CAPITULO 39

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Erik

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Erik

Abro los ojos adaptándome a la luz solar que entra con agresividad por las ventanas. Observando mejor alrededor, estoy en una habitación con unas cuantas cobijas encima, junto a una venda en mi hombro derecho... ¿Cuánto tiempo llevo dormido? O ¿cómo terminé aquí en primer lugar?

Solo recuerdo que...

Estoy en el cementerio, dejando unas flores en la tumba de mi hija...

—Mi querida Betbal... ¿Por qué te saliste de la casa cuando discutiste? —susurro con mucho dolor mientras mi dedo índice recorre el nombre marcado en la lápida de mi hija.

Una lágrima recorre mi mejilla al recordar todo lo que pasó con exactitud. Peleó con Amelia por presentarle un chico, hubo golpes por parte de Amelia y después se salió de la casa gritando cuanto la odiaba... En sus ojos, podía ver como me pedía personal por gritar eso en la casa y se fue molesta, al igual que apenada.

—Lo que te paso... También le pasó a mi hijastra, Elizabeth se llama, la diferencia fue que ella desafío a Amelia, se fue de la casa una noche, pero se contactó conmigo y volvió. Ella sí volvió... ¿Cuándo vuelves? —mi voz se quiebra más.

Su cuerpo no se encuentra, sin embargo, las probabilidades de que esté viva en algún lado del mundo o que haya falseado una identificación para escapar son mínimas. Pero, hay algo en mi cuerpo que me dice.

Que ella está viva.

—¿Sabes? Elizabeth, ya sabía que yo tenía una hija antes de que le contara. Me llamo tanto la curiosidad cuando adivino tu nombre y tu apariencia, como si ya te conociera, aunque es imposible, eres mayor que ella —le sigo hablando a su tumba, como si algo pudiera escucharme.

Si ella pudiera escucharme.

—Erik... —Una voz desconocida me llama a mis espaldas.

Me giro y observo a un chico, un poco menor que yo con algunas lágrimas en los ojos.

—Si... —me levanto algo desconfiado— ¿En que puedo ayudarte?

—¿No me reconoces? —pregunta con una pequeña sonrisa, mientras las lágrimas siguen corriendo por sus mejillas.

Lo analizó de arriba para abajo varias veces, se me hace algo conocido, más no se de donde.

—No, lo lamento —colocó una mano en mi nuca incómodo.

—¿Un pequeño zorro indefenso? —sonríe mostrándome todos sus dientes— ¿No se te hace conocido ese apodo?

¿Zorro indefenso...?

Alvize...

—Pequeño zorrito indefenso... —mi voz sale en un hilo asombrado— ¿Arseniy?

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora