San Mungo

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James estaba recostado en la impoluta camilla blanca, sus padres se encontraban a un lado abrazados el uno al otro con desespero. Trouble, Lily y los merodeadores no apartaban sus cuerpos de la cama médica sintiéndose incapaces de abandonar a su amigo en ese estado.

Trouble tenía la mirada perdida, desesperanzada y rota. Estaba pálida como jamás la había visto y parecia haber adquirido la habilidad de crear un voto de silencio eterno en los pocos minutos que llevaban en San Mungo.

Sirius de vez en cuando, en aquellos momentos dónde nadie se fijaba, le lanzaba una mirada fugaz a la muchacha morena que agarraba con fuerza bruta la mano del joven de lentes, inconsciente.

“No te culpes por esto Trouble, por favor” pensaba reiteradamente. Pero no servía me nada, ella lo haría de todas maneras. Lo sabía, se lo había dicho, horas antes al despertar con ella en su pecho y su piel desnuda recostandose sobre la suya.

...

Existía algo maravilloso y embrujante en la sensación picosa y demoledora del cabello de Trouble Boredieng enredándose por sus pectorales, cuello y rostro. Un lío de hebras color ébano residían en su cuerpo cuando se despertó aquella mañana a mediados de febrero

El aire en la campiña londinense incluso a inicios de la primavera era helado y susurrante. Se había filtrado por una ventana y había recorrido el cuerpo de los jóvenes mientras Sirius acariciaba paulatinamente la curvatura en la espalda de Trouble, regocijándose por la manera en que el cuerpo de la muchacha reaccionaba al pasar sus dedos por los hoyuelos de venus al final de su cadera.

-¿Sigues duro? —Trouble le soltaba un saludo adormilada mientras, seguramente de forma inconsciente, restregaba su mejilla en el pecho del otro como un gatito buscando comodidad.

-Te diría que lo descubrieras, pero honestamente tengo bastante hambre y nos guste o no debemos volver a la realidad fuera de estás paredes.

-Si algo malo le pasa será mi culpa.

-Por Merlín Trouble, no digas tal cosa nunca sería tu culpa, tu no...

-Dejalo —le demandó— se lo que estoy diciendo. El no estaba, ellos no...no estaban listos para esa misión, debí ser yo.

Sirius no sabía cómo explicarle la terrible sensación que tal deseo le generaba en la boca del estómago.

-Trou...

-Hablo muy en serio, déjalo.

Se quedaron unos minutos en silencio, analizando la situación y lo que les preparaba el día.

-Entonces arriba.

Trouble salto decidida de la cama, siendo seguida por la mirada de Sirius quien soltó rápidamente una carcajada.

-¿Todo bien con tus piernas? —se burló confiado.

-Pudrete, Black.

Comenzó su camita al baño con la frente en alto y las piernas débiles y temblorosas.

-Hablo en serio —se apresuró Sirius, viendo su caminar frágil— si necesitas ayuda... ¿Siempre te pasa eso? Por que para ser justos solo te hice correr.

-Baja la cabeza, no me pasa siempre, menos por solo correrme. Es que no me venía hace tiempo.

Sirius medito sus palabras sobriamente.

-Siendo sincero había pensado que estabas follando con Peter.

Escupió la pasta de dientes en el lavamanos mientras el sonido de la ducha ambientaba el cuarto de baño.

Espina de rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora