CAPITULO 41

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Hades

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Hades

—¿Qué pasó, Leto?, ¿te comieron la lengua los ratones? —comenta con burla su padre, bueno, no creo que ella lo considere uno.

—No, solo que no me gusta desgastar mis palabras con personas como ustedes, es todo —le responde encogiéndose de hombros.

Solo sonríe arrogante.

—Creí que el famosísimo padre de Ares, Cutek Yurik, ex-empresario, estafador y un simple charlatán que engañó a todos sus socios y a su mujer, maltrato a su hijo durante toda la niñez y luego lo abandonó como todo un cobarde en un Orfanato sin siquiera buscar una reseña buena de ese lugar —comenta sin problema mirando con desprecio de arriba hacia abajo.

Ares baja la cabeza, se que se siente mal por todo lo que está diciendo.

Si objetivo no es hacerlo sentir mal, sino distraer a su padre y al suyo, si logra distraerlos un poco podra jugar con sus mentes y así de fácil, que me apunten a mi o a otra persona, incluso ponerlos en contra y Ares podría golpear sus armas y atacar o hacer algo al respecto.

Pero, Ares no puede morir en brazos de su padre.

No lo voy a permitir.

Le prometí cuando estábamos en la biblioteca, el mismo día del incendio que lo protegerá de cualquier cosa y daños. Algo de nuestro legado, el legado Ivanov, es que siempre cumplimos nuestra palabra.

—¿Algo más que comentar para sacar mis errores en cara o quieres que acabemos esto de una vez? —le quita el seguro a su arma.

Los ojos de Ares se abren más porque el arma está en su nuca.

—¿No siente remordimiento al saber que su mujer adoraba a su hijo y usted como un bastardo decidió abandonarlo por qué no aguantaba ver su propio reflejo en él? —pregunto levantando una ceja, mostrando supuesto interés en esta estúpida conversación.

Su sonrisa desaparece por unos momento, luego vuelve aunque más torcida. ¿Tanto le molestó mi simple pregunta?

—Su mujer lo amaba con todo el corazón —le recuerdo con una sonrisa de lado mientras la suya desaparece—, hasta dejó que usted le eligiera el nombre de un dios griego que es un guerrero sabiendo que ella tenía una creencia diferente, ni hablar de todo los problemas que enfrentó con su familia porque no aceptaban su relación y ¿así le pagó?, ¿sigue viva?

—No eres nadie para hablar de mi difunta mujer... —habla entre dientes mostrando su molestía.

—¿Murió? —preguntó haciendo un puchero—, ¿el dolor de pensar que le secuestraron al hijo la mató?

—¡Cállate bastardo! —me gritó apuntando ahora cerca del pecho— Te dejaste lavar el cerebro de esa mujer, ¿acaso no lo sabes? Las mujeres solo hablan y hablan estupideces, no se porqué Alvize no ha matado a su hija.

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora