CAPITULO 10

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

—¿Me estás invitando a una cita? —cuestiona incrédula, sentada a su lado pelinegra.

Leto se encuentra sentada en una banca de la cafetería de la escuela junto a Katashi quien está algo nervioso.

—Es solo una salida, pero si lo quieres tomar de esa manera, si es una cita —volteo a mirar el suelo algo nervioso—, Pero si no quieres le puedo decir a Edgar que-

—No, está bien. —se apresura a decir, pero queda con curiosidad— ¿Es una cita doble?

—Digamos que a Edgar se pone muy nervioso cuando está a solas con ella —confieso el chico del tapabocas rascando su cabeza en forma de vergüenza.

—Es para ayudarlo —deduce— ¿Pero a Edgar no le gustaba Isabella?

—No era de gustarle, solo le parecía atractiva y créeme, estar con mi hermana no es nada fácil por sus cambios de humor —dice tranquilamente, ella admite que tiene razón, en el poco tiempo que lleva allá, aunque la cara del chico cambia a una seria para susurrar—. No te hagas la ingenua, que no me metería con alguien como tu.

—Ya lo sé Hades —le recuerda de la misma manera la pelinegra, ella se endereza para verlo sin ninguna expresión facial, como en todos los años que vivieron en el orfanato— no soy una niña como tu queridísima hermanita, aun no olvido que te guste en el Orfanato... —La pelinegra observa como Hades se le queda viendo los labios—. Sigo siendo la perdición de alguien después de todo...

Se miran mal y luego, simplemente Leto sonríe colocándose de pie.

—Estaré lista a las 5 —anuncia antes de irse y dejarlo solo.

Camina por todo el colegio ya que no tiene la segunda clase por una reunión pedagógica. Si ahora hay muchas reuniones por el tema del asesino está enloqueciendo según los oficiales y ya han desaparecido muchas chicas de por acá cerca.

Ella ya no tiene las vendas en sus manos, pero no le gusta ver las cicatrices que el asesino le dejó.

—¿Qué tal has estado querida Leto?

Voltea a ver a una chica con el cabello rojizo natural casi naranja, un poco más pequeña que ella, parece una chica amable y perfecta a la vista solo no todo es lo que parece.

—¿Qué quieres, Hera? —pregunta de mala gana al tenerla tan cerca de ella, su presencia le repugna tan solo con recordar lo que pasó.

—Cálmate mujer, nada más vine a saludar a mi hermanastra favorita —se excusa levantando las manos, le está haciendo perder mi tiempo— ¿Qué tal te ha tratado la vida? Yo creo que bien ¿no?

—No te voy a ayudar en lo que te hayas metido, Hera, hazte responsable de tus cosas y tus acciones —cae en cuenta que está diciendo cosas que ni siquiera ella ha cumplido—. Sin seguir mi ejemplo... ¿Pero qué estoy diciendo? No soy el ejemplo de nadie.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora