CAPITULO 4

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Elizabeth

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Elizabeth

Llego al parque, sin embargo, no veo a Isabella, entonces decido colocarme a practicar un poco. Hace mucho no montaba patineta desde... Desde que era una niña.

Camino hacia una montaña en el mismo parque algo empinada, con unas vulgaridades en la boca de los nervios, pero de igual manera, me lancé. Tengo un equilibrio excelente que ni yo misma me la puedo creer, ya casi llego a la menta, solo que noto que alguien me mira de una forma muy incómoda haciéndome perder el equilibrio.

No es esa mirada, es otra más leve...

—¡Carajo!

Me coloco de pie con dificultad en mi pierna derecha, tomó asiento en unas escaleras cerca de allí.

—Ni porque tuviera novio para distraerme así —murmuró con sarcasmo ya que eso no fue lo que de verdad me hizo caer, no se quien me miró de esa manera y tampoco quiero saber, porque tengo una pequeña idea.

—Imposible, una chica tan linda como tú cómo no va a tener novio —me coquetea un chico a mis espaldas, que no sea el que estoy pensando porque determino mi peor día en la ciudad.

—¿Y tú qué? —le pregunto sin saber quién es el que me está hablando, a la vez no me importa en lo absoluto.

—No pude evitar escucharte.

Me giró a verlo, es Adrián; mi vecino, ese desgraciado, hijo de su... Se sienta a mi lado sin ser invitado mirándome de arriba hacia abajo sin ningún descaro, ¿qué quiere?

—¿Qué quieres? —le escupo la pregunta fastidiada de su actitud, mi día no puede ser peor.

—Nada solo decirte que dejes de fingir ser un niño — me contesta firme haciendo que reír como loca— En el Orfanato también lo hacías y cómo el Superior se dejaba manipular de ti, podrías hacer lo que quisieras... Sigo diciendo que tu eras su hija.

—Y si fuese así, ¿a ti que te incumbe? —le pregunté en tono arrogante— Lo que yo hiciera en el orfanato no es de tu incumbencia, ni vivíamos juntos para que deduzcas eso, idiota.

Abre la boca para contestarme, es interrumpido por unos tacones resonando cerca de nosotros. Dicha persona lo abraza por el cuello como un koala con un bambú desesperado.

—Amor ya llegué —musitó la voz que abraza a mi "hermoso" vecino.

Vi como se dan un beso mientras que yo maldecía en mi mente, es Zaira que solo con pronunciar su nombre se me revolvía el estómago.

—Solo tenía que estar con los que me caen mal, genial —susurré para mí volteando los ojos fastidiada.

—¿Disculpa? —preguntó Zaira desconcertada sin reconocerme, ni que lo haga, tengo suficiente con su voz chillona.

—Nada, mejor sigo practicando antes de que pierda la poca paciencia que me queda —les comento alejándome de esa horrible escena— Sigan con... Eso.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora