Dos ciudades donde rondan los tres peores asesinos. Dos personas tienen una hija pequeña y la otra que es una adolescente, jamás se habrían arrepentida tanto en la vida...
Hay un orfanato... Donde se incendio, nadie sabe quién lo provocó o eso parec...
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Leto
El sonido de varias ambulancias y pisadas grandes de personas se hacían más frecuentes a mi alrededor. Hades a mi lado, aprieta su mejilla por el corte, al otro tengo a Ares en mis brazos, su vida se quiere ir, el reflejo de sus ojos me lo deja más claro que el agua. Algunos niños lograron ir al corazón del bosque, espero que ese desgraciado no los haya seguido.
—¡Idiota! —unas lágrimas recorren mi mejilla—. ¡No me puedes dejar en este asqueroso mundo! —lo sacudo para que no cierre los ojos—. ¡Levántate, demuéstrale que no somos débiles!
—Tonta... —escupe sangre en el pasto y vuelve a mirarme— Nosotros no vamos a morir... ¿Desde cuándo la hierba mala se muere?
Su risa débil hace que escupa más sangre.
—Aun así, agonizando, sigues siendo un maldito comediante —sonrió junto a él.
¿Qué podría hacer sin él...?
Levanto mi cabeza porque en los ojos de Ares se refleja un color inusual y es el color de la luna llena.
Tengo al gato negro a mi lado lambiendo la cara de Ares, no sé en qué momento llego, pero creo que se percató del accidente y del color tan raro que se pintó la luna... Se estaba oscureciendo a un color sangre y el brillo que la acompañaba hacía una mezcla de sensaciones dentro de mi cuerpo, como si desde siempre me gustara admirarla.
Pareciera que la conociera de toda la vida... Cómo si mis vidas pasadas también la admiraran sin cansancio...
—¡Niños! —La voz de una mujer adulta cerca de nosotros me alerta
Estoy en el exterior, otra vez...
—¡Hay sobrevivientes fuera del orfanato, traigan refuerzos! —habla por un tipo de micrófono en su odio.
Otras personas se acercan a nosotros para ayudarnos no dejo que me separen de Ares, él esta aferrado a mi saco negro manchado de mucha sangre... Muriéndose, pero con fuerza el desgraciado.
—Por favor, tenemos que curarlos —suplica uno de los chicos que nos rodean, en mi otra manga, tengo a Hades que está siendo atendido por una chica joven a lo que llegan más ambulancias.
Es el más tranquilo de los tres en estos casos, aun así, no pasa desapercibido el agarre en todo mi brazo. El corte de su cara no es algo que se cure cuando llegues a un hospital, ese corte es delicado, al igual que el de mi cuello junto al de Ares.
—¡No me van a separar de ella! —escupe histérico, como si no se estuviera desangrando—. ¡Leto, ayúdame!
—No me puedo mover —agarro su mano. Quiero consolarlo—. Tengo a Hades a mi lado.