SAFE HAVEN (Traducción)

CAPÍTULO 8

Dimitri

El tono de mi teléfono me despertó en medio de la noche. Gimiendo rodé hacia el otro lado y busqué a tientas sobre el buró. Cuando observé el reloj vi que eran más de las dos de la mañana. Esperaba que quienquiera que estuviera llamando tuviera una buena razón para despertarme en un momento como este.

– ¿Qué? – Refunfuñé al teléfono.

– ¿Dimitri?

Me senté en la cama, y de repente me desperté del todo. Era solo mi nombre, pero reconocí su voz de inmediato – ¿Rose? ¿Qué pasa?

– Yo... no sé qué hacer.

Fruncí el ceño. No estaba seguro, pero pensé que estaba llorando – Rose, ¿qué pasó?

– Vi a Nathan – Mi corazón casi se detiene – ¿Puedes venir a buscarme? – Gritó al teléfono – Tengo miedo.

Ya estaba levantado y vistiéndome cuando le pregunté – ¿Dónde estás? – Me lo dijo. Dos minutos más tarde estaba en mi coche corriendo hacia Rose. No tenía idea de lo que estaba pasando o si Nathan le había hecho algo. Por favor que esté bien. Por favor, que ella esté bien... Vi una figura de pie en la entrada del parque. Cuando me acerqué vi que era Rose. Rápidamente salí del auto y corrí hacia ella – ¡Rose! – Dije tomándola por los brazos. Estaba temblando y las lágrimas corrían por su rostro – ¿Estás bien? ¿Te lastimó?

– Estoy... estoy bien – Susurró. Ella solo vestía una camiseta sin mangas y pantalones cortos, y sus brazos se sentían fríos. Rápidamente la envolví con mi duster, esperando que entrara en calor – ¿Podemos irnos por favor?

Asentí con la cabeza y la llevé de vuelta al coche – ¿Quieres que te lleve a casa?

Negó rápidamente – No – Dijo desesperada, con los ojos muy abiertos – No quiero ir a casa. Por favor, no me dejes sola esta noche. Por favor.

– Está bien – Dije suavemente – Te llevaré a mi casa, ¿de acuerdo?

Se hundió aliviada y asintió – Sí – Susurró.

El camino de regreso fue silencioso. Seguí mirándola para asegurarme de que estaba bien. Parecía angustiada y sus mejillas estaban húmedas por llorar. Me pregunté qué diablos le había pasado. No pude evitar preocuparme todo el tiempo mientras la llevaba de regreso a mi casa. Quería saber qué estaba mal, pero tampoco quería forzarla a responder. Así que esperé hasta que estuvo lista para decírmelo.

Cuando finalmente llegamos, la llevé arriba a mi apartamento. Ella me siguió en silencio. Sus lágrimas aún corrían por sus mejillas.

Suavemente la empujé hacia el sofá antes de correr al otro lado de la habitación para buscar algunas mantas. La envolví con ellas y ella me sonrió agradecida. Pero la sonrisa desapareció rápidamente y otra lágrima rodó por su mejilla. Ella la limpió rápidamente y respiró hondo, calmándose.

– Lo siento – Murmuró evitando mirarme – Simplemente no sabía a quién más llamar.

– Está bien – Dije suavemente, sentándome a su lado – Puedes llamarme a cualquier hora.

Asintió – Gracias.

Se hizo el silencio. Pasaron varios minutos mientras esperaba que dijera algo. Cualquier cosa. Por fin, no pude soportar más el silencio y pregunté – ¿Qué pasó?

– ¿Recuerdas que te dije que iba a pasar este fin de semana con mi amiga Lissa y que por eso no podría ir a la práctica? – Comenzó, su voz tranquila.