Capítulo 35: Quiero Sus Cabezas

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Consiguieron surcar toda la cuadra intransitable por el gran tumulto que celebraba la caída de la Joniana. Bolsas de residuos y alguna que otra mancha de sangre adornaba el callejón donde se ubicaba la taberna, una vez dentro el parámetro no mejoraba. Aquellos lamparones también podían encontrarse dentro del establecimiento, pero ya secos, como si hubiesen estado allí duramente semanas. El cantinero llevaba la típica cara de pocos amigos, de esas personas que si les provocabas el más mínimo problema allí dentro te arrancaría la cabeza.

Solo dos clientes se encontraban dentro. Uno de ellos estaba en estado de coma etílico, descansando sobre su propio vomito. El otro era un tipo encapuchado, que esperaba en una esquina con un vaso medio lleno de algún brebaje fuerte, Katarina condujo al grupo hacia este tipo del rincón.

-Te tomaste tu tiempo- Exclamaba sin apartar la mirada del vaso el hombre misterioso. –Tuvimos que atravesar el carnaval- Contestaba la noxiana con un tono irónico. –Parece que la perra que dejó manco al señor Swain fue destripada- Continuaba con un tono inerte el soldado. –Me da completamente igual. Necesito saber los próximos encargos que se harán desde los depósitos- Iba directo al grano la asesina provocando incertidumbre y sorpresa en el hombre. -¿Qué mierda planeas ahora? Que uses mis datos para que Noxus no te encuentre es una cosa, pero darte información confidencial es una completa estupidez- reprochaba el tipo. -¿Has olvidado todas las putas veces que te salvé el culo mientras dabas lastima en el campo de batalla? ¿Olvidas como lloraste en mis pies para que te admitiese como soldado de mi pelotón? Claro, te di una golpiza por ensuciar mis botas con tus lágrimas, pero de no ser por mí hubieras muerto con el escuadrón de reconocimiento- La pelirroja restregaba en la cara de su ex subyugado todas los favores que le debía.

Aquel tipo lanzó un fuerte bufido de frustración, su antigua generala tenía toda la razón –Tienes suerte de que aún te respete, creo que soy el único que recuerda la vida y obra de la gran Katarina Du Couteau- admitió dando un sorbo a su vaso –El siguiente viaje planeado es hacia la frontera, será mañana por la tarde, estarán en el bosque que se encuentra fuera de la ciudad cerca de las seis de la tarde. Para esa hora ya habrá caído la noche. Sea lo que sea que tengas planeado aprovecha ese lugar y momento- Detalló el encapuchado.

La sargento, quien estuvo de pie en todo momento junto al chico, retiró la capucha de este, dejándolo expuesto. El rostro del muchacho era atractivo, rasgos preciosos que eran interrumpidos solamente por una cicatriz en su labio superior. Tras esta acción el sujeto viró por primera vez en todo este tiempo su cabeza hacia la mujer con quien conversaba. –Tú sabes que siempre fuiste mi favorito- dijo ella en un tono cálido, provocando el sonrojo del militar. –No debes hablarle así a un hombre, menos desde tu lugar- respondió evitando el contacto por la vergüenza. –Ya no soy general. Soy una mujer normal y corriente, no necesito la frialdad que forcé por años- Expresó mientras posaba una mano en la mejilla del otro forzándolo a mirarla. La cara de ella era inexpresiva, como siempre, pero en sus ojos se veía el cariño que le guardaba al chico.

-Dame un poco de tiempo, Katarina. Cruzando la frontera hay un bosque por el que nadie deambula. He estado utilizando mi tiempo libre para construir un hogar allí- Confesó sorpresivamente y sin pelos en la lengua –Una cabaña espaciosa. Tú, yo, los niños. No quiero ver más sangre, no quiero ver más guerras... Quiero verte a ti, quiero verte sonreír con los chicos- Expresó entre lágrimas.

-Mantente firme, soldado. No es momento de llorar. Gracias por ayudar a una antigua compañera- Exclamó con su voz autoritaria como en los viejos tiempos. El ahora des encapuchado retrocedió su mirada al vaso. Volver a ahogarse en alcohol era la mejor opción, pero un beso en la mejilla por parte de la mujer que amaba lo paralizó. –Estaré esperando junto con los pequeños esa vida tranquila que todos anhelamos, Alec- Susurró cariñosamente la pelirroja.

Aquel chico se enlistó en las filas el ejército noxiano durante sus últimos años de adolescencia debido al fanatismo por la invencible "Daga Siniestra". Era una persona admirable, como un ídolo para él. Deprimente fue el momento en el que fue desaprobado el examen físico para ingresar a la elite de Noxus, donde se encontraba la persona que admiraba. El chico no era precisamente débil, pero no estaba ni por asomo cerca de poseer las habilidades que manejaban normalmente aquel divino escuadrón.

Así fue como terminó arrodillado a los pies de aquella legendaria guerrera. –Me das asco- dijo ella sin más. –Por favor, gran Katarina Du Couteau, admítame entre sus hombres- Imploraba. –Mis soldados jamás se inclinarían entre lágrimas- Espetó de manera despectiva y molesta la generala. –Puedo llegar a ser de utilidad, deme una oportunidad- continuaba su rezo. –Contaré hasta tres, será mejor que te apartes antes de esa cifra- comentó de manera hastiosa, mientras desenvainaba una daga de su funda y la mecía con sus dedos sobre la cabeza del sometido.

El joven se negaba a deshacer su postura, si su vida no sería junto a su persona favorita no pensaría vivirla. –Uno- Lanzaba en un tono firme la soldado, el joven sollozaba en un tono más bajo, pero no pretendía dar brazo a torcer. –Dos- Avanzó con molestia el cronometro imaginario, he aquí el final de Alec. La daga cayó sobre el jovencito en cuanto la mujer abrió sus dedos. La precisión de la pelirroja fue tan perfecta que el arma se clavó en el suelo justo enfrente del ojo del abatido, pero cortando el labio superior.

-Te jactas de tener los huevos necesarios para participar en mi escuadrón, pero te arrastras ante una mínima posibilidad de formar parte de algo. ¿Quieres jugarte la vida con nosotros? Adelante- vocifero levantando de la ropa al muchacho y lanzándolo hacia una carreta que transportaba a algunos guerreros del grupo de Katarina.

"¿Quién diría que fuiste uno de los mejores hombres del grupo?" Pensaba a sus adentros la mujer a la par que abandonaba el bar con sus compañeros. El hombre de la cicatriz volvió a colocarse su capucha tras la partida de su ex sargento pero actual amor, devolvió toda su atención al vaso que se encontraba frente a él.

Pasaron al menos diez minutos, Alec se retiró del establecimiento. Solo prevalecía la presencia del cantinero y el hombre sumergido en su coma –He tratado con borrachos toda mi vida, sé reconocer que no estas para nada ebrio- comentó sin reparos el tipo de mal genio –Volcaste tu vaso sobre la mesa y te recostaste sobre el alcohol derramado- explicaba la secuencia.

El último cliente se puso de pie –Creo que una vez pagada la bebida puedo hacer lo que quiera con ella- dijo mientras se ponía lentamente de pie. Bajaba su capucha, revelando su cabellera blanca y piel pálida, casi morada. -¿Se puede saber por qué comprar una bebida para dormir sobre ella?- Consultaba el cantinero. –Soy un tipo, chismoso- respondía de manera divertida el hombre de ojos blancos, tras estas palabras cruzó el umbral de la puerta.

Más profundo en esos frondosos callejones el demonio aprovechó la soledad para abrir una especie de ventana-portal con destino a jonia. –Hola, hermano- Saludaba el peliblanco, desde el otro lado se encontraba el autoproclamado rey Darkin. –Ha pasado algo de tiempo, hermano- Se quejaba el mayor. –Sí. Yo también te extrañé- Contestaba Varus con ironía. -¿Qué novedades tienes?- Interrogaba Aatrox. –Los demonios han fracasado. Nuestras victimas están refugiadas en Noxus, no tuve que buscarlos mucho, el muy infeliz del trenzado debutó como idiota por la puerta grande. Los seguí hasta un edificio abandonado, espiándolos desde afuera descubrí cosas que te interesarán- Dijo poniendo un tono llamativo en esa última oración.

El mayor alzó una ceja en señal de curiosidad. –Resulta que este tal Kayn, el portador de Rhaast está viajando con la mujer ninja, la que apalié en aquel bosque- No pudo continuar debido a que fue interrumpido por su hermano gritando que lo mencionado era evidente, por lo cual el menor comenzaba a rabiarse -¡Déjame hablar, bastardo! Como te decía. Además de esa muñeca de trapo están viajando con... El aspecto del crepúsculo- delató con muchísima seriedad en ese dato final.

El gran monstruo se levantó con un rabioso impacto de su trono inventado -¿Qué has dicho?- Indagó perplejo. –Aquel ser que nos condenó a ser encerrados en nuestras por eones- Exclamaba Varus. -¡Quiero su cabeza! ¡Y la del portador de Rhaast! ¡Y a Rhaast! ¡Trae las cabezas de todos!- Vociferó colmado de odio el individuo de la espada latiente.

El portal se cerró. El hombre del arco comenzó a caminar con decisión en hallar algún escondite cerca de aquel hogar donde sus objetivos aguardarían lentamente a su muerte.

----- Notas del Autor

Capitulo un poco mas corto, pero sin relleno. Creo.

Hasta Que Los Darkin Nos Separen | Zoe x Kayn | Fanfic | LemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora