, pero nosotros nos miramos serios.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora