Dos ciudades donde rondan los tres peores asesinos. Dos personas tienen una hija pequeña y la otra que es una adolescente, jamás se habrían arrepentida tanto en la vida...
Hay un orfanato... Donde se incendio, nadie sabe quién lo provocó o eso parec...
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Ares
No sé cómo sentirme.
Podría sentirme feliz por las indirectas que Hades le tiró a Leto para que fuera su pareja en la cena o triste porque Leto no le respondió... ¡Es la indirecta más directa que conozco y viene de parte de un ser tan caballeroso como lo es Hades!
—¿Terminaste de criticarme? —pregunta la juzgada, cruzada de manos— Ya es el quinto día que me hablas sobre la propuesta de Hades, mira hasta el fin de semana se acabó.
Si, no es justo, reprochare eso todo el resto del mes, pero por ahora, regañar a Leto es más importante. Mis consejos no son una escoba para que barran el piso con ellos.
Nos acabamos de levantar para irnos a la escuela, mientras ella busca su ropa, yo me estoy tomando una ducha, en su baño, obviamente. Traje la mayoría de mi ropa a la habitación de Leto, me gusta más la compañía que la soledad, aparte, ni modo que me quede en mi casa, pelee con mis padres adoptivos, bueno ellos empezaron yo solo los miraba y me echaron de la casa... Solo Hades y Leto saben de eso.
—Es que...
Me quedo callado al notar el gran silencio cuando salí del baño, ella también lo nota.
—Realmente...
Una llamada a su celular que nos asustó. Leto se acerca, lo toma y frunce el ceño cuando me acerco a revisar qué es un número desconocido.
—¿Quién? —contesta de mala manera y luego sonríe— Está bien, papá, ya casi nos vamos, adiós.
Lo deja en su lugar y se mete al baño.
—Se le quedó el celular en la oficina y me llamó del número de uno de sus compañeros para decirnos que no llegarán hasta la noche y que el desayuno estaba en la estufa.
—¡Bien! —respondo contento mientras me visto, uso un pantalón de color blanco, camisa morada totalmente oscura, zapatillas de plataforma baja, y me llevo el saco que le quite ese día a Hades.
Salgo de la habitación yendo a la cocina, busco en la nevera, en la parte del refrigerador, sacó un jugo de naranja que hizo la mamá adoptiva de Leto, busco algo de pan y lo demás que dejaron de desayunar. Pongo mi plato en el comedor y devoro la comida sin problema, a propósito, sin dejar de mirar un tarro de medicinas. Es para el sueño, ¿quién tiene problemas para dormir?
—¿Por qué miras el tarro de medicinas de Amelia?
Grito horrorizado por culpa de la voz de Leto a mis espaldas, por el susto, me levante bruscamente de la mesa y el jugo se vuelco sobre mi blanco pantalón en toda mi pierna. Leto no tardó mucho en reírse con maldad a carcajadas frente a mi cara.
—¡No te rías! ¡Sabes lo difícil que es limpiar las manchas de un pantalón blanco! —me quejo, tomo una servilleta y me limpio y como ya dije, quedo marcada una gran mancha de color naranja—. ¡Me tocó cambiarme!