Leto
—¿Ya me puedo ir? Necesito mi tiempo con la soledad —preguntó inquieta, su sala con colores brillantes me marea.
Me incomoda los colores tan llamativos como los que están pintados en la pared.
—Parece un interrogatorio.
—Es necesario hacer esto, tienes una mala reputación por lo que puedo ver —responde, repara una carpeta con un montón de hojas, pasa una por una analizando rápidamente el contenido, ni se detiene para leerlo todo.
—¿Solo mi expediente o porque todo el mundo me juzga? —ella levanta una ceja y entrecierra los ojos, sonrió levemente— ¿Por qué no mejor cierra mi expediente y me deja ir?
—¿Cómo sabes que leo tu expediente?
—No es la primera vez que vengo con el psicólogo, aunque usted es una psiquiatra, conozco su trabajo. ¿A sí o más claro de que esta sesión una pérdida de tiempo? —respondo de mala gana con una gran sonrisa por la cara que puso.
Ella asiente sin quitar su cara desconcertada. Sigo sonriendo cuando, por fin, salgo del consultorio y camino por el patio de una Casa Hogar, varios árboles cubren las nubes del cielo y también las paredes del lugar, algunas bancas esparcidas por el patio, como si fuera el patio de una escuela. El color verde en el césped y los árboles es menos intenso al bosque acostumbrábamos a estar en el Orfanato. Está nevando, es extraño, aún no es diciembre. ¿Será normal que nieve antes de tiempo?
Algunos copos de nieve caen en mi saco, los quito con mi mano, me gusta la nieve en ciertas ocasiones. Por el momento, no me interesa.
Varios niños juegan a las atrapadas, corren a mi alrededor y gritan como si sus pulmones fueran de hierro. El estómago me gruñe del hambre, como hace una hora porque me llamaron para el consultorio de la psiquiatra. Que pérdida de tiempo hablar con una persona que no te va a solucionar la vida, esa mujer solo pasa el informe, las personas del tratamiento son otras.
—Toma.
Me giro rápidamente y un sándwich envuelto en papel aluminio me señala gracias a las manos de Hades. Lo tomó con ambas manos y muestro todos mis dientes en una enorme sonrisa de agradecimiento. Corro rápido a una pequeña banca vacía, en al fondo del patio, nos cubre un enorme árbol. Le doy palmaditas al sobrante de la banca, invitándolo a que se siente a mi lado. El árbol nos impide llenarnos de nieve, lo agradezco en gran parte. No quiero que me salga nieve en el sándwich.
—Gracias —se sienta y le da un sorbo a su jugo de botella—. ¿Cómo te fue con la psiquiatra?
—Preguntas simples... Lo que ya sabía la psiquiatra del Orfanato —él asiente, parece perdido mirando una pared blanca solitaria, golpeó su hombro y enseñó el sándwich con dos mordidas mías—. ¿Quieres un poco?
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Maldición Rota
RandomDos ciudades donde rondan los tres peores asesinos. Dos personas tienen una hija pequeña y la otra que es una adolescente, jamás se habrían arrepentida tanto en la vida... Hay un orfanato... Donde se incendio, nadie sabe quién lo provocó o eso parec...