CAPITULO 19

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Leto

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Leto

—¿Ya me puedo ir? Necesito mi tiempo con la soledad —preguntó inquieta, su sala con colores brillantes me marea y me pone incómoda—. Parece un interrogatorio.

—Es necesario hacer esto, tienes una mala reputación por lo que puedo ver —responde reparando una carpeta con un montón de hojas, pasa una por una analizando rápidamente con los ojos.

—¿Solo mi expediente o usted también tiene mala reputación? —ella levanta una ceja y entrecierra los ojos, sonrió levemente— ¿Por qué no mejor termina de leer mi expediente y me deja ir?

—¿Cómo sabes que leo tu expediente?

—No es la primera vez que vengo con el psicólogo, aunque usted es una psiquiatra y tampoco será la última, conozco su trabajo. ¿A sí o más claro de que esta sesión no me importa y me quiero ir? —respondo de mala gana con una gran sonrisa por la cara que puso.

Ella asiente sin quitar su cara desconcertada. Sigo sonriendo cuando, por fin, salgo del consultorio y camino por el patio de una casa hogar. Estamos aquí mientras cierran el caso y nos adoptan según ellos.

Esta nevando, es extraño, aun no es navidad. ¿Será normal que nieve antes de tiempo?

Algunos copos de nieve caen en mi saco, solo los quito con mi mano, me gusta la nieve en ciertas ocasiones.

En el trayecto veo a varios niños jugar a las atrapadas, corren a mi alrededor y gritan como si sus pulmones fueran de hierro. El estómago me gruñe del hambre, como hace una hora porque me llamaron para el consultorio de la psicóloga.

—Toma —la voz de Hades aparece a mis espaldas.

Me giro rápidamente y veo un sándwich envuelto en papel aluminio, lo tomo con ambas manos y muestro todos mis dientes en una enorme sonrisa de agradecimiento, corro rápido a una pequeña banca vacía, en al fondo del parque donde los niños juegan, nos esconde un enorme árbol. Le hago una señal para que se sienta a mi lado.

El árbol nos invide llenarnos de nieve, lo agradezco en gran parte. No quiero que me salga nieve en el sándwich.

—Gracias —se sienta y le da un sorbo a su jugo de bot

—Gracias —se sienta y le da un sorbo a su jugo de botella—. ¿Cómo te fue con la psicóloga?

—Preguntas simples... Lo que ya sabía la psiquiatra del orfanato —él asiente, parece perdido mirando una pared blanca solitaria, golpeó su hombro y enseñó el sándwich con dos mordidas mías—. ¿Quieres un poco?

—Bueno —le acercó el sándwich y él, le dio un gran mordisco soltando un sonido de aprobación—. Está bueno, te lo regalo.

—Muchas gracias —estaba a punto de dar un tercer mordisco, cuando me detengo pensando en algo—. ¿Esta es tu comida?

Maldición RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora