seventeen.

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-Mel

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-Mel. ¿Estás bien?- Preguntó Natasha al ver que ya habían pasado varios minutos desde que Maya se acercó a ella y no dijo una sola palabra. A decir verdad: la castaño-rubia no tenía ni la menor idea de qué decir o hacer al estar cerca de la peliroja. Fué sólo a aquel lugar para demostrarle algo a Sam Wilson, y sin medir las consecuencias, ahí estaba. Había cabado su propia tumba.

-Nada, sólo...- May apartó la mirada, avergonzada. ¿Qué carajos estaba haciendo? Joder, ya hasta debería estar planeando su venganza contra Wilson.

Más segundos pasaron en silencio incómodo, Maya no tenía palabras, siquiera una excusa para haberse acercado de ese momento. Pero, para su suerte, fué salvada por la campana, porque fué en ese momento cuando la castaño-rubia pudo reconocer uno de los rostros que se acercaba a la barra, pidiéndole a la peliroja una botella de cerveza. Bien, al menos tenía una excusa para no dar explicaciones.

-¿Maya?- Preguntó la mujer conocida tímidamente, hablando casi en un susurro. May supo quién era al instante.

-¿Rachel?- Se preguntó mentalmente al reconocerla. Llevaba tiempo sin verla. Era increíble la cantidad de conocidos que podía encontrarse en aquella fiesta. -¡Rachel!- Le dijo casi en un grito.

Rachel Ruskov. La hija adoptiva de Marcus, otra de las tres favoritas, como las había nombrado Eris. Para entrar en contexto: en el internado había tres chicas llamadas así, y Maya era una de ellas.

Los hermanos Ruskov, de alguna forma, tenían favoritismo hacia estas tres mujeres. La primera era Maya, quien a motivo de ser criada por Marcus: generaba una pequeña pizca de empatía en el mayor, lo que causó que sea la elegida para dirigir el Vicent's Central en un futuro. Aunque, bueno, está demás explicar porqué no aquello nunca pasaría.

La segunda: Cassie, quien tenía cierto privilegio gracias a que había sido adoptada por Sienna, además de ser una de las más jóvenes del grupo.

Por último: Rachel. Adoptada por Marcus y una de sus favoritas a causa de tener un ADN mega extraño. De hecho: la primera vez que él la estudió, descubrió que su sangre no era muy diferente a la de un supersoldado. Hubiera jurado que venía del espacio exterior, y, para agregar, tampoco se había equivocado.

Pero claro, formar parte de aquel grupo no hacía que su vida fuera menos mierda. El internado seguía siendo eso, una farsa. Todas las que habían pasado por ese lugar habían sufrido torturas inhumanas, sin ninguna excepción, y debían aprender a vivir con ello.

Maya pudo notar cómo la pelinegra estuvo apunto de abrazarla, pero justo antes de hacerlo: se detuvo para mirarla fijamente.

-Espera, espera. ¿Estás ebria?- Fué lo primero que dijo, causando que la ahora rubia la mire extrañada.

-Aún no, pero si mis planes salen bien: en unos minutos lo estaré.- Confesó. No mentía, Maya no tenía muchas oportunidades para tomar hasta no recordar su nombre, y esta era una de las pocas.

WALLS - natasha romanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora